Mura Me: la lucha feminista se dibuja en las calles de Mendoza

Unas 40 artistas conforman una agrupación que interviene murales para visibilizar los reclamos de las mujeres a la vista de toda la sociedad

Mura Me: la lucha feminista se dibuja en las calles de Mendoza
Mura Me: la lucha feminista se dibuja en las calles de Mendoza

¿El arte es política? Parece una pregunta vieja, sí, pero todavía muchos la responderán de manera negativa. Y eso también es política. Quizás los tiempos actuales estén más interesados en reducir el arte a una mera búsqueda estética, más asociada al consumo frívolo con destino de ornamentación. Pero lo cierto es que todavía resiste en las calles, en múltiples lenguajes y estilos, con el desafío de visibilizar lo ausente y confrontar con lo existente.

"El arte sirve para generarte tanto alegría como rechazo. Puede gustarte o no, pero no te va a dejar inerte", define Lupe Marchant (29), profesora de artes visuales y una de las integrantes de Muralistas Mendocinas -o "Mura Me"-. Se trata de una colectiva conformada por mujeres que experimentan con las artes plásticas y plasman una mirada feminista e inclusiva en las paredes de distintos puntos del Gran Mendoza.

Mura Me nació exactamente un año atrás, debido a una necesidad de convocar a mendocinas para una pintada federal orquestada por la Agrupación de Mujeres Muralistas Argentinas (Ammura). Y "necesidad" no es una palabra elegida al azar. Según Ammura, en la Ciudad de Buenos Aires, de 25 viaductos, el 90% fue realizado por varones y de un total de 117 muros, 98 fueron pintados por hombres. Como en otros ámbitos laborales, el desequilibrio está latente.

La organización, que está conformada por unas 40 artistas mendocinas, se comprometió a luchar por el cupo femenino y a generar espacios libres de violencia machista, con una impronta que escapa a las llamadas "relaciones de poder heteropatriarcales". Pero las pibas muralistas no dan la batalla en los museos y en las galerías, sino en las diversas aristas de las calles, libres de cualquier tipo de discriminación cultural y económica.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

“El arte no se limita a las cuatro paredes de un museo. Sale a la calle y es apto para todo público. Te interpela. Puede verlo cualquier persona sea cual sea su nivel cultural. No queremos mirar desde un costado, sino tomar cartas en el asunto”, destaca Lupe acerca de la labor de sus compañeras.

Ama Ludmila tiene 30 años y también integra Mura Me. Recuerda su dedicación al dibujo desde la secundaria, época en que la presión familiar y social no siempre acompaña la vocación particular. "Con el arte es difícil. Es desprecio, lo hacen a un lado. En mi familia decían '¿cómo te vas a dedicar a eso?'. Lo veían como un hobby. Hasta me metí a Hotelería y Turismo por no largarme al arte".

El tiempo le dio la razón: hace cinco años, Ludmila reparte su talento entre el muralismo y la cerámica y dirige el espacio de arte Quasart, en Godoy Cruz. “La cerámica utilitaria tiene un tinte feminista, que es uno de mis pilares. Me piden mates con pañuelos por el aborto legal o del orgullo gay”, ejemplifica.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

Recientemente, Ludmila hizo un mural feminista en el barrio Ferroviario, ubicado en el departamento de Guaymallén. Hubo comentarios a favor, pero ella reconoce que es una deconstrucción en proceso. “Una minoría de vecinos prefería el paredón blanco. Y como era violeta, me dijeron que se parecía a una funeraria (ríe). Pero hay de todo. Es un tire y afloje con el vecino porque él lo ve todos los días y lo toma como una agresión. Tampoco podemos agradarle a todo el mundo. Pero en la mayoría de los lugares tenemos buena respuesta”, reflexiona Ludmila.

Natalia Granados (30) también es una de las primeras que se unió a Mura Me en 2018. Es profesora de artes visuales y trabaja como docente en dos escuelas de Ciudad, así como en un centro educativo del barrio Flores y en un bachillerato popular. Ella define el muralismo como un "espacio de militancia para la transformación social".

Como pregona desde otro grupo conocido como "Flor delirio", la intención es tomar estereotipos asociados a las mujeres (una flor, por ejemplo) para revertir su significado en pos de la fuerza creadora en el arte. "Creo que el mural es un arte público que llega a todos, por lo que siempre intento que tenga algún mensaje político y feminista. A las mujeres nos tiran las artes utilitarias y no nos tratan como artistas", considera.

En el barrio Flores, Natalia compartió con sus alumnos una peculiar gesta pictórica que incluye la frase "De este lado también hay sueños". El mensaje puede observarse justo desde la vereda de la UNCuyo, ubicada exactamente del otro lado de la calle. "Estas acciones me llenan mucho como artista, docente y mujer. Sentir esa parte excluida, que siempre vio el arte como elitista... Mi rol es llevar el arte a los sectores populares", sostiene la muralista.

¿Degradación visual?

En septiembre, la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza pidió a los dueños de los quioscos de diarios y flores que taparan las pintadas de Kevin Suárez ("Re sin filtro"), quien ilustra personajes de Nickelodeon y Cartoon Network en distintos rincones del paseo urbano. El caso generó malestar entre los artistas, ya que acusaron que la comuna invisibilizaba sus trabajos. La explicación oficial se basó en el cuidado de las casillas que se veían "arruinadas, despintadas y deterioradas".

Lupe vivió un episodio similar en junio pasado y todavía debe afrontar una multa que asciende a los 7.000 pesos. En aquella oportunidad, la joven había colocado con engrudo una pegatina y un stencil (plantilla) que decía "Sin lucha, ¿quién escucha?". Según su testimonio, los preventores la demoraron al tratarse de una falta al Código de Convivencia de la Ciudad: degradación visual del entorno urbano. "Las pinturas que teníamos fueron incautadas. Creo que no diferencian entre vandalismo y arte. No disciernen entre dañar y un mural. Meten a todos en la misma bolsa, como si todos fuéramos vándalos y criminales. Y esto es arte callejero". El cúmulo de tensión derivó en reuniones con personal del municipio, con el que se acordó una serie de permisos para intervenir en los espacios públicos.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

De cumplir con trabajo comunitario, la intención de Lupe es tener revancha a través del arte callejero. "Queremos aportar desde las artes visuales y reivindicarlas. Darle valor a lo que hacemos, que no se vea como vandalismo", anticipó, y subrayó que el arte aporta identidad a las ciudades y los pueblos.

Ama Ludmila valoró que en Guaymallén existe un vínculo más aceitado con los artistas y que se alcanzó el 50% del cupo para mujeres y disidencias, uno de los reclamos principales de Mura Me. "Por parte del Gobierno tendría que haber un incentivo, por ejemplo, al intervenir en las casillas de floristas y canillitas. Ya que se permite, que sea una fuente de trabajo y se apoye a los artistas", evaluó.

Natalia concluyó: “Hay vecinos que valoran y nos dicen ‘qué lindo que le den vida al barrio’, pero hay otros que cuestionan lo que hacemos. Falta legitimar el arte callejero. Se lo menosprecia porque tiene mensajes políticos. Puede ser una simple flor pero rompe con la monotonía del cemento”.

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