Ni Diego Maradona, ni Lionel Messi, nuestro Víctor fue el primer extraterrestre en esta tierra

El corazón del Víctor Legrotaglie dejo de latir y el futbol de Mendoza llora. Un Maestro en todo sentido. Para nosotros, fue más que Messi y Maradona. Legrotaglie es la bandera del fútbol de Mendoza a nivel mundial.

El Maestro Víctor Legrotaglie, junto a su gente, la familia Mensana. Foto: Orlando Pelichotti
El Maestro Víctor Legrotaglie, junto a su gente, la familia Mensana. Foto: Orlando Pelichotti

¿Qué centennials o millennials creería las cosas maravillosas que hacía el Víctor en la cancha?

Hoy, todos saben de Messi o Maradona por escuchar a sus padre, madres o abuelos. Pero, pocos de Legrotaglie.

El “Maestro” como se lo conoció con el tiempo por su forma de jugar, y por ser un docente cuando los años lo puso como DT, logró sacar lo mejor de sus compañeros con solo ponerles la pelotita en el pie. No era de los que disparaban, era de los que con un simple toquecito la dirigía a destino.

Los pibes de hoy, los que saben de tecnología avanzada, desconfiarían de si esa pelota escondía un dron, pero no. Eran los años 70 y era el Víctor el que tenía el control absoluto.

¿Pícaro en la cancha? Ninguno a su nivel. Era un atorrante con pantalones cortos y medias caídas que siempre se anticipaba a los habilidosos del equipo rival.

Era un poeta que amaba el potrero más que al cosmos del fútbol. Y así y todo, sus récords llegaron hasta la FIFA. Fue comparado con Di Stefano y con Pelé. Pero, para muchos fue mejor, sin dudas. La única diferencia es que no quiso trascender pasando fronteras ni transformarse en pieza de transacción.

Fue siempre tan arraigado a su lugar que nunca quiso aceptar un contrato millonario e irse más allá del Arco de Desaguadero; salvo cuando se fue a Chacarita… y no duró mucho.

Por cantidad de goles, de tiros libres y olímpicos y, sobre todo, porque era el que más apuestas ganó en el desafío de las payanitas usando una diminuta moneda de 10 centavos, fue siempre un imbatible.

El Víctor debutó en Primera sin haber pasado por Inferiores, porque en aquellos tiempos no había mejor formación que la que daba el potrero. Ese mismo que disfrutó en Las Heras antes de su época dorada, cuando de vez en cuando aprovechaba salir temprano de un entrenamiento del Lobo para sumarse a algún picadito en la canchita del Tamarindos, Matienzo o en la de Patricias (del Bajo Ortiz) cercanas al Cementerio de Capital.

Según cuentan quienes lo conocieron en aquella época, se armaban unos partidazos bárbaros. Pero advirtieron, no jugaba de 10 porque la condición fue que lo hiciera de 3 para evitar el desparramo.

En la Primera de Gimnasia, luego de un contrato que involucró una Siambretta, jugó alrededor de 20 años y se dio el gusto de dirigirlo, también.

Gimnasia fue y será -donde quiera que vaya- un amor heredado de su mamá; que, en silencio, ya sabía que triunfaría con esos colores, a pesar de que la mayoría de la familia de su padre eran hinchas de Independiente Rivadavia.

El Víctor se transformó por su enorme talento en leyenda, siendo un hombre simple, sencillo con sueños humildes sostenido desde pibe. Fue buen tipo, siempre fiel a su familia y a esa más numerosa: la de Gimnasia.

Por suerte lo conocí. Ni Messi ni Maradona. Él fue el primer extraterrestre en esta tierra, con la magia del balón. Y gracias a Dios, la nave cayó en Mendoza.

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