Carlos Adolfo Ereros: “Los wines nunca volverán, éramos una raza especial”

El inolvidable wing surgido en Atlético Argentino vuelve a la provincia para dirigir a Fray Luis Beltrán. Recuerdos de un tipo ganador.

“En Argentinos tuve mi mejor momento”, dijo Ereros al recordar aquellos siete años en La Paternal.
“En Argentinos tuve mi mejor momento”, dijo Ereros al recordar aquellos siete años en La Paternal.

Fue uno de esos wines históricos. De esos que vivían pegado a la raya del lateral, siempre esperando poder desbordar y lanzar el centro atrás para la llegada de un compañero. Es que Carlos Adolfo Ereros disfrutaba por igual de asistir a sus compañeros y de convertir. Formó parte de aquella camada inolvidable de delanteros que solían hacer bien ancho el campo de juego y, por su jerarquía, se convirtió en uno de los delanteros más destacados de la década del ’80.

Nació en Buenos Aires, pero a los 12 años aterrizó en Mendoza y se formó en el baby del Club Atlético Argentino, desde donde su talento lo llevaría a ser refuerzo del Atlético Club San Martín, primero, y luego de Unión de Santa Fe. Sin embargo, su mayor esplendor llegaría con su pase a Argentinos Juniors, donde conformó un equipo de notables que llegó a disputar la Copa Intercontinental de 1985 (fue derrota por penales ante Juventus, donde destacaba el francés Michel Platini, 4-2). Aquella noche de diciembre, en el estadio Olímpico de Tokio, ante 62 mil espectadores, abrió el marcador con una exquisita definición por encima del arquero italiano Stéfano Tacconi.

Hoy, 35 años después de aquella noche agridulce, Ereros está de vuelta en Mendoza para comenzar en las próximas horas un nuevo desafío: será el nuevo entrenador de Fray Luis Beltrán.

“Hacía 16 años que no venía a la provincia. Está muy cambiada y muy linda. Hace un tiempo tuve la posibilidad de dirigir a Argentino, pero no se concretó. Ahora, un amigo me invitó y vamos a trabajar en Beltrán. Es un proyecto muy lindo, porque vamos a poder trabajar con los chicos”, confió el ex delantero.

Aquellos días de gloria permitieron al delantero, surgido en San José, celebrar el Metropolitano de 1984, el Nacional y la Copa Libertadores de 1985 y la Interamericana de 1986. Allí, a lo largo de 7 años, el goleador fue compañero de otro mendocino, Mario Videla. Además, en aquel plantel que conducía José Yúdica, había jugadores de la talla de José Luis Pavoni, Jorge Olguín, Adrián Domenech, Sergio Batista y Claudio Borghi, por nombrar sólo a algunos.

“Aquello (por la final) fue algo increíble y memorable. En esos momentos no me daba cuenta de las cosas que vivía, porque Argentinos era un equipazo. Teníamos jugadores de mucha jerarquía. Fue algo hermoso vivir aquello”, recuerda con una sonrisa.

En medio de la charla, con la siesta mendocina despertando de su letargo, hay tiempo para recordar aquel gol inolvidable. “Siempre recuerdo esas cosas y las vuelvo a vivir de alguna manera. No son muchos los jugadores que pueden disputar una final mundial y además hacer un gol. Cuando firmé para Argentinos Juniors, estaba en mi mejor momento. Fueron años increíbles para mí”, dice.

Toda su carrera la realizó como wing, aunque el tiempo fue cerrando los equipos y ya nadie pareció extrañar esos habilidosos, pegados al borde del campo de juego, ansiosos por un centro que terminara en gol. “Desde que dejé de jugar, el fútbol sufrió muchos cambios. Luego vino una época en la que se jugaba sin wines. Ahora, desde hace unos años, aunque no sé si con las características de los wines de antes, los entrenadores vuelven a ocupar esos lugares del campo de juego. Ahora la mayoría de los equipos juegan con el sistema que jugábamos nosotros en esa época: 4-3-3. Sin embargo, creo que los wines nunca más van a volver a surgir, porque éramos una raza especial”.

Los recuerdos se van apilando a medida que la charla transcurre y al hablar de la Selección Argentina le surge el recuerdo inmediato de aquella tarde en que en un amistoso, jugando para Gutiérrez, enfrentó a los dirigidos por César Luis Menotti.

“Después de ese partido me llamó Menotti a la Selección para ir los Juegos Olímpicos. Sin embargo, no sé qué pasó, pero se desarmó el equipo. Era parte del que había salido campeón en el Mundial de Tokio, conformado por jugadores del interior, porque Menotti tenía esos seleccionados. De allí surgieron Valencia, Galván, Ramón Díaz y otros tantos”.

Su retiro, tras una larga trayectoria en diversas divisiones del fútbol argentino, llegó a los 33 años. Lo hizo en su vuelta al fútbol mendocino, vistiendo los colores del Deportivo Maipú. “Seguí jugando, pero me fui de los clubes y los contratos porque los dirigentes prometen y nunca cumplen nada. Me cansé de todo eso. Hoy es distinto en todos los niveles, pero en el interior, los pibes siguen padeciendo lo mismo”.

La historia cuenta que Ereros emigró del Boli a San Martín y luego a Unión de Santa Fe, donde la vida lo cruzó con Leopoldo Jacinto Luque, otro mendocino por adopción y quien falleció recientemente a causa del Covid-19. “Con el Pulpo jugamos juntos en Unión. Cuando llegué al club, él era una de las dos máximas figuras del equipo. En esos días, Rogel y yo vivíamos cerca del club, en un departamentito, y Luque siempre se acercaba para aconsejarnos o para darnos una mano en lo que fuera. Era una muy buena persona; un tipo generoso y solidario. Después, cuando volví a Mendoza a fines de los noventa, nos veíamos de tanto en tanto, porque además vivíamos en el mismo barrio y a unas cuadras de distancia. Me veía y me invitaba a su casa. Charlábamos siempre. No puedo decir que éramos amigos, porque cuando yo llegué al club, al poco tiempo él se fue a River. Me dio mucha tristeza su muerte”, se lamentó en la charla.

Su perfil

Nacimiento: 6 de marzo de 1960, en Buenos Aires (60 años).

Debut como jugador: En 1977, en Atlético Argentino.

Trayectoria: Atlético Argentino, A. C. San Martín, Unión (SF), Independiente Rivadavia, Argentinos Juniors, Gimnasia LP, Atlanta y Dep. Maipú.

Debut como DT: En 2009, en Central Córdoba (Santiago del Estero).

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