Longyearbyen es la capital de un archipiélago noruego formado por un grupo de islas en el océano Glacial Ártico, frente a Groenlandia. De todas las islas que lo componen, sólo tres están habitadas: la isla del Oso, Hopen y Spitsbergen.
Longyearbyen es la capital de un archipiélago noruego formado por un grupo de islas en el océano Glacial Ártico, frente a Groenlandia. De todas las islas que lo componen, sólo tres están habitadas: la isla del Oso, Hopen y Spitsbergen.
La vida en Longyearbyen es bastante peculiar, con poco más de dos mil habitantes, este pueblo suele pasar más de cuatro meses sin ver la luz del sol y el las temperaturas mínimas pueden alcanzar los 46 grados bajo cero. Tal es así que es no es difícil toparse con algún oso polar de los tanto que viven en la zona.
Sin embargo, lo más curioso de este remoto pueblo es sin duda el hecho de que está prohibido morir allí. Según publicó el diario español ABC, en Longyearbyen desde 1950 existe una ley que obliga a emigrar antes de morir. Esto se debe a que los cuerpos no pueden descomponerse en un hábitat tan frío.
Incluso, en caso de que un habitante sea diagnosticado con una enfermedad terminal o corra peligro de muerte, el mismo debe ser trasladado para esperar la muerte en otro lado.
Pero, por absurdo que suene, esta ley tiene una excelente justificación. Un cuerpo que no llega a descomponerse es capaz de propagar múltiples virus a las personas que se encuentran en la zona y esta información encuentra su respaldo en un conocido antecedente.
En 1998 un equipo de investigadores exhumó varios cuerpos de marineros y encontró en ellos virus de una epidemia mortal de gripe que arrasó esta localidad minera en 1918. Dicha exhumación sirvió para crear una vacuna contra esta gripe.