Julio Le Parc: 90 años de activismo artístico

El inmenso artista visual celebra mañana sus 90 años de vida con una megamuestra en Córdoba, en Casa Naranja.

Julio Le Parc: 90 años de activismo artístico
Julio Le Parc: 90 años de activismo artístico

Cómo habrán sido los patios de tierra adolescente de Palmira, a principios del siglo XX. Cuáles las formas de la vida cotidiana. No es difícil imaginar el tren como parte del paisaje, una idea que para los mendocinos hoy solo es nostalgia.

No es difícil pensar en aquellos que hicieron de él su modo de vida: la piel curtida al sol entre durmientes y barreras. No es difícil dibujar en ese mapa al hijo del ferroviario repisando el suelo a la vuelta de su propia faena como repartidor de diarios, compositor de bicicletas o envasador de frutas en la fábrica, para volver a la casa de la calle Las Palmas al 302 a la hora de la cena.

Se llama Julio y, aunque nació en Capital, es en Palmira donde todos le reconocen el origen. "Nunca me preocupé en aclararlo porque no me molesta para nada, al contrario, esa gente ha sido muy sacrificada y muy querida. Allí estaban mis hermanos, mi familia y a pesar de las vicisitudes de la vida de esa época, eso genera en mí un gran recuerdo", nos dijo Le Parc en 2013, cuando vino a inaugurar la gran esfera roja que dejó en el centro cultural que lleva su nombre en Guaymallén.

Noventa años después de aquel 23 de setiembre de 1928 la hoja de ruta de Julio traza una línea punteada por diversas postas para encontrarlo al otro lado del mar, en otro continente: sin patios de tierra, con rieles de velocidad supersónica; puede que las vides sean nexo entre Cachán y aquella Palmira que él dejó en 1942.

Pero para Julio hay más similitudes entre esa comunidad ubicada a 20 minutos de la Torre Eiffel, donde él habita ahora y la casita de Las Palmas de principios del XX: “Me traje todo lo que pude, acá están mis familiares y hasta el lechero vasco también (sonríe). A veces el sol que se pone en la parte de atrás del taller, que tiene los techos en punta, me trae una oleada de imágenes del mismo sol poniéndose detrás de la Cordillera de los Andes, y los cambios que se van produciendo a medida que el sol baja. Es lo mismo que se producía cuando era chico”, dice.

Chico cinético

Julio se fue de Palmira para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Buenos Aires. Se mudó con su mamá y sus hermanos. Nada era fácil: de día trajinaba como aprendiz entre los cueros de la fábrica y de noche se preparaba para el ingreso a Bellas Artes. Dice él, que en la escuela Martín Güemes de Palmira siempre fue un alumno "mediocre", pero se le daban bien los retratos y las tarjetitas que ilustraba. 

Para crear y estudiar en Bellas Artes tuvo que hacerse noctámbulo porque durante el día apremiaba el trabajo. Primero en la fábrica de artículos de cuero, después en una biblioteca y luego en una planta metalúrgica.

Mediados de los '40 en aquella Argentina con ínfulas industriales, sindicatos combativos y arengas políticas en la plaza. Para Julio ese entorno fue el estímulo al compromiso: vinieron las asambleas, la organización del movimiento estudiantil, su interés por la vanguardia artística argentina.

A él no le gustan las dictaduras, ni la injusticia; y las combatió con la palabra, la obra plástica y la acción política. Tanto que, ya en Francia, fue expulsado 5 meses de aquel país por su participación en las revueltas del Mayo Francés.

Los oficios marginales

Julio el nocturno, el activista, el rebelde, se puso al servicio de la expresión vanguardista. En el '54 buscó un trabajo como portero de un teatro oficial y se unió a un grupo de teatro experimental independiente.

Volvió a la Escuela de Bellas Artes, abandonada en el '47 por su disconformidad con el academicismo, y usó los saberes como obrero del cuero y la metalurgia para explorar en el arte concreto y el espacialismo que aprendió de Lucio Fontana. En ese tiempo también llegó Martha, su compañera.

En este 1955 de búsquedas febriles está el germen de lo que hoy es Julio Le Parc: uno de los referentes internacionales del arte óptico, cinético, lumínico y de las performances.

Un palmirense suelto en París

En el '58, luego de ríos de tinta en grabados, monotipos y pinturas, Le Parc sintió que la efervescencia en la que estaba tenía un centro: París. Allí pasaba "todo". Consiguió una beca en el Servicio Cultural Francés y dejó la Argentina. Su familia lo siguió.

En tanto, en Estados Unidos también los jóvenes artistas estaban produciendo cambios sustanciales: Jackson Pollock jugaba a chorrear sus telas, empezaba a insinuarse el Pop-Art de Warhol y Victor Vasarely estudiaba los fenómenos perceptivos en las pinturas de Seurat y Signac.

De esta última indagación, unida a los estudios científicos sobre las ilusiones ópticas, nacieron las abstracciones del Op-Art: agua, aceite, plástico, vibraciones, parpadeos, difuminación y repetición de formas en la bidimensión se convirtieron en conceptos visuales casi alucinógenos.

Desde París Julio fue uno de esos chicos lanzados a experimentar en el Op-Art. Siguió por los territorios del arte cinético, lumínico y conceptual. Él divide su obra óptica en 5 momentos: Superficie, Superficie-color, Modulación 1, Modulación 2 y Alquimias. Toda esta exploración tuvo centro en el Grupo de Investigación de Arte Visual que fundó en París en 1960.

Claro que después vinieron premios y distinciones: recibió el título de Commandeur de l'Órdre des Arts et de Letres del gobierno francés, el Honoris Causa en nuestra UNCuyo... Fueron muchos y abarcan desde Nueva York a Japón.

Que los cumplas, feliz

Mañana Julio cumple 90. Es una edad que merece celebración, no solo por el tránsito sino por el modo en que se ha hecho. Así es que, con su corazón en la patria, Le Parc inaugura una exposición en Córdoba, en Casa Naranja.

Es una megamuestra que incluye la reconstrucción de dos de sus instalaciones interactivas de gran formato de los ‘60. Una de sus “máquinas de luz”, 30 serigrafías con imágenes de “La longue marche” del ‘74, otras series icónicas, trabajos recientes y una gran escultura móvil diseñada especialmente por él para dejar por sentado que sigue creando. “Hace 20 años que debería estar jubilado (se ríe). Debería estar tirado en una hamaca tomando jugo de frutas con un poquito de ron, mirando el mar y las palmeras... Pero no hay caso porque estoy condenado a trabajar”.

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