Joker: la risa que incomoda al sistema

En tiempos donde la única ley es sonreír, ¿hasta qué punto somos culpables de engendrar un payaso del crimen?

Joker: la risa que incomoda al sistema
Joker: la risa que incomoda al sistema

Pensaba en la escena más elevada de la película. Tras abrazar su identidad, el Joker (Joaquin Phoenix) asiste al late night show de Murray Franklin (Robert De Niro), quien aprovecha la aparición para aplacar la tensión latente por las brutales protestas en las calles. Al protagonista lo etiquetan, le marcan sobre qué puede hablar (y reírse) y se desesperan porque no hay remate. Toda una metáfora acerca de una industria que moraliza y acusa con el dedo a fin de mantener su privilegiada estructura.

Alejado del tono trivial de sus comedias anteriores, Todd Phillips selló un manifiesto sobre la miseria y la toxicidad, donde apenas resulta una excusa estética que esté situado en los años '80. En "Joker" vemos el impulso de la meritocracia y el achicamiento de los Estados, mientras los sectores vulnerables se ven obligados a sonreír y a creer en los mesías de turno. En palabras de Michel Foucault, un universo donde los poderosos definen quiénes están locos y quiénes no. 

"Lo peor de tener una enfermedad mental es que todo el mundo actúa como si no la tuvieras", dice el perturbado personaje de Joaquin Phoenix, mientras hace gala de su risa patológica e incontrolable que incomoda a los habitantes de esa sórdida Ciudad Gótica, tan miserable y turbia como la Nueva York que recorre cada madrugada Travis Bickle en "Taxi Driver" (1976).

En ese afán de agradar en las entregas de premios, el director no sólo rescata "El rey de la comedia" (1983) -también de Martin Scorsese- sino que absorbe la crítica mediática expuesta en "Network" (Sidney Lumet, 1976), apela al costado dramático de "Atrapado sin salida" (Miloš Forman, 1975) y hasta calca secuencias en el subte vistas en "Contacto en Francia" (William Friedkin, 1971). 

Con ese marco teórico es anómalo que la película de Phillips sea un éxito, en una época en la que los espectadores deciden pagar su entrada según lo ameriten los cameos, los guiños a 20 películas previas y las escenas post-créditos. Pero también evidencia la falta de rebeldía narrativa y visual en el circuito del mainstream, cada vez más cómodo en su oferta de historias recicladas, con riesgo nulo e intérpretes en piloto automático, antes que apelar a un ápice de incorrección y delirio sensorial.

Justo durante la promoción de su filme "El irlandés", Martin Scorsese cuestionó las películas producidas por Marvel Studios, histórico rival de DC. El director de "Toro salvaje" había considerado que "no son cine" sino "parques temáticos", insinuando esta cuestión de fenómeno pasatista y visceral, situado en las antípodas a esta conjunción de poesía y crítica social que atraviesa a "Joker". Pero no seamos ingenuos, aquí también hay cierta autocompasión por parte de sus ejecutores: Warner utiliza su logo antiguo y el de DC -con fiascos estrenados hace poco- brilla por su ausencia.

A "Joker", un producto de la maquinaria dominante, le aseguraron el retrato de la violencia, lo que generó cuestionamientos como si el cine fuera el responsable de la educación. Las autoridades de EEUU, por ejemplo, montaron operativos de seguridad en algunas salas como si estuvieran ansiosos por una masacre, todo bajo activo seguimiento de los medios. Ante la presión, Warner tuvo que salir a explicar lo innecesario: "Ni el personaje de ficción ni la película respaldan la violencia en el mundo real de ningún tipo".

Creer que "Joker" justifica la violencia como solución a los crímenes del sistema refuerza esa insulsa receta acerca de que las personas actúan en consecuencia a lo que consumen, como si carecieran de ideas propias. Más aún en un país como Estados Unidos, donde puede conseguirse una AK-47 en una cajita feliz.

Intentan que seamos felices todo el tiempo, pero olvidan que solo hace falta un mal día para sumir en la locura a la persona más cuerda. Es que resulta difícil hallar la satisfacción en un sistema fortalecido por el individualismo y la intolerancia, donde los poderosos limpian culpas bajo la idea de que cada uno tiene lo que merece. Que no sorprenda entonces que "polémica", "miedo" y "controversia" sean las tres palabras que acompañen cada advertencia viral sobre "Joker", porque mejor distraer antes que reconocer la violencia que nos rodea.

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