Claudio Galmarini: “Aquellos que dependan del riego por turno pueden sufrir mermas”

El director del Centro Regional Mendoza y San Juan, del INTA, asegura que será una temporada compleja en cuanto a disponibilidad de agua se refiere. La tecnificación como única salida.

Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza y San Juan, del INTA.
Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza y San Juan, del INTA.

Antes de que, unos días atrás, volviera a nevar, desde el Departamento General de Irrigación anticipaban que probablemente hubiera una disminución del 50% en el caudal de los ríos; una situación similar a la de la temporada 2019-2020, cuando la falta de agua obligó a anticipar la corta en el otoño. Aunque ahora el panorama cambió levemente, la situación no dejó de ser crítica. El director del Centro Regional Mendoza y San Juan del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), Claudio Galmarini, insiste en la necesidad de adoptar medidas en forma urgente.

-¿Qué condiciones están anticipando para esta temporada?

-Hasta las últimas nevadas, la temporada 2021-2022 era muy preocupante. Sin embargo, éstas que han ocurrido en agosto tampoco van a solucionar la situación. La van a aliviar, pero sigue siendo crítica. Quizás lo más preocupante es la tendencia: venimos de más de una década de disminución del promedio de precipitaciones níveas en la cordillera y, según los especialistas del Instituto Nacional del Agua, del Ianigla y otras instituciones, esto puede continuar. Entonces, la situación pasa a ser grave. El año pasado, en un artículo publicado en mayo en este medio, nosotros ya alertábamos de que la crisis hídrica nos puede generar problemas muy serios si no se toman medidas urgentes.

-¿Cómo podría alterar el mapa productivo de la provincia la falta de agua?

-En Mendoza tenemos alrededor de 350 mil hectáreas bajo riego y concentran prácticamente el 91% de la actividad económica. Del agua disponible, en las diferentes cuencas de los ríos, se usa casi el 89% para el sector agrícola. La menor disponibilidad de agua hace que a la superficie que tiene derecho de riego no le llegue el caudal que habitualmente dispone y esto hace que tengamos consecuencias en lo productivo.

Afecta en forma diferencial a cultivos perennes y a cultivos anuales. Por ejemplo, no es lo mismo los frutales o los viñedos, que uno puede regarlos con algo de menos frecuencia, que un cultivo hortícola, donde la exploración de las raíces es más superficial y requiere riegos más frecuentes. El acordar con los productores, los inspectores de cauce -que es algo que estamos trabajando con Irrigación- cómo se va a distribuir el agua y con qué frecuencia, de acuerdo con las necesidades que tengan los agricultores, no es tarea sencilla.

Lo que ocurre es que aquellos que dispongan de perforaciones o de reservorios donde acumular agua y, por supuesto, empleando sistemas de riego presurizados, mucho más eficientes en el uso del agua, pueden planificar mejor sus riegos y su producción, y tal vez no sufrir pérdidas de rendimiento por falta de agua. Pero aquellos que dependan del riego por turno, pueden sufrir mermas en su producción.

Además, esto depende de la estructura del productor. En nuestra provincia predominan los productores de menos de 10 hectáreas y, en ese caso, un reservorio, en una propiedad pequeña, ocupa una superficie importante de esa propiedad, lo cual no es sencillo a la hora de hacer la inversión y de mantenerla. Se plantean, para estos casos, estrategias como reservorios compartidos entre productores o, algo que estamos trabajando en conjunto el INTA con Irrigación, en el uso de los mismos canales como reservorios eventuales para entregar agua. Ninguna de estas soluciones es sencilla de implementar.

La crisis hídrica, con caudales mínimos históricos y con perspectiva de no mejorar en los próximos años, agravada por una distribución ineficiente y una productividad del agua sub-óptima a nivel de finca, hacen que la instalación de sistemas de riego eficientes sea una prioridad para dar sostenibilidad a los sistemas productivos, así como el mantenimiento y conservación de canales y la cooperación en el uso de perforaciones.

-¿La principal dificultad para los productores es de inversión o hay otras?

Conocemos la realidad económica que atravesamos en la provincia y en el país. La inversión es importante para mejorar la eficiencia de riego intrafinca con riego presurizado, por goteo o aspersión. Se relaciona con el tamaño de los productores y cómo recuperan esa inversión. El gobierno y otras instituciones tienen créditos beneficiosos para implementar sistemas de riego más eficientes.

Una alternativa es el uso de agua subterránea, pero su extracción implica bombear y los costos de la energía eléctrica también hay que tenerlos en cuenta a la hora de hacer los cálculos de rentabilidad en una producción agrícola. Por eso el uso de energías alternativas creo que debe ser una prioridad, para remplazar el uso de energía eléctrica por solar o complementarla para mejorar también la eficiencia energética.

-Sobre el agua subterránea, ¿cuál es la importancia de los acuíferos y cómo se los debe cuidar?

-Se calcula que en Mendoza tenemos alrededor de 700 mil hectómetros cúbicos de agua subterránea, de los cuales sólo unos 21 mil Hm3 son económicamente explotables. De todas maneras, los acuíferos se recargan fundamentalmente del agua que proviene del deshielo. No son una fuente inagotable y también hay que tener mucha precaución con evitar su contaminación, y su utilización debe manejarse con mucho cuidado.

-¿En qué líneas ha estado trabajando el INTA para abordar esta problemática?

-Al INTA, el tema de la eficiencia en el uso del agua, sobre todo intrafinca, es el que más le compete en relación con los sistemas productivos. El Consejo Regional -que está integrado por cámaras de productores, instituciones científicas y académicas- ha establecido como la primera prioridad del Centro Regional para Mendoza y San Juan el tema del agua y la crisis hídrica. Estamos llevando a cabo muchas acciones tendientes a paliar esta crisis.

Sin embargo, el tema del agua requiere un enfoque integral, holístico, donde toda la sociedad y todos los organismos involucrados tienen que intervenir. Por supuesto, el Departamento General de Irrigación, que tiene la gobernanza del agua, el Gobierno, el Instituto Nacional del Agua, asociaciones de productores, institutos del Conicet como el Ianigla, que estudia el estado de los glaciares y hace previsiones climáticas a futuro.

Esto requiere contemplar el uso del agua con otros destinos, para consumo humano, donde hay que mejorar mucho la eficiencia en la distribución y el empleo de medidores en los domicilios (se estima que en Mendoza se emplean 400 litros por habitante por día, con picos de 700, cuando la OMS recomienda 250 litros), usos recreativos o industriales. Dado que si se cumplen las previsiones que marcan los especialistas, el uso del agua generará conflictos serios en la sociedad, no sólo en la agricultura, porque es un recurso que cada vez será más escaso.

-¿Qué tareas concretas están realizando?

-En cada cuenca, estamos trabajando en conjunto con otros organismos, fundamentalmente con Irrigación, pero también con asociaciones de productores, como Acovi y Fecovita, instalando parcelas en campos de productores para medir la eficiencia de riego y ayudar al productor a decidir cuál es el mejor momento para regar de acuerdo con el cultivo. También, demostrando, en diferentes zonas y en los principales cultivos de la región, los resultados de diferentes sistemas de riego presurizados, como el riego por goteo comparado con el gravitacional, o de goteo superficial versus subterráneo, sistemas de aspersión. En cuestiones más básicas, trabajamos en la huella hídrica. Es decir, en determinar, por kilo de ajo, uva o carne producida, cuánta agua se emplea, lo que constituye un indicador de eficiencia de uso del recurso. Además, buscamos establecer cuáles son los momentos más críticos de cada cultivo y de cada variedad dentro de un cultivo, en los cuáles el estrés hídrico produce una disminución severa del rendimiento. A largo plazo, se están seleccionando cultivares que utilicen menos agua o tengan más tolerancia al estrés hídrico. Esto es muy importante, por ejemplo, en los cultivos forrajeros.

En combinación con Irrigación, estamos trabajando con los inspectores de cauce y los productores, para mejorar la propuesta de gestión hídrica a nivel de inspección de cauce. El objetivo es ponerse de acuerdo en la manera que se entrega el agua, según las necesidades de los cultivos predominantes. La crisis es tan grave que nos va a llevar a un aprendizaje muy rápido para poder emplear lo mejor posible el agua que tenemos.

Una propuesta interesante en la que estamos trabajando es en el marco del Programa de Centros Interinstitucionales en Temas Estratégicos. Se propone crear un centro interinstitucional de excelencia en el país que permita generar conocimiento, capacidades y nuevas tecnologías tendientes a maximizar la eficiencia del uso del recurso agua y transferir la información al entorno socio productivo para contribuir a la gestión y sostenibilidad de los recursos hídricos a nivel de cuenca en regiones áridas. La propuesta es compartida no sólo por el INTA, sino también por la Universidad Nacional de San Juan, el Instituto Nacional del Agua y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).

En la región, hay una gran institucionalidad alrededor del tema. La discusión sobre las medidas a adoptar debe involucrar a los usuarios de agua para consumo, para uso agrícola e industrial; contemplar la situación de los acuíferos subterráneos, libres y confinados; un análisis del gasto energético y las alternativas sustentables para extraer agua de los mismos, así como identificar posibles escenarios hídricos futuros para poder proponer alternativas tecnológicas y legales que permitan mantener la sostenibilidad de los sistemas productivos, entre otras acciones. El tema no sólo es prioritario; resulta imprescindible.

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