Joaquín Furriel protagoniza El año de la furia, la antesala del horror

La cinta se ubica un año antes de la dictadura militar uruguaya. Junto a Martina Gusmán y bajo la dirección del español Rafael Russo, el actor interpreta en este thriller a un guionista de televisión que busca hacer justicia y crítica al gobierno militar a través del humor.

Furriel da vida a un escritor y guionista que mediante su programa de humor hace críticas al gobierno militar.
Furriel da vida a un escritor y guionista que mediante su programa de humor hace críticas al gobierno militar.

Hace apenas algunas semanas revivimos en Argentina un momento históricamente determinante para la sociedad que hoy nos representa. Así como la crisis del 2001 es un factor fundamental para entender los mecanismos que los argentinos ponen en juego en su cotidianeidad, también lo son situaciones como la dictadura militar o el peronismo.

En esa línea, los países que limitan con el nuestro también han transitado situaciones que han marcado un antes y un después en su historia. Sin ir más lejos, el reciente trabajo de Joaquín Furriel representa un momento bisagra en la historia de Uruguay: el golpe de estado del ‘73.

Aunque lejos de abordar la temática desde su costado más crudo y siniestro, Rafael Russo intentó encontrar ese espacio donde además del horror, también juegan un papel fundamental las relaciones personales, amorosas, el compañerismo y la lucha por la libertad.

En una entrevista compartida entre Furriel, Russo y Martina Gusmán, el actor habló sobre el trabajo que propuso “El año de la furia”, la cinta de HBO Max que se sitúa en 1972, un año antes de que se desencadenaran los horrores del golpe de estado.

“Fue muy fácil porque en ningún momento sentimos el peso de la historia que estábamos contando. Esto tiene que ver con el guión que, a pesar de los momentos más difíciles, retoma los valores esenciales que nos hacen ser una especie tan fascinante: el amor, la amistad, el honor, la vocación. Todos los personajes están armando ese mapa que es el año de la furia”, dijo el actor, quien ya tiene un camino recorrido con HBO después de su éxito con El jardín de bronce.

“Como argentinos entendemos muy bien lo que pasó en Uruguay porque no es tan diferente. Estaba filmando esta historia en Montevideo y no sentí que estaba haciendo un trabajo que me tenía que poner en un personaje totalmente ajeno a mí, sino que todo el tiempo contábamos algo que me resonaba de mi propia historia”.

Los protagonistas de la cinta son muy variados y se encuentran en ambos lados de la historia. Por un lado, dos guionistas (Furriel y Alberto Ammann) que, con su humor, tratan de protestar en contra de los abusos militares.

En el otro, se encuentra uno de los torturadores (Daniel Grao) que busca una vía de escape a los horrores de su trabajo en brazos de una prostituta (Guzmán).

La historia nos irá llevando por diferentes caminos, vivencias de los personajes y expectativas de cada uno de ellos, rodeados de los horrores que los militares realizaron en la ciudad un año antes del estallido.

Un guionista atormentado por la dictadura

Un punto de partida para el desarrollo del personaje de Furriel es comenzar por las vivencias del mismo, quien previo a este año de la furia, sufrió un encuentro con los militares.

Furriel da vida a Leonardo, un guionista que a través de sus sketchs de humor apunta contra el gobierno y golpea duro a la situación que se vive en el país. Acompañado de su aprendiz Diego, interpretado por Ammann, ambos intentarán ejercer su libertad de expresión desde su escritura y sátira.

La película centra su historia en el año previo al golpe de estado de 1973 en Uruguay.
La película centra su historia en el año previo al golpe de estado de 1973 en Uruguay.

“Creo que lo que pasaba con mi personaje es que él ya tuvo un año de la furia previo al año de la furia. Los servicios de inteligencia ya habían hecho su trabajo en él y era cómo de manera no evidente puede tratar de ayudar a comprender que lo que está pasando es grave de verdad, él lo tiene en el cuerpo”, dice Furriel.

Por otra parte, resalta su compañerismo con Alberto, con quien generan un vínculo de camaradería, pero a la vez de crítica entre ellos mismos. “Es el vínculo fuerte de mi personaje en la película. Su personaje va adelante con todo ímpetu, y el mío está tratando de quitar ese velo que uno tiene en la vida muchas veces.”

Desde su parte, el actor admite que haber construido su personaje de guionista junto a un director y guionista tan consagrado como es Rafael Russo fue clave. “Tenía claro cómo hablar, de qué hablar. Había que darles mucha humanidad a todos los personajes y algo que estuvimos trabajando y me gustó mucho fue el vínculo que formamos con Alberto”, resalta.

“Intenté buscar un enfoque diferente ya que hay muchas películas sobre este tema en Sudamérica, y traté de hacer una película más pegada a la calle, la realidad de la gente y un arco de personajes que reflejaran la antesala del horror, que me pareció más interesante que contar el horror en sí que ha estado abordado muchas veces", dice el director.
“Intenté buscar un enfoque diferente ya que hay muchas películas sobre este tema en Sudamérica, y traté de hacer una película más pegada a la calle, la realidad de la gente y un arco de personajes que reflejaran la antesala del horror, que me pareció más interesante que contar el horror en sí que ha estado abordado muchas veces", dice el director.

“Hay algo de la experiencia en los personajes que denota mi personaje del suyo, entonces era lograr ese aplomo y manera de ver que el otro no está viendo lo que hay que ver. Cuidar lo que se habla y cómo se hace de generación en generación. Y rescato mucho el poder de la metáfora de esa época y creo que mi personaje en si es una metáfora.”

En cuanto a la actuación propiamente dicha, ahondamos en cuál fue el momento más complejo de interpretar en su paso por El año de la furia. “La escena del falso fusilamiento. Tener los ojos tapados, ver a todos que estábamos desvestidos. Hubo un momento en que perdí la noción de la temporalidad, me imaginé lo que pasaban con los jóvenes en esa época y hasta hoy me genera algo, hubiese deseado no tener que poner el cuerpo para ello”, admitió sincero.

Las palabras del director

Claro que una de las incógnitas principales fue, ¿por qué abordar el año de la furia? Rafael Russo es hispano-argentino y siempre ha estado empapado de la historia latinoamericana, por lo que cuenta que la idea de llevar esta historia al cine viene formándose desde hace años.

“También tuvo que ver con una conversación que tuve con algunos amigos argentinos y uruguayos que comenzaron a contarme los años previos a la dictadura militar, el año de la furia y las particularidades de la historia del Uruguay. Y cuando me contaron la manifestación de los limpiaparabrisas la imagen me quedo grabada”, relata el director, haciendo énfasis en este detalle que después será una de las escenas más imponentes del filme.

“Intenté buscar un enfoque diferente ya que hay muchas películas sobre este tema en Sudamérica, y traté de hacer una película más pegada a la calle, la realidad de la gente y un arco de personajes que reflejaran la antesala del horror, que me pareció más interesante que contar el horror en sí que ha estado abordado muchas veces.”

Lejos de centrarse en la violencia y los atentados contra la población, la cinta busca un giro humanizando a sus personajes en medio de un momento de caos.
Lejos de centrarse en la violencia y los atentados contra la población, la cinta busca un giro humanizando a sus personajes en medio de un momento de caos.

En ese sentido, el guionista que regresó en su rol de director por segunda vez después de varios años, remarca que “quería abordarlo desde diferentes puntos de vista y contar una realidad que hasta ahora no ha acabado, que tiene resonancias con la realidad actual.”

La cinta tiene la particularidad de que, además de reflejar esa crudeza que se vivió en los años ‘70 en los países latinos, relata la historia dándole a sus personajes un costado más humano. Sin dudas, el papel de Daniel Drao es el que más se destaca en este espacio, el cual tiene sus propias luchas internas entre el deber y el querer.

“Por lo general lo que más me interesa es bucear en el corazón humano. Traté de buscar un mosaico de personajes diferentes, que demostrara todos los puntos de vista, y quería contar el punto de vista del artista, el creador, escritor. El artista tiene un arma en su mano y tiene que tomar la decisión de si la utiliza o no, y es la decisión que vive Joaquín Furriel”, relata el director.

Una actuación casi teatral

El personaje de Martina Gusmán fue quien se encargó de estar del otro lado de la historia. Dándole vida a Susana, una joven prostituta de la milicia, emprenderá una historia de amor con uno de los torturadores más destacados de su ambiente.

Rojas (Drago) encontrará en Susana una compañera silenciosa en donde depositará frustraciones, miedos, inseguridades, ira. Casi por completo con una relación que se desarrolla en el lenguaje no verbal, la actriz cuenta su experiencia en un proyecto que rozaba más lo teatral que lo cinematográfico.

“Había algo de mi personaje de construir la historia de amor con el personaje de Rojas y había algo de este arco del personaje que es súper grande, esto que ella va creyendo y descreyendo durante la historia para construir ese arco”, adelanta.

“La escena del falso fusilamiento. Tener los ojos tapados, ver a todos que estábamos desvestidos. Hubo un momento en que perdí la noción de la temporalidad, me imaginé lo que pasaban con los jóvenes en esa época y hasta hoy me genera algo, hubiese deseado no tener que poner el cuerpo para ello”, admitió Furriel que fue su escena más compleja.
“La escena del falso fusilamiento. Tener los ojos tapados, ver a todos que estábamos desvestidos. Hubo un momento en que perdí la noción de la temporalidad, me imaginé lo que pasaban con los jóvenes en esa época y hasta hoy me genera algo, hubiese deseado no tener que poner el cuerpo para ello”, admitió Furriel que fue su escena más compleja.

“Y principalmente cómo construirlo desde un lenguaje actoral prácticamente sin diálogos, porque toda esta parte de esta historia de amor se construye desde lo no verbal. Y era un desafío para mi súper grande por la intimidad que implicaba y cómo ir construyendo de a poquito esa historia de amor con ese desenlace”, explica Gusmán.

Además, la artista se sinceró respecto a sus propias vivencias, admitiendo que interpretar un papel de estas características fue un privilegio por la cercanía de la historia.

En lo personal me atraviesa porque mis padres, ambos, militaron en la época de los ‘70 por lo tanto la dictadura militar me atraviesa como todo argentino, y a nuestra generación que somos ‘hijos de una generación desaparecida’. En mi caso concreto, por padres que militaron y atravesaron diferentes situaciones como estos personajes”, comenzó contando.

“Un montón de cosas que, como en la película los chicos podían contar algunas cosas y otras no, mi padre hacía cine y tuvo que ocultar mucho material en ese momento. Mi madre estudiaba sociología y muchos de sus amigos desaparecieron. Por lo que de alguna forma poner el cuerpo a personas de esta generación que se veían interpeladas por el ‘me quedo, me voy, cuento, no cuento’. En mi casa se vivió muy cercano ello y fue muy emotivo como argentina y generacionalmente, lo sentí como un privilegio.”

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