A 50 años de la “tragedia de los bailarines” en el Río de la Plata: el doloroso origen del Día Nacional de la Danza

El 10 de octubre de 1971 nueve bailarines del Teatro Colón fallecieron en un accidente áereo. El episodio, uno de los más tristes y más recordados de la cultura argentina, motivó que hoy se conmemore ese día.

La escultura de bronce que recuerda a la famosa pareja de bailarines.
La escultura de bronce que recuerda a la famosa pareja de bailarines.

La “tragedia de los bailarines”, como se recuerda al accidente aéreo que ocurrió el 10 de octubre de 1971, es uno de los eventos más tristes de la cultura argentina. Ocurrió hace exactamente 50 años y se recuerda hasta el día de hoy: cada 10 de octubre se conmemora el Día Nacional de la Danza, en honor a los nueve bailarines del cuerpo estable de ballet del Teatro Colón fallecidos, entre los que se encontraban las primeras figuras Norma Fontenla y José Neglia.

Quien haya merodeado por el Colón en Buenos Aires, se habrá encontrado en la Plaza Lavalle con la estatua de bronce que conmemora a esos dos nombres rutilantes de la danza argentina. Bailan un “pas de deux” eterno y motivan la curiosidad de los paseantes.

La historia, aunque recordada, no es tan conocida en sus detalles: aquel domingo, los artistas se dirigían a la ciudad de Trelew para presentarse en el Teatro Español. Después de despegar de Aeroparque, el avión se precipitó sobre las aguas del Río de la Plata, cuando intentaba regresar al aeropuerto por fallas en uno de sus motores.

No hubo sobrevivientes. La noticia conmocionó especialmente al ambiente artístico: el trágico accidente había truncado la vida de dos de los mejores bailarines argentinos y dejó incompletas muchas carreras brillantes. Fontenla y Neglia se habían hecho populares en esa época porque se acostumbraba transmitir ballet en televisión abierta y ellos eran de las figuras recurrentes.

Pero no fueron los únicos: también fallecieron Antonio Zambrana, Carlos Santamarina, Carlos Schiaffino, Margarita Fernández, Martha Raspanti, Rubén Estanga y Sara Bochkovsky.

Los primeros bailarines

En un país donde los bailarines de ballet suelen llegar al estrellato (nomás recordemos a Julio Bocca y a Hernán Piquín), recordar a José Neglia es pensar en una suerte de precedente.

A sus 42 años había llegado a lo más alto de su profesión: fue distinguido con varios premios, aunque el más importante de ellos fue el otorgado por la Asociación Internacional de Danza, en París, donde recibió el premio Nijinsky. El “Balón de Oro” de cualquier bailarín.

También en 1968 le fue otorgada en Francia la “Estrella de Oro”, por ser considerado el mejor bailarín del VI Festival de Danza de París. Estaba en plena madurez artística y es posible pensar que, como Mijaíl Barýshnikov y tantos otros bailarines, podría haber bailado 10 años más.

Una foto con parte del elenco, tomada meses antes del accidente.
Una foto con parte del elenco, tomada meses antes del accidente.

El caso de Norma Fontenla, de 41 años, era parecido: había acompañado a Rudolf Nuréyev y a Neglia en la televisión, al tiempo que lograba fama internacional. Actuó en el Ballet de Río de Janeiro, Brasil, y con dicho cuerpo de baile efectuó una importante gira por Europa incluyendo espectáculos en teatros y presentaciones en televisión.

El accidente

La ‘tragedia de los bailarines’, como se la recuerda, está tan presente en la memoria colectiva como el terremoto de San Juan o la tragedia de Los Andes”, escribió la periodista Margarita Pollini en su libro “Palco, cazuela y paraíso”, un compendio de anécdotas del Teatro Colón. “Aunque jamás hayan visto un ballet, todos han oído esos nombres y se conmueven con el recuerdo del avión hundido en el Río de la Plata”.

Aquel domingo 10 de octubre de 1971 embarcaron a las 18.45 en Aeroparque: presumiblemente cansados, puesto que esa misma mañana habían actuado en “El niño brujo”, en el Teatro Coliseo: la obra había hecho célebre a Neglia. La ovación que se llevaron sería además la última.

Adentro los esperaba Orlando Golotilec, un experimentado piloto de 38 años que había servido en vuelos comerciales y en la Fuerza Aérea. En este caso, la aeronave era un bimotor Beechcraft Air Queen 1965, de la empresa Gino Faccini.

Iban con suficiente combustible para llegar a Trelew en un solo vuelo: allí actuarían en beneficio a un Centro Geriátrico local, y serviría como primera fecha de una gira por el sur del país auspiciada, entre otras empresas, por Pepsi-Cola. Dicen que Fontenla, quien hace poco se había divorciado, había conocido a un alto gerente de esa compañía y la relación iba en serio.

Aquella era una más de las tantas actividades que los integrantes del Ballet Estable (no solo ellos nueve) desarrollaban fuera del Colón: muchos lunes, por ejemplo, un pequeño grupo de bailarines se presentaba en otros teatros”, relata Pollini en su crónica.

La portada de Clarín del día siguiente.
La portada de Clarín del día siguiente.

A las 19.10, el piloto puso el motor en marcha y poco después despegó. A cuatro minutos de estar en el aire la torre de control de Aeroparque recibió un llamado de Golotilec, quien le dijo -según recuerdan, con mucha calma- que tenía una falla en un motor, por lo que la aeronave se encontraba solo con la mitad de su potencia y tenía que aterrizar urgente.

La pista estaba libre para que lo hiciera, pero no llegó: “¡Vamos al agua, vamos al agua!”, fue la última comunicación con el piloto. A las 19.30, un helicóptero de la Prefectura Naval ya estaba sobrevolando la zona: no costó mucho encontrar al avión, estrellado de forma vertical con la parte trasera arriba y hundido unos tres metros y medio.

Siguió una larga noche, con dos naves guardacosta y cuatro buzos que rescataron los diez cuerpos. Desde un principio se descartó la posibilidad de que hubiera sobrevivientes, pero los medios de entonces prefirieron evitar los titulares de luto: “Cayó un avión al río: diez desaparecidos”, informó en primera plana Clarín.

Cuando la noticia empezó a correr, en el Teatro Colón sonaba “La pasión según San Mateo” de Bach: el rumor se empezó a ahogar en sollozos y bajas de presión en la sala. Es imaginable que gran parte del público conocía muy bien a los nueve artistas, y nadie podría creer que estuvieran muertos.

En esos primeros minutos la falta de información tornó la situación más dramática. Algunos pensaban que estaban entre los fallecidos también las primeras bailarinas Violeta Janeiro y Olga Ferri, y hasta hicieron conjeturas de por qué el avión había caído: se llegó a decir que todos los artistas se habían asomado hacia un lado para saludar y que el peso había hecho inclinar de forma muy peligrosa al avión. Otros insinuaron que José Neglia, conocido bromista, había tomado el mando.

Todos fueron velados en el Salón Dorado del Gran Teatro, entre familiares, políticos, personalidades de la cultura y una multitud sensibilizada, que obligó a cortar el tránsito y acompañó las 26 carrozas hasta el cementerio de La Chacarita.

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