El nuevo libro del biógrafo de Maradona: de "prócer" en el Mundial 86 a las contradicciones con Menem

Daniel Arcucci, quien lo acompañó 34 años, presenta un libro sobre el mejor momento del Diez, el Mundial ‘86, y analiza las distintas resurrecciones maradonianas.

El periodista presenta su nuevo libro “Jamás me voy a olvidar. México 86. La historia de mi mayor victoria”. Una nueva versión del Mundial de Fútbol más importante en la reparación patriótica de una Argentina devastada por el recuerdo reciente de la Guerra de Malvinas. Narrado en primera persona, Diego Armando Maradona cuenta cómo fue ajusticiar a todo un país con los dos goles a Inglaterra.

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En una charla exclusiva con Los Andes, Arcucci analiza los distintos Maradona que conoció en los 34 años que mantuvieron de vínculo, a veces más profesional y en otros momentos de amistad. El escritor explica cómo para el jugador todos los días eran como intentar repetir su gran hazaña que, hasta el final de sus días, le dejarían un sentimiento de añoranza por lo que ya no era.

El periodista se propuso publicar este libro motivado por dos factores: primero, la muerte del "dios del fútbol" el 25 de noviembre de 2020 y la segunda, la Selección Argentina consagrada campeona del mundo en Qatar 2022.

“Después de esos dos acontecimientos, me propuse mantener encendida la llama de la memoria maradoniana. Muchos me decían ‘Nadie se va a olvidar de Diego’. Pero yo creo que sí, porque tenemos una tendencia al olvido. Tenemos una tendencia a dejar”, aclaró.

Daniel predica la misa maradoniana desde su altar, en su casa de Vicente López. Como todo santuario, imágenes de la deidad abundan en la sala, una de ellas queda suspendida de fondo justo detrás del hombro del orador. “Yo soy Diego”, le susurra.

En una repisa vidriada, una camiseta del “10” celeste y blanca. Por allí también está la suplente azul, igual a la de Inglaterra de 1986, pero se trata de la que usó Diego en el Mundial de 1994 ante Grecia. No es una prenda, es la mismísima piel del jugador la que se siente cerca.

Nuevo libro de Daniel Arcucci: "Diego Maradona. Jamás me voy a olvidar. México 86. La historia de mi mayor victoria"
Nuevo libro de Daniel Arcucci:

Nuevo libro de Daniel Arcucci: "Diego Maradona. Jamás me voy a olvidar. México 86. La historia de mi mayor victoria"

"Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que le hizo dos goles a los ingleses y uno de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa una copa del mundo", inicia el libro. Es 24 de diciembre de 2015, la primera Navidad que la familia del Diez pasa sin Don Diego y Doña Tota en la casa de José Luis Cantilo al 4.500, en el barrio porteño de Villa Devoto.

Está el núcleo más íntimo familiar y, de afuera, Héctor Adolfo “El Negro” Enrique con su esposa e hijos, y Daniel. Los fuegos artificiales, que sonaban desde las 22, aportan su mística a la noche que sonaba a los temas en vivo de “Los Del Fuego”.

Un deteriorado Diego, ya con sobrepeso, le saca el micrófono al cantante y da un discurso. Pronuncia esa primera frase y el periodista ya sabe que tiene el inicio para “México 86: así ganamos la copa mi mundial”, de 2016 y que le da su primera edición al libro reeditado este mes.

—El último tiempo, ¿vivía de la añoranza de sus mejores épocas?

—Sí. Él tenía conciencia de que ya no era Maradona. Porque para él ser Maradona era hacerle dos goles a los ingleses todos los días. Vivía con esa añoranza, con mucho dolor y en una lucha constante. La que tiene cualquier adicto y no porque en el último tiempo consumiera droga, porque no tomaba cocaína. Se servía una copa de vino y se alteraba mucho, me pasó de ver situaciones humillantes, no en sí, sino porque mostraban su deterioro, pero que aún en ese estado le surgía alguna reflexión extraordinaria. Cuando parecía caer, había algo a lo que le sacaba brillo. Hay una que me pasó en Rusia 2018… pero ya llegará el momento de contarla.

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Diego Maradona y Daniel Arcucci.

Diego Maradona y Daniel Arcucci.

“Dani, ¿con quién pasás Nochebuena?”, lo había invitado el mismo Maradona que 30 años antes le prohibió el acceso a Cantilo. En 1985, el periodista daba sus primeros pasos en El Gráfico. El director Ernesto Cherquis Bialo le había dado la directiva de que pasara Navidad con el jugador que, en ese momento, recién se estaba recuperando de haber sido la “decepción” del Mundial de 1982.

“Maradona me dijo ‘no, ni loco vas a estar en mi casa’ pero sí venite al día siguiente. Ese pequeño gesto de aceptar lo que me había dicho y no aparecer en su puerta el 24 a la noche él lo registró, en esa capacidad intuitiva que tenía, como una muestra de respeto”, explicó.

Lo único que rescata de esa nota, que a 40 años califica como “mala” por su juventud, inexperiencia y falta de herramientas, es que sentó el precedente para la amistad que formarían hasta la muerte del ícono argentino.

Un lazo basado en tres premisas: respeto por la intimidad y los límites entre su tarea periodística y el vínculo personal; conciencia de que Diego era el protagonista, no él — “Cuando estás con él te tenés que estar atando al piso todo el tiempo para no sentirte Maradona”—; y paciencia para discernir cuándo el jugador estaba en sus cabales para hacer manifestaciones públicas y cuando no.

A cambio, Diego también lo cuidaba a él. “Me apartaba de ciertas cosas. Muchas veces me llamaba, y eso lo llevo con muchísimo orgullo, cuando estaba bien. El Maradona persona era incluso mejor que el futbolista. Tenía una adicción gravísima que posiblemente lo haya hecho cometer muchísimos errores pero su mejor versión es esa que siempre se levantaba, que renacía una y otra vez. Tuvo varias resurrecciones a lo largo de su vida, y muchas fueron para salir de esa bosta que tomaba”.

El ADN de un “prócer” argentino destinado a la muerte trágica

Cuando Lionel Messi, tras el partido contra Países Bajos en Qatar 2022, le dijo a Wout Weghorst “Qué mirás? Andá pa’ allá, Bobo”. El comentario generalizado, luego de la sorpresa al ver qué tenía sangre en las venas y que ésta hervía de furia como de pasión por la celeste y blanca, fue que “insultó a lo Diego”.

Con una inconsciente necesidad de seguir mencionándolo en presente, el biógrafo explica: “Diego es un ser maravillosamente imperfecto, en esa característica hay muchos de los secretos de por qué fascina. La imperfección también tiene que ver con el ADN argentino y está en Maradona: en lo bueno y en lo malo, en la debilidad que después lo hace fuerte, en el fanfarrón y en el que lucha contra la adversidad y sale adelante”.

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Maradona y su icónico tapado de piel.

Maradona y su icónico tapado de piel.

Del ADN puramente maradoniano estaba entre sus genes la contradicción. Él como adjetivo era todas sus disonancias juntas, el Maradona meme con un tapado de piel, sonrisa blanca y copa de Champagne en mano, el de Fiorito salido del barro, el de “la pelota no se mancha” y el que criticaba al neoliberalismo pero salía en una foto abrazándose con Menem.

En 1995 estaba por volver a Boca. Cuando regresó al país, Daniel se lo encontró con una remera de Domingo Cavallo. Un peronista con el emblema de las políticas reformistas del menemismo en su pecho. “¿Por qué?”, lo interpeló. “Porque luchó contra las mafias”, justificó el Diez.

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Diego Maradona y la famosa remera de Domingo Cavallo, alias

Diego Maradona y la famosa remera de Domingo Cavallo, alias "Mingo" .

"Siempre explicaba: ’Yo digo lo que la gente siente y lo que me sale’. Y eso muchas veces lo hacía caer en contradicciones. Te sorprendía, muchas veces ingratamente. Las extravagancias, las exageraciones, las transgresiones también forman parte de él”, comentó.

—Nombrarse vocero de la gente habla de un gran ego…

—Diego se asumía, no era humilde. Para hacer lo que hizo no podés ser humilde. Para llegar a los niveles de este tipo de personajes, que son muy poquitos, tenés que llevar un ego importante. Ahora, dentro de ese ego, hay algo que Diego no perdió nunca, más allá de sus contradicciones, que es la conciencia de clase. Por eso cuando aparecía con prendas o joyas carísimas era su forma de decir: "¿Por qué yo no? ¿Porque soy de Fiorito, porque salí del barro?". Además, él era un ser político.

—¿Cómo crees que hubiese tomado la decisión del seleccionado actual de no ir a Casa Rosada después de Qatar 2022?

Diego hubiera ido. Uno puede quedarse con esta cuestión de que era peronista y, por ende, estaba alineado más con el gobierno. Pero él fue a la Casa Rosada en 1986 con un gobierno que había intentado sacar a Bilardo de la selección, que era el presidido por Raúl Alfonsín. Él dijo “si lo echan a Bilardo, yo también me voy”. Hubiera ido, no necesariamente por la coincidencia con el signo político sino que porque para él estar en el balcón de la Casa Rosada era algo muy importante. Yo le pregunté siete días después de haber estado en el balcón en 1986 y me dijo: “Me sentí Juan Domingo Perón”.

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En el balcón de la Casa Rosada, 1986.

En el balcón de la Casa Rosada, 1986.

En ese momento, la percepción del futbolista de ser un referente social recién se estaba asentando en su personalidad. Tal fue que en esa visita que le hizo Daniel, a pesar de haber traído la Copa del Mundo a su país, estaba triste y abrumado porque sentía que era demasiado el amor que le daban en la calle. Su lógica fue: si este amor me lo dan porque le hice dos goles a los ingleses, le tengo que hacer dos goles a los ingleses todos los días de mi vida.

Ese Diego, de 25 años, que necesitaba más que clavar la pelota en el arco, una causa por la que luchar fue el que se convirtió en un ícono argentino. El que lo llenó de grandeza, elogios y excesos. Y el que, con su nuevo libro, Daniel intenta regresar al recuerdo más reciente eclipsado por las adicciones y la trágica muerte.

“Nada empaña lo que fue Maradona; lo que empaña es la tristeza y la denigración que sufrió a su alrededor para terminar como terminó. muchos podían imaginar que Diego era un típico héroe o prócer argentino condenado al exilio o a la muerte trágica”, resolvió.

—¿No hay una posibilidad de que él construyera esa soledad que rodeó su muerte?

No, creo que tenía que ver con cosas que ya no podía manejar. Muchas veces decidió estar acompañado de una manera y eligió mal. Confiaba ciegamente y veces se dejaba usar. A su vez, era muy difícil decirle que no a Diego y si lo hacías te tenías que apartar, no había un término medio.

El escritor cuenta con los dedos de las manos las personas que podían ponerle límites, hasta cierto punto, al ex DT de la selección. Fernando Signorini, quien fue su preparador físico y confidente más íntimo desde 1983 hasta 1994; Claudia Villafañe y sus hijas más cercanas, Gianinna y Dalma. Estas últimas, acusadas en varias oportunidades de abandonar a su padre.

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Dalma y Gianinna en el juicio tras la muerte de su padre.

Dalma y Gianinna en el juicio tras la muerte de su padre.

“Hay una injusticia muy grande, las chicas sufrieron un montón. Muchas veces, Diego, en ese trance que entraba, les decía cosas horribles. Y ellas se ponían en el rol de madres de su padre. Yo la he visto a Dalma oponerse a las formas de actuar de él y marcar una distancia”, vivenció.

El momento más maradoniano, según Daniel Arcucci

En el Mundial 94 de Estados Unidos, Maradona dijo su famosa frase “Me cortaron las piernas”, luego de que le diera doping positivo y lo expulsaran del torneo. Días antes, Daniel, quien cubría el evento deportivo, le había pedido al manager del capitán de la selección si le regalaba la camiseta azul que usó en el partido contra Grecia. A lo que le contestó que se la pidiera cuando llegaran a Dallas, que allí se la daría.

Pero cuando eso sucedió, saltó todo el escándalo. Argentina perdió. El equipo, sin alma, sin Diego, se desdibujó. Todo el plan se vino abajo. El Mundial se terminaba ahí.

El periodista estaba en su habitación, todavía en shock. Sonó el teléfono. Lo solicitaba Diego en su cuarto, en el mismo edificio pero cinco pisos arriba del suyo.

Estaba solo, de espaldas a un ventanal. Vestido con la ropa de salida de la Selección. En la cama, varios bolsos abiertos.

“Me mira y me dice: ‘vos me habías pedido una camiseta, ¿no?’ Yo no podía creerlo. Le acababan de cortar las piernas, lo habían echado del Mundial y todavía se acordaba de que tres días antes yo le había pedido una remera”, relató. Y agregó: “'¿La querés todavía'?, me preguntó”.

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Maradona y la remera suplente que usó contra Grecia, su último gol en la selección argentina.

Maradona y la remera suplente que usó contra Grecia, su último gol en la selección argentina.

En esa pregunta estaba todo. Su vergüenza, su compromiso, su necesidad de representar a todos los que lo admiraban, su miedo a haber perdido ese lugar que había recuperado con tanto esfuerzo.

Esa camiseta, en ese momento, valía más que nunca. Daniel todavía la atesora como uno de sus bienes más preciados.

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