En algunos medios y sitios de internet dedicados al cine empiezan a anticiparse recordatorios y homenajes por los 50 años del estreno de una de las grandes películas de la historia del cine. De hecho, el American Film Institute la ubica en el puesto 33 entre las 100 mejores del siglo XX. Y es que Atrapado sin salida —de ella hablamos—, o One Flew Over the Cuckoo's Nest, como se llamó en su país de origen, a punto de cumplir la cincuentena, aún hoy sigue irradiando ese temperamento intenso y cuestionador con que impactó a los espectadores de todo el mundo al promediar los 70.
Imposible escapar a la tentación de compararla con esas botellas con mensajes halladas a principios de este mes en la costa australiana, con cartas de jóvenes soldados que marchaban a sacrificarse en la Primera Guerra. Aunque más cerca en el tiempo, Atrapado sin salida se parece a una de esas botellas: revisitada con ojos actuales, por un lado actualiza una época no tan lejana en que, tras la sangría alucinada de Vietnam, la sociedad norteamericana parecía tener mejores aspiraciones; y por otro, le habla con terrible voz a estos tiempos de manicomio generalizado que controlan las enfermeras Ratched del mundo.
Por lo pronto, rever Atrapado sin salida es ponerse en contacto con uno de los mejores momentos del cine norteamericano, cuando de esa usina salían obras maestras como El Padrino (F. Coppola, 1972), Sérpico y Tarde de perros (Sidney Lumet, 1973 y 1975), Barrio Chino (Roman Polanski, 1974), Taxi Driver (M. Scorsese, 1976), El francotirador (M. Cimino, 1978) y Apocalypse Now (otra vez Coppola, 1979). Era otro cine; Wikipedia hoy lo clasifica en un apartado como “el nuevo Hollywood”. No nos abarrotaban aún de superhéroes, de Rápidos y furiosos, de zombis, de sociedades distópicas (con y sin zombis), de catástrofes e invasiones alienígenas, de fines del mundo.
Uno de los méritos de Atrapado sin salida fue que, al mismo tiempo, resultó una película muy popular —que veía todo el mundo— y un filme de culto. Aquí en Mendoza, por ejemplo, se estrenó en alguna de las salas que aún resistían en las calles Lavalle o Buenos Aires, y luego podía verse en las reposiciones del legendario Selectro.
Para quienes en 1975 andábamos alrededor de los 15 años, ver Atrapado sin salida fue algo parecido a una epifanía. En sus 133 minutos de duración, la película se las arreglaba para hacer participar a sus espectadores de un sentimiento de época. Se salía del cine con una sensación ambivalente de rebeldía y derrota. Mientras que en Estados Unidos se estrenó el 19 de noviembre, a los cines argentinos llegó el 12 de febrero de 1976, unas cuantas semanas antes del golpe militar. Visto hoy con perspectiva, no se puede pensar en un momento más lamentablemente propicio, en una sincronía más tenebrosa.
En aquella sociedad sobre la que empezaba a cernirse una lobotomía generalizada, no era difícil simpatizar con Randle McMurphy, el personaje magistralmente encarnado por Jack Nicholson, y acompañarlo incondicionalmente en cada uno de sus enfrentamientos con la siniestra enfermera Mildred Ratched, interpretada por la grandiosa Louise Fletcher. Nunca deja de causar admiración la gradualidad con que la actriz construye ese personaje monstruoso, una de las malas más memorables del cine.
Atrapado sin salida fue también un manifiesto de época. En su trama resuenan Vietnam, la contracultura, los beatniks, los hippies, las drogas, simultáneamente el anticapitalismo y el anticomunismo.
Milos Forman, su director —quien realizó otros films extraordinarios como Hair (1979), Ragtime (1981) o Amadeus (1984)—, era un checoslovaco disidente emigrado a los Estados Unidos. En 2012 escribió: “Para mí, One Flew Over the Cuckoo's Nest no era solo literatura, sino la vida real, la vida que viví en Checoslovaquia desde mi nacimiento en 1932 hasta 1968. El Partido Comunista era mi Enfermera Ratched, diciéndome lo que podía y no podía hacer”.
Mientras tanto, Ken Kesey, el autor de la novela, fue una de las figuras del movimiento contracultural norteamericano de los 60 y 70, entre los beatniks y los hippies, promotor de experiencias psicodélicas comunitarias y amigo de Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Neal Cassady y Timothy Leary.
Los que en 1975 teníamos 15 y empezábamos a cultivar nuestra formación cinéfila devorábamos toda la información que podíamos sobre Atrapado sin salida. Esos datos pasaban de boca en boca en la previa de los cines o al fin de la noche, cuando se salía de las salas del Centro para ir a tomarse un cafecito o una birra y hacer el comentario con los amigos.
La película fue inicialmente un proyecto de uno de los más grandes actores de Hollywood: Kirk Douglas, quien había interpretado el papel de McMurphy en 1963-64 en una versión teatral en Broadway y tenía comprados los derechos cinematográficos de la novela de Kesey. Durante diez años intentó llevarla a la pantalla, pero no pudo encontrar un estudio que lo apoyara. En algún momento le vendió los derechos a su hijo Michael Douglas, quien entonces empezaba a asomarse como actor en la serie Las calles de San Francisco, junto a Karl Malden. Michael logró que se produjera la película, pero no pudo darle el protagónico a su padre, ya con casi 60 años y considerado demasiado mayor para el papel de McMurphy.
Por suerte, ese papel recayó en el querido y glorioso Jack, quien para ese entonces ya había ganado cierto reconocimiento en las películas de la Hammer o en Busco mi destino (Dennis Hopper, 1969), donde interpreta a George, el abogado alcohólico y cool. Pero su interpretación de Randle McMurphy lo colocó entre los mayores actores de la historia y de su tiempo, junto a Dustin Hoffman, Al Pacino y Robert De Niro. Dicho sea de paso, en la plataforma HBO puede verse el filme de Bob Rafelson Mi vida es mi vida (1970), donde Nicholson interpreta a un personaje con cierto parecido al de McMurphy, aunque en un registro más contenido.
Atrapado sin salida resultó una película pródiga. No solo fue una de las más taquilleras de ese año, sino que arrasó con todos los premios: obtuvo los cinco principales Oscar —mejor película, mejor director, mejor actor, mejor actriz y mejor guion adaptado—, hazaña que solo han logrado Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) y El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991). Sin embargo, es la única de las tres que también obtuvo esos cinco premios en los Globo de Oro y en los BAFTA. En 1993, la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la consideró “cultural, histórica y estéticamente significativa” y la seleccionó para su preservación en el National Film Registry.
Hoy, con toda esa gloria reunida y cuando está a punto de cumplir 50 años, One Flew Over the Cuckoo’s Nest, o Atrapado sin salida, puede verse en cualquiera de las plataformas de streaming vigentes e incluso en YouTube, con solo hacer un clic. Sin embargo, medio siglo después también sigue siendo una película que no se deja domesticar.