“Alma de caballo”: La historia de la mujer suiza vestida de gaucho que recorre el país enseñando doma natural

Caroline Wolfer parece un personaje digno de ficción, o de mito, sin embargo se trata de una mujer real que dejó la prolijidad de su Suiza natal para adentrarse en la indómita Patagonia, en el inclemente Norte argentino o en el rusticidad tupungatina para ayudar a conectar personas y caballos desde el conocimiento de su naturaleza

La suiza dejó la comodidad de su país para enseñarle al mundo el lenguaje del caballo
La suiza dejó la comodidad de su país para enseñarle al mundo el lenguaje del caballo

El caballo vive en ‘modo corazón’, y se comunica de manera intuitiva, nos enseña a escuchar las cosas más sutiles de la vida, nos señala el camino hacia donde está nuestra esencia más pura”, reza uno de los tantos flyers con los que Caroline Wolfer invita a los amantes de los caballos y a quienes quieran conocer su lenguaje a participar de ese viaje hacia el interior de cada uno con el caballo como mediador.

La historia de Caroline es extensísima, difícilmente compilable en una sola nota, ni siquiera en un solo libro. Ella misma trató de hacerlo en “Alma de caballo”, una maravillosa producción literaria que ayuda a entender, desde su mirada y sus experiencias, la “comunión” con la energía equina. Sin embargo, al abordar el libro se entiende que es apenas una porción de su vida, tan intensa como lo son todas sus narraciones. Es de esos libros atrapantes, que no se pueden dejar un instante de leer y que uno espera que nunca termine.

Tapa del libro "Alma de caballo".
Tapa del libro "Alma de caballo".

La presentación del libro se hizo para un grupo de ex alumnos de “la suiza”, de los tantos cursos que dio en Mendoza. Sin dudas su trabajo durante los últimos años ayudó a abrir mentes y corazones para entender el idioma del caballo. Allí, en el Club Ecuestre de Estancia Atamisque, también se presentó un corto de la realizadora audiovisual Florencia Barrabino, “Otro tiempo” (A different kind of time) en el que relata el delicado lapso que le toma a Caroline Wolfer contactar con un caballo salvaje.

Quién es Caroline Wolfer.

Mendoza no tiene tanta cultura de caballos como la provincia de Buenos Aires y algunos festivales del interior, como Jesus María, en los que la doma gaucha predomina como uno de los principales atractivos. Por eso, cuando Caroline Wolfer llegó a Mendoza, hace más de una década, resultaba bastante intrigante saber por qué una suiza vestida de gaucho, que hablaba con la zeta española, venía hasta estas latitudes para dar un curso de “doma natural” y no lo hacía en un hotel del centro de la ciudad, donde poder albergar un gran auditorio que le rediturara económicamente, sino en la estancia La Alejandra, en lo profundo de La Carrera, en Tupungato, para no más de 10 personas, algunos de los cuales habían arrastrado un trailer atravesando el país de este a oeste con una yegua que “tenía problemas” o con caballos jóvenes para amansarlos sin trauma. Todo eso no hacía más que incrementar el halo místico del asunto.

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Caroline Wolfer nació en Suiza del lado alemán, en un pueblo llamado Buchrain. Desde niña sintió que era más caballo que persona, soportó las inclemencias de la educación formal mientras se las ingeniaba para escaparse a los establos cercanos, antes y después del colegio y siempre pedía de regalo para su cumpleaños clases de equitación, pero no era suficiente. A los 11 años logró que la tomaran para trabajar en una caballeriza limpiando bosta de caballo, y así poder estar cerca de los animales.

Caroline durante la presentación de su libro en La Carrera, Tupungato.
Caroline durante la presentación de su libro en La Carrera, Tupungato.

“Desde que tengo memoria, soñaba con montar caballos salvajes. Esa siempre fue mi meta: mientras me recibía de maestra y profesora de educación física, mientras me mantenía a flote con changas y trabajos de periodismo. Poco me marcó lo que estudié, en cambio lo que los caballos me contaron sobre la vida dejó profundas huellas en mi corazón”, confiesa.

Caroline Wolfer en Estancia La Alejandra, Tupungato
Caroline Wolfer en Estancia La Alejandra, Tupungato

Siempre sintió que los caballos le hablaban, y le tomó casi media vida entender que a las demás personas no les pasaba lo mismo y que ni siquiera entendían cuando ella trataba de explicarlo.

Así, en cuanto pudo, huyó al trote hacia España donde aprendió el idioma e intentó vincularse con personas con sus mismas inquietudes, pero su idiosincrasia suiza también fue una barrera. Allí le hablaron de Argentina, de los gauchos y de la pampa, y decidió emprender para estos rumbos.

Alma de caballo

“Me encanta ser asimilada por la madre naturaleza, hechizada por su grandeza, su fuerza y energía. Cualquier manifestación de arrogancia humana se vuelve infinitamente pequeña”, explica a unos pocos. No todos entienden lo que quiere decir.

La domadora suiza durmiendo junto a un caballo en el corral
La domadora suiza durmiendo junto a un caballo en el corral

“Ustedes los argentinos glorifican Suiza como si fuera un paraíso. No saben lo que es vivir en un lugar donde todo está meticulosamente dictaminado por alguien más (la economía, el Estado, la familia) y no hay sorpresas. Uno sabe lo que va a pasar mañana, el año que viene y dentro de una década, todo es igual, nunca cambia. Por eso, antes de concebir un bebé, sus padres ya saben cuándo va a nacer, dónde, a qué colegio irá y qué carrera probablemente estudie. Así es todo”, me dijo una vez, hace una década, y sólo entonces entendí por qué se fue de su país. “La vida es otra cosa”, cerró.

El libro, “Alma de caballo” fue escrito en su idioma natal, suizo-alemán, y muchas de las palabras no tienen traducción al español. De hecho, el título original es “Die Pferdin”, que no tiene correlato y que vendría siendo algo como “La caballa” (“la mujer de los caballos”).

No fue hasta que llegó a la Patagonia con su libro, que una de las tantas profundas amistades que forjó allí, como en el resto del país, se ofreció a hacer la traducción e imprimirlo.

Cruce de Los Andes a caballo organizdo por Estancia La Alejandra y dirigido por Caroline Wolfer.
Cruce de Los Andes a caballo organizdo por Estancia La Alejandra y dirigido por Caroline Wolfer.

“Escribir el libro me tomó como 10 años, pero era para sanar mis cosas”, explica y agrega “es mucho trabajo interior, porque son cosas que yo viví, entonces al escribirlo tuve que revivir a través de imágenes y emociones todo eso de nuevo”, Y completa “Todo es real”.

El relato va desgranando su tiempo compartido con un gaucho de Tierra del Fuego llamado Huinca, que representa a todos los gauchos que conoció en sus viajes desde el recóndito Sur hasta Salta. “Es un personaje real, pero no todo lo que viví era con él, pero yo puse su nombre para no poner otros nombres”.

Gauchos y doma

Basta imaginarse a esta mujer esbelta, de rulos rubios y ojos azules entre medio de los gauchos de campo adentro, intentado explicarles ¡justamente a ellos! cómo se doma un caballo, para que la imagen parezca absurda o estremecedora.

“Tuve que aprender el nivel humano de los gauchos, porque yo vivo en un país donde no tenemos tantas jerarquías diferentes y al principio actuaba como lo había hecho en Europa y no funcionaba”, cuenta.

Salta
Salta

En uno de los capítulos del libro narra un hecho que para ella fue importante y marcó un antes y después en su vínculo con los gauchos, al entender las profundas creencias y supersticiones que atraviesan la mente de esos hombres. “Estaba dando un curso donde les explicaba la importancia de cómo mirar a los caballos, cómo usar nuestros ojos, pero los hombres no me miraban. Y había un gaucho joven que estaba muy enojado porque yo, una mujer, ¡qué podía saber de eso! Entonces me puse a trabajar con un potro salvaje que estaba muy loco, tratando de explicar lo de la mirada y el potro se calmó. Inmediatamente el gaucho joven le preguntó a otro mayor si eso era ‘un secreto’ y el otro asintió”, explica Caroline en su perfecto español. “El secreto, para los gauchos es algo de significado místico, como una revelación. Con el simple gesto del gaucho mayor, el joven interpretó que yo tenía un ‘don’ y dejó de desconfiar de mí por ser mujer”.

Caroline, junto a su yegua en La Carrera, Tupungato.
Caroline, junto a su yegua en La Carrera, Tupungato.

El libro no está en librerías, hay que pedirlo directamente a la mujer que se encargó de su traducción e impresión, en Bariloche: Gabriele Funk, 2944 23-0365 o al mail gabriele.funk@gmail.com

La lectura de sus páginas es un viaje al interior de la argentinidad, de la naturaleza indómita de los caballos y de uno mismo.

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