Warri, Nigeria. Abubakar Ya'u llena con arena los sacos de arpillera colocados en el lomo de su burro, una montura ancestral que se ha convertido en un útil de trabajo demasiado caro para los pobres recolectores de arena.
Warri, Nigeria. Abubakar Ya'u llena con arena los sacos de arpillera colocados en el lomo de su burro, una montura ancestral que se ha convertido en un útil de trabajo demasiado caro para los pobres recolectores de arena.
La creciente demanda en China, donde la piel del asno es apreciada por sus supuestas virtudes medicinales, hizo estallar los precios hasta Kano, en el norte de Nigeria.
“Hace dos años, comprábamos asnos bastante recios por 15.000 o 18.000 nairas (entre 35 y 42 euros), pero hoy, para conseguir un buen asno, necesitas entre 70.000 y 75.000” nairas, explica el joven Abubakar calzado con unas polvorientas sandalias.
“Se debe a la enorme [cantidad] de asnos comprados que son transportados hacia el sur [de Nigeria] donde se consume su carne y se exporta su piel”, precisa.
Abdurrahman Garba, de 40 años, de los cuales 30 los pasó recogiendo arena en las áridas llanuras del norte del Sahel, precisa que la situación se agravó debido a las prohibiciones de exportación dictadas por algunos vecinos de Nigeria.
“Ahora que Níger prohibió las exportaciones de asnos para economizar sus existencias, los chinos vienen a nosotros y nuestras existencias se agotan a un ritmo alarmante”, asegura.
Botsuana, Senegal, Mali, Burkina Faso y Gambia imponen igualmente restricciones a las exportaciones de asnos.
Los precios estallaron ante la demanda, y la venta de los animales para los areneros se volvió atractiva.
“Me ofrecieron 95.000 nairas (220 euros) por mi asno, pero me resistí a la tentación de venderlo porque sabía que no podría remplazarlo”, dijo.
Miles de animales, a veces importados ilegalmente de los países vecinos del Sahel, son luego transportados hacia el sureste de Nigeria, donde son sacrificados.
Mientras en el norte son una herramienta de trabajo, en el sur son utilizados por su carne, donde su matanza es legal y común.
En un mercado de Ughelli, en el Estado del Delta, que se está convirtiendo en un centro de comercio de asnos, cientos de animales están amontonados en corrales bajo un sol abrasador.
Cada mes se abren aquí nuevos refugios de animales para acompañar la demanda de pieles y carne y responder a la continua afluencia de burros provenientes del norte.
Desde el Estado del Delta, las pieles son luego enviadas a China donde son hervidas y la venta de gelatina (usada como medicamento), conocida con el nombre de Ejiao, genera cientos de millones de dólares cada año.
“El medicamento es conocido comúnmente como 'tónico de sangre' y ayuda a fortalecer el cuerpo en particular en algunos casos como la anemia”, asegura Oliver Emekpor, carnicero del mercado de Ughelli.
“Se entrega en bloques de trozos secos y se vende hasta por 390 dólares [327 euros] el kilo”.
Para Simon Pope, activista en Donkey Sanctuary, una organización caritativa británica, la magnitud del comercio de asnos, que afecta hoy a casi todos los continentes, es muy difícil de estimar.
“Cada piel de asno produce un kilo de Ejiao y hay una gran incertidumbre en cuanto al número de cueros utilizados anualmente”, explica a la AFP. El diario China Daily estima que se venden 4 millones de pieles cada año para producir las 5.000 toneladas de consumo anual.