20 de septiembre de 2025 - 00:00

Remanso en un mundo cada vez más hostil

Ha representado la noche musical y mágica de la plaza de San Pedro una sutil e ingeniosa estrategia para que trascendiera un encuentro internacional sobre el accionar fraterno de las personas, actitud tan necesitada en un mundo cada vez más hostil y dominado por rencores y sucesos bélicos. Fue un evento inspirado en la encíclica "Fratelli tutti", escrita en su momento por el papa Francisco.

Enorme repercusión mundial tuvo el deslumbrante espectáculo montado recientemente en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, para coronar el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana, organizado por la Fundación Vaticana “Fratelli tutti”. Fue un evento inspirado en la encíclica así denominada y escrita en su momento por el papa Francisco.

Privilegio para miles de personas que presenciaron la puesta en escena en el lugar y para los millones que la siguieron en todo el mundo a través de la televisión y las redes sociales.

Fue una noche singular en la que la multitud se deleitó con la presentación de reconocidas figuras de la música internacional y especialmente se conmovió con el despliegue de luces desplegado a través de miles de drones que brillaron sobre la Basílica de San Pedro, fundamentalmente cuando quedó magistralmente reproducido el rostro del papa Francisco.

En realidad, lo visto en Roma no fue un simple evento artístico, sino la coronación de un encuentro de notable trascendencia y deseable repercusión internacional. Una especie de proyecto cultural, según lo expresado desde el Vaticano, “capaz de unir debate, testimonios y arte” detrás del objetivo de tender puentes para la paz, para la convivencia internacional, tan vapuleada por sucesos que sólo conducen a la división y a la destrucción.

Durante varios días previos al espectáculo artístico de cierre, el mencionado encuentro mundial congregó a centenares de personalidades de relevancia internacional en 15 mesas redondas y talleres de debate, en los que se abordaron aspectos que mantienen en vilo a la humanidad en estos tiempos, siempre como resultado de conflictos y desafíos nunca solucionados a través de décadas.

Ese esfuerzo por encontrar canales de entendimiento tuvo su coronación en la noche mágica de sonido y color a la que nos hemos referido, cita a la que se denominó “Grace for the World”, que traducida al español significa “Gracia para el mundo”.

Es sin duda una importante definición de la trascendente convocatoria, porque la gracia, en el sentido religioso, no es otra cosa que la concesión divina para emprender acciones prósperas y beneficiosas hacia la gente; para que la rectitud en el obrar surja aún sin propósito previo, como reacción espontánea motivada por la necesidad de hermandad con el otro.

En un lenguaje más afín al día a día de la gente, la gracia no representa otra cosa que el don de una persona para tener una actitud sana y correcta en el obrar y en su mirada sobre las necesidades de la gente con la que se convive. Un talento innato que hace distintiva a una determinada personalidad. Ese “don de gentes” al que tanto se refiere toda persona cuando advierte en alguien su vocación por el respeto y la exaltación de virtudes.

En síntesis, ha representado la noche musical y mágica de la plaza de San Pedro una sutil e ingeniosa estrategia para que trascendiera un encuentro internacional sobre el accionar fraterno de las personas, actitud tan necesitada en un mundo cada vez más hostil y dominado por rencores y sucesos bélicos.

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