La lección cívica de Esteban Bullrich

Esta lección de civismo que dio Esteban Bullrich en medio de la adversidad personal que supone transitar una enfermedad de crítico pronóstico, debería ser reflexionada por todos los integrantes del arco partidario argentino actual.

El senador nacional Esteban Bullrich renunció a su banca por la enfermedad que padece (ELA). / Archivo
El senador nacional Esteban Bullrich renunció a su banca por la enfermedad que padece (ELA). / Archivo

El mensaje que dejó Esteban Bullrich al renunciar a su banca en el Senado nacional fue una de las mejores exposiciones del sentir democrático que debe inspirar a un dirigente político.

Como un catedrático el legislador bonaerense, golpeado por una enfermedad muy grave que dificulta el habla y la movilidad y que lo obligó a dejar su lugar en el Congreso, mostró su vocación de servicio y esfuerzo valiéndose de un moderno mecanismo de voz en base al texto por él redactado.

Advirtió sobre los riesgos que significa para el país seguir manteniendo una atmósfera política y social turbulenta y dejó ejemplos de cómo es posible para la dirigencia disentir sin necesidad de llegar a los extremos de odio y venganza que caracterizan cada vez más a la Argentina.

En medio de su emoción, Bullrich llamó a los políticos a la búsqueda de consensos entre oficialismo y oposición, para lo cual les pidió a quienes fueron hasta ese momento sus colegas en las bancas “no bajar los brazos” en ese intento por acercar posiciones que sugirió con tanto énfasis. Y remarcó que “el país clama por consensos”.

En ese sentido lanzó una definición que puede parecer básica, pero que debe regir en cuanto manual de buena praxis política esté disponible: “Los adversarios nunca son enemigos”.

Y apuntó al respecto: “Los políticos, todos, hemos sido culpables de gobernar con tapones en los oídos. Nosotros también (es referente de Pro). Nadie tiene más tiempo para eso”, remarcó, dando a entender que la sociedad mayoritariamente puede acentuar su desencanto con quienes están llamados a guiar sus pasos.

Incluso, luego de rechazar un espontáneo pedido de algunos miembros del Senado para que reviera su posición y siguiese siendo senador en forma remota (mediante el uso de tecnología), Bullrich lanzó otra definición brillante y ejemplificadora: “No hay hombres imprescindibles, hay actitudes imprescindibles”.

Pero sí se comprometió a seguir atento al rumbo de las políticas y aportar dentro de sus posibilidades cuando afirmó que seguirá buscando lograr “un mejor país para mis hijos”.

Esta lección de civismo que dio Esteban Bullrich en medio de la adversidad personal que supone transitar una enfermedad de crítico pronóstico, debería ser reflexionada por todos los integrantes del arco partidario argentino actual.

Es evidente que el mal que lo aqueja no hizo otra cosa que reforzar su espíritu de lucha y hacer aflorar convicciones que, en gran medida, se fortalecen con la fe religiosa que lo caracteriza.

Adviértase el momento político que transita la dirigencia argentina para valorar aún más los dichos del renunciante legislador.

El oficialismo, colmando la Plaza de Mayo con un acto organizado con el argumento de honrar a la democracia en sus 38 años desde su reinstauración, pero que se convirtió en una cita partidaria para volver a criticar a adversarios y lanzar frases desafiantes con respecto al relacionamiento de la Argentina.

Y sectores de la oposición que, en reclamo de cargos legislativos y partidarios, insinuaron frustrar expectativas de millones de argentinos que votaron por un equilibrio institucional en las recientes elecciones.

Actitudes las de ambas coaliciones que se contradicen con la posición del senador Esteban Bullrich que en sus momentos de mayor dificultad personal decidió apostar todo a la unidad de los argentinos para el bien del país que es de todos.

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