La falta de nafta en una economía distorsionada

El Gobierno había acordado un congelamiento de precios hasta finales de octubre. La semana pasada tuvo que permitir mínimos incrementos. El escenario político parece indicar que el congelamiento se extenderá hasta fin de año. Pero si el cuadro descripto se mantiene en el tiempo, el único resultado posible será el agravamiento del problema.

Falta de combustibles
Falta de combustibles

En muchas estaciones de servicio, de casi todo el país, falta combustible. En términos generales, se ha resentido el abastecimiento. Es común ver “islas cerradas”, lo que indica que algunas mangueras se quedan sin nafta o sin gasoil. Y los conductores ya no se sorprenden si les advierten que lo poco que hay se vende con cupo.

Esta irregularidad es producto de una distorsionada política de precios que remite al intervencionismo estatal y al desequilibrio de nuestra macroeconomía.

Hay un fuerte dislocamiento de los precios relativos. Hoy, un litro de nafta puede ser más barato que una botella de agua mineral. El precio de venta al público de la nafta, según algunos cálculos, tiene un atraso superior al 90%. Si la inflación de 2023 hasta este mes octubre se aproxima al 120%, los precios de los combustibles apenas aumentaron este año un 60%. La mitad. El resto se arrastra desde años anteriores.

YPF tiene los precios más bajos del mercado por decisión del Gobierno nacional, La diferencia con los de competencia es importante. ¿Esa diferencia no podría ser el resultado de una buena política? Sí, pero no lo es porque los controles de precios siempre terminan alterando la lógica de la economía.

En el caso que analizamos, se ha generado una fuerte distorsión en el mercado mayorista. Los grandes consumidores, como el transporte de carga y de pasajeros o el sector agropecuario, están acostumbrados a comprar con base en los considerables volúmenes que requieren y a obtener un mínimo descuento. Pero en la actualidad el mercado mayorista está subsidiando al mercado minorista.

En otras palabras, como el combustible sale más caro en el mercado mayorista –alrededor de un 25%–, los grandes consumidores tratan de abastecerse en el minorista. Luego, si las estaciones reciben cantidades similares que en el pasado, pero aumentó el número de sus clientes, es lógico que no den abasto.

Por cierto, si nos detenemos en algunas regiones específicas del país, veremos que en el mercado minorista hay otro nuevo consumidor, igualmente motivado por la distorsión de precios. Como la nafta argentina equivale a unos 30 centavos del dólar oficial, no son pocos los residentes en países limítrofes que cruzan la frontera para llenar el tanque de sus vehículos: en Uruguay, pagan el litro casi U$S 2; en Chile, U$S 1,5.

Hay otra cuestión de peso. Como una parte significativa del combustible que necesitamos se importa y no hay dólares disponibles para abonar esas compras, los barcos no llegan a puerto y las petroleras tienen que racionar las entregas a las estaciones de servicio.

El Gobierno había acordado un congelamiento de precios hasta finales de octubre. La semana pasada tuvo que permitir mínimos incrementos. El escenario político parece indicar que el congelamiento se extenderá hasta fin de año. Pero si el cuadro descripto se mantiene en el tiempo, el único resultado posible será el agravamiento del problema.

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