Chile reafirma una clara vocación democrática

Aunque resulte reiterativo, siempre es oportuno destacar a quienes ostentan el mérito del equilibrio político a la hora de expresar un pensamiento ideológico. Por eso es oportuno volver a referirnos desde esta columna al joven presidente de Chile, Gabriel Boric.

Gabriel Boric, presidente de Chile
Gabriel Boric, presidente de Chile

En una reciente gira por Europa, Gabril Boric, el primer mandatario trasandino instó al fortalecimiento y consolidación del progresismo al que pertenece, pero siempre destacando que no se pueden justificar actitudes que signifiquen una clara y flagrante violación de los derechos humanos, como ocurre en varios puntos de América Latina.

A la vez, volvió a condenar la invasión de Rusia a Ucrania, lo que le valió un público reconocimiento del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien resaltó “su inequívoca posición” sobre el grave y perdurable conflicto.

Sin dar nombres, Boric fue en este caso muy claro al dar a entender a qué se refiere con sus apreciaciones.

Por ejemplo, tomó distancia de las críticas que recibió del líder brasileño Lula da Silva, quien hace pocos días lo había acusado de encontrarse “nervioso” en la cumbre Unión Europea-Celac, en la que mostró su postura muy lejana con respecto a la guerra que originó Rusia al invadir Ucrania.

En dicho asunto fue la suya, una vez más, una clara toma de distancia con respecto a muchos de sus pares, incluido el presidente de Brasil.

Y dijo Boric sobre el progresismo de izquierda en el que se ha inspirado: “Esta gira europea me ha invitado a muchas reflexiones políticas de fondo y hay una que quiero destacar: necesidad de unidad de los sectores progresistas”.

También remarcó “la defensa ofensiva de lo que entendemos como democracia” y “la diferencia categórica de los derechos humanos que deben vertebrar la izquierda latinoamericana. Nada justifica que se violen los derechos humanos de una persona”.

Con una nítida mirada global, es obvio que el presidente Boric percibe cómo los gobiernos democráticos europeos van manifestando un giro hacia la centroderecha o a la derecha más manifiesta, siendo España, según el resultado de la reciente elección, la que presenta un escenario parejo que le puede brindar la permanencia en el poder a la izquierda.

Y también destaca con sus conceptos que la corriente a la que representa sólo trasciende en el ámbito latinoamericano por gobiernos de corte autoritario, sino dictatorial, claramente violatorios de las libertades públicas, como es el caso de Venezuela y Nicaragua, que se orientaron en los últimos años hacia el modelo castrista de Cuba.

Como bien señalan observadores y analistas, Chile, que muy pronto recordará los 50 años del golpe que colocaría en el poder al dictador Augusto Pinochet, en su transcurrir democrático de 33 años ha logrado construir una madura actitud política que no claudicó ni dio lugar a estériles batallas dialécticas aun en los momentos más difíciles de convivencia con la sociedad, como ocurrió en la gran protesta popular del mes de octubre de 2019.

La sucesión de gobiernos de distinta inclinación ideológica no frustró el enorme espíritu republicano que inspiró a la Concertación de partidos sucesora de la dictadura y que luego dio paso a expresiones más concretas de derecha y de izquierda sin alterar aquel rumbo rector. Por ello el mérito del actual presidente Boric.

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