Adaptación de la ciudad al cambio climático

Adaptar la hermosa capital que tenemos los mendocinos al cambio climático, es una interesante opción que debería interesar a funcionarios de la administración con decisión para producir innovaciones en ese sentido, en claro beneficio de los habitantes. Reducir pavimentos con el fin de crear nuevos espacios verdes, es, creemos, una opción viable, entre otras tareas.

Placeros encargados de cuidar, regar y mantener la limpieza en las plazas de barrios. María una de las mujeres que trabajan en la plaza del barrio Bombal de Capital junto a su compañero Sebastián, son los responsables de mantener la plaza en buenas condiciones. Foto: José Gutierrez / Los Andes
Placeros encargados de cuidar, regar y mantener la limpieza en las plazas de barrios. María una de las mujeres que trabajan en la plaza del barrio Bombal de Capital junto a su compañero Sebastián, son los responsables de mantener la plaza en buenas condiciones. Foto: José Gutierrez / Los Andes

Las ciudades con mayor cantidad de espacios verdes y adaptadas lo mejor posible al cambio climático, se constituyen en las grandes propuestas del urbanismo moderno frente los excesos del cemento y pavimentos, que también contribuyen al crecimiento, siempre que haya equilibrio con la naturaleza.

Los habitantes agradecen el crecimiento de zonas verdes urbanas por su oferta de grandes oportunidades de cambios favorables para el bienestar, el desarrollo de actividades diarias del trabajo, el esparcimiento y el acceso a ofertas culturales, además del fomento sostenible de nuestras urbes.

“El tejido urbano -afirma la Guía de Arquitectura (Gobierno de Mendoza-Junta de Sevilla, 2005)- integra por todas partes sus espacios abiertos y sus manzanas edificadas con canales, acequias y arboledas, que son elementos originarios del entorno cultivado”.

Por eso la capital y las ciudades de los departamentos mendocinos agradan al visitante por la existencia de árboles, plazas y parques, en cuyo estímulo, cuidado y promoción debemos esmerarnos.

Es lo que impulsa entre otros grupos, el llamado Creadores de ciudades (CityMakers), que se oponen a que las ciudades sean únicamente espacios construidos y densos, como el caso de Barcelona, admirada por propios y extraños, pero que tiene casi 75% del suelo pavimentado e impermeable, situación que, según los mentores de esta corriente, “es un exceso a revertir en un momento de emergencia climática, donde debemos reencontrarnos con la naturaleza”.

Oriol Bohigas, arquitecto y urbanista catalán, fallecido en 2021, sostenía, en armonía como lo que se viene describiendo, que “la buena urbanización había hecho pavimentar las plazas de las ciudades mediterráneas y que nadie quería vivir en un barrizal (lodazal)”.

Pero, considerando este tipo de concepciones de urbes amigables con la naturaleza y los ámbitos para caminar o disfrutar de actividades al aire libre, hay que reconocer que la ya citada Barcelona ha producido renovaciones y cambios. Lleva años recuperando espacios públicos, transformándolos en nuevos lugares de proximidad urbana con una fuerte inclinación a favorecer a los ciudadanos.

Adaptar la hermosa capital que tenemos los mendocinos al cambio climático, es una interesante opción que debería interesar a funcionarios de la administración con decisión para producir innovaciones en ese sentido, en claro beneficio de los habitantes.

Reducir pavimentos con el fin de crear nuevos espacios verdes, es, creemos, una opción viable. Muchos adeptos que adhieren a las modernas concepciones urbanísticas, propician que nuestra capital podría recuperar algunos bulevares de la ciudad, reponiéndoles las franjas centrales arboladas y con jardines, aptas para paseos peatonales y lugares de estar con bancos y mesas. También actuarían como espacios de conexión verde y peatonal con las importantes plazas ya existentes y los parques, que son componentes de valores ambientales y estéticos de mucho significado, sin olvidarnos de la presencia paradigmática de la Alameda, concebida con acierto en el siglo XIX.

Lamentablemente, la congestión vehicular por la saturación de vehículos en distintos sectores, en horarios picos de circulación, es una materia pendiente de solución en el principal hábitat provincias, lo mismo que el estacionamiento de automóviles en calzadas de avenidas y arterias principales.

Las normas a desarrollar progresivamente que restrinjan el espacio dedicado a los vehículos privados, deberán otorgar preferencia a la circulación peatonal e incrementar los lugares para la implantación de la naturaleza, lo que en Mendoza significa consolidar la reimplantación de forestales en decenas de calles donde han sido erradicados, convirtiéndose en puntos de extremo calor en el estío mendocino, con pérdida de sombra y ambiente fresco para mantener una buena calidad de vida.

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