La pobreza en Argentina se ubicó entre el 36,3% al cierre del tercer trimestre de 2025, mientras que la indigencia afectó al 6,8% de la población, de acuerdo con los datos del último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Estos indicadores sociales muestran una mejora luego del fuerte deterioro experimentado en 2024, un período asociado a la caída en la actividad económica y la disparada inflacionaria. En el tercer trimestre de 2024, la pobreza había alcanzado su valor más alto desde 2005 (45,6%), y la indigencia se ubicaba en 11,2%.
La evolución reciente de los indicadores, que también reflejan la estabilización inflacionaria y la recuperación parcial de los ingresos, marca ahora el nivel más bajo de pobreza desde 2018.
A pesar de la estabilidad macroeconómica, que incluye la baja de la inflación, el ordenamiento de precios relativos y la recuperación de la capacidad fiscal del Estado, la estabilización aún no se traduce en mejoras reales en el bienestar de la población. El documento de la UCA, denominado “Estrés y bienestar en una Argentina en transición”, describe que el país transitó un proceso de “ajuste más normalización”, pero no de desarrollo.
Esta situación genera una paradoja social: la cotidianidad de millones de hogares sigue marcada por ingresos insuficientes, menor calidad laboral e inseguridad alimentaria persistente, así como un nivel de malestar subjetivo que no encuentra piso. La fotografía que deja 2024 y parte de 2025 es la de una sociedad "partida" con una estructura productiva que no absorbe y donde la recuperación de los hogares sigue siendo una "promesa de segundo orden".
El empleo y la calidad de vida
El corazón del problema social se identifica en el mercado laboral. Aunque hubo una mejora en la inflación, esta no alcanzó para recomponer los salarios reales ni para frenar el deterioro de la calidad del empleo.
Actualmente, un significativo 33,1% de los hogares se encuentran fuera de la afiliación al sistema de seguridad social. El déficit de ingresos, que permanece alto entre 2023 y 2025, tiende a ser más intenso entre los hogares más vulnerables.
Los expertos señalan que el fin del modelo económico que dominó la posconvertibilidad dio paso a un nuevo esquema que apuesta a sectores de alta productividad y baja demanda de trabajo. Si bien esta arquitectura puede ordenar las cuentas, no garantiza la inclusión. Sin políticas que acompañen la transición, existe el riesgo de profundizar la fractura entre grupos integrados, vulnerables y excluidos.
Advertencias sobre los datos
Desde el ODSA-UCA se advierte que la caída observada en los números oficiales puede estar "inflada" debido a cambios en la captación de ingresos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Además, la medición de la pobreza se basa en canastas de consumo que datan de 2003-2004.
Una canasta actualizada, que reflejaría mejor el impacto del encarecimiento de los servicios desde la segunda mitad de 2024, habría mostrado una reducción de la pobreza más lenta en los trimestres posteriores.
A pesar de las mejoras recientes, los autores del informe insisten en la cronicidad de la pobreza en el país. El estudio subraya un "piso estructural" de alrededor del 25% de personas en pobreza y 5% en indigencia durante los últimos 20 años.