Mucho antes de que el vino, el turismo o el petróleo definieran el perfil económico de Mendoza, otro motor puso en marcha su historia: la minería. En las entrañas de la cordillera comenzó el primer capítulo provincial, cuando los conquistadores, guiados por la ambición de hallar metales preciosos, abrieron socavones en busca de plata, plomo y oro.
Las primeras explotaciones en el actual territorio mendocino se remontan a 1638, cuando, según los escritos del abate Juan Ignacio Molina, se descubrió mineralización de plata y plomo en el Paramillo de Uspallata, en pleno camino a Chile. La ubicación estratégica del yacimiento y la calidad de sus vetas lo convirtieron rápidamente en el distrito más importante del entonces Reino de Chile. A partir de allí, la minería fue la primera actividad productiva organizada en la región.
La riqueza que dio sentido a la conquista
La historia de la conquista de Cuyo no puede entenderse sin la codicia de los metales. Mientras en México, Perú y Bolivia se explotaban fabulosas minas, los conquistadores del sur seguían buscando su propio Potosí. Mendoza se fundó no solo por su posición geográfica, sino porque ofrecía una oportunidad económica concreta: el trabajo indígena y la posibilidad de encontrar riqueza bajo sus cerros.
Francisco Villagra, en 1551, fue uno de los primeros en explorar estas tierras. Años después, Pedro del Castillo fundó formalmente la ciudad de Mendoza con amplios poderes para repartir tierras y encomendar indígenas. Entre los móviles declarados de la fundación estaba el adoctrinamiento cristiano; pero entre los móviles reales estaba la minería. Así lo confirman antiguos documentos que hablan de hornos de fundición en Uspallata y de traslados de indígenas a trabajar en minas chilenas.
Los conquistadores buscaban caminos al mar, pero también minerales. Incluso se alimentaba la leyenda de la Ciudad Encantada de los Césares, una urbe mítica hecha de oro, supuestamente ubicada al oeste. Aunque Mendoza nunca fue esa ciudad fabulosa, siempre estuvo vinculada al sueño de una riqueza enterrada.
La minería como origen de progreso
Durante el Virreinato del Río de la Plata, nuestra provincia fue incorporada a la Gobernación de Córdoba, y el empuje minero tuvo un nuevo impulso gracias al marqués de Sobremonte. En esa época, Francisco Serra Canals solicitó explotar la Mina Grande en Uspallata y propuso fundar una ciudad minera en el lugar. Su entusiasmo fue tan contagioso que Sobremonte, por entonces gobernador de Córdoba, informó al virrey sobre “la multitud de minas de plata, oro, cobre y plomo” que rodeaban el valle de Uspallata.
El 1 de agosto se desarrollará el tercer foro de metalmecánica, minería y energía en la Nave Cultural. Foto: Gobierno de Mendoza.
Sin embargo, las condiciones eran adversas: faltaba azogue, operarios capacitados y medios de transporte. Aun así, se excavaron miles de metros de galerías con herramientas rudimentarias y a pura fuerza de voluntad. La plata que salía del Paramillo fue enviada a Potosí, donde su pureza quedó comprobada. Incluso se proyectó la creación de un banco de rescate para facilitar las operaciones de los mineros.
Juan Fernando Juan, cuyo trabajo seguimos en este texto, señala que en “1777 se intentó reactivar el yacimiento con mano de obra de indios de mita y hasta se sugirió emplear delincuentes comunes, además de habilitar cajas para cambiar el metal por dinero”, pero a fines del siglo XVIII la empresa entró en decadencia, principalmente por falta de mano de obra.
Una oportunidad que sigue latiendo
La historia demuestra que la minería no fue una actividad marginal en Mendoza: fue el primer intento concreto de desarrollo económico sustentado en sus recursos naturales.
Hoy, siglos más tarde, esa promesa sigue viva. La minería puede y debe ocupar un rol estratégico en la matriz productiva de la provincia. Lejos de ser una amenaza, bien planificada y controlada, puede ser la llave para generar empleo genuino, divisas y progreso en zonas postergadas del interior provincial.
Mendoza tiene historia minera, geología minera, tradición minera y —sobre todo— potencial minero. No es solo un recuerdo del pasado, sino una oportunidad latente.