30 de noviembre de 2025 - 00:05

Entrevista a Miguel Wiñazki. "Hubo un cambio de mentalidad y eso propició el triunfo de Milei"

El filósofo y periodista reflexiona sobre la actualidad del país, un anticipo de la charla que dará el jueves 4 de diciembre en el hotel Sheraton, como parte del evento por los 142° años de Los Andes.

El libro de la Argentina nos presenta siempre un texto de difícil lectura, tachonado por correcciones, por hojas arrancadas y escrito en una prosa desafiante. Para saber leer ese texto, la ayuda de otras miradas, aunque sea divergentes, resulta casi indispensable. A leer el presente se ha dedicado siempre Miguel Wiñazki, desde una tribuna en la que parte de su formación como filósofo, pero a la que avanza con ojo periodístico. Y su mirada suele ser de ayuda para muchos.

Wiñazki, docente de filosofía, columnista del diario Clarín y maestro de periodistas, llegará el jueves 4 de diciembre como expositor en el evento “Economía, política y filosofía”, organizado por Los Andes como parte de las celebraciones por su 142° aniversario. El encuentro será a las 17, en el hotel Sheraton.

Antes de eso, Wiñazki habló sobre ese presente en marcha, sobre la nueva configuración del país y sobre los temas de su más reciente libro, Estoicismo en altura.

La llegada de Milei y el cambio de paradigma

—La llegada de Milei a la presidencia y el espaldarazo recibido en las últimas elecciones legislativas, ¿nos lleva a pensar en una especie de nueva era en la Argentina?

—Sin lugar a dudas, hay una fractura. Cuando se bordea una situación límite como la que transitó el país en las postrimerías de la anterior gestión, por todos los motivos conjuntos (económicos, cercanía de hiperinflación), acontece necesariamente una transformación. Hay un cambio que toma lo anterior, no podría no ser así. Hay un nuevo horizonte, una nueva cosmogonía, una concepción del mundo que varía. Esa variación explica la llegada de un personaje como Milei a la presidencia: es el modelo de llegada. Arriba uno al poder desde afuera. Después, más o menos, habrá de involucrarse con lo que ya se estaba negociando y trabajando dentro del sistema, pero ese es el modelo de llegada y por eso llega un personaje disruptivo, diferente, porque cambia la sociedad. Es un síntoma muy relevante de ese cambio.

El papel de Cristina Fernández

—¿Qué papel está jugando la oposición (en especial Cristina Fernández desde su “cárcel con vista a la calle”) para la estabilidad, continuidad y fortaleza del gobierno actual?

—Cristina Fernández queda encerrada en su abismo porque no cambia. De tal forma que la oposición se va deshilachando, fragmentando, contra sí misma. Ella es la expresión de una momificación política. Su discurso es lo de siempre. Ahora bien, lo que cambia no necesariamente nos lleva a mejores lugares. Hay un cambio profundo y un sector de la clase política que no ha cambiado. Pero como la sociedad sí cambió, Cristina va perdiendo lugar progresivamente. Ella se ha petrificado y ha quedado encerrada, no sólo en el encierro que determinó la Justicia por las causas que ya sabemos y las que se van a sumar.

¿Es Milei populista?

—Su libro Crítica de la razón populista, de 2016, trazó un panorama del populismo en Sudamérica y le puso a ese populismo los rostros de presidentes alineados a lo que, con trazo grueso, se denomina izquierda. ¿No le cabría ahora ese rótulo a un Milei?

—A mi juicio les cabe otro rótulo, que no sé todavía cuál es. La clave del populismo tal como lo conocimos, del que yo hablo, es el distribucionismo económico. Y Milei aparece con un mensaje opuesto. No sé adónde nos lleva, pero aparece con la postulación de una utopía, que es el modelo libertario. Digo utopía porque es imposible pensar que no haya Estado. Pero esa utopía moviliza el cambio. Una divergencia que propone no distribuir. Por lo menos desde lo narrativo. Porque hay fracturas, pero también continuidades. Hay sectores de la sociedad que si no son subsidiados explotarían. En el corazón del asunto, sin embargo, el modelo de Milei se opone al populismo. Lo que tal vez sí sea necesario analizar es que el populismo, según Laclau, necesita de la confrontación permanente, de la búsqueda de un enemigo. En la primera fase de Milei está esa construcción de un enemigo.

Los que se aprovechan de la idiotez

—En la Grecia antigua el iditēs, el idiota, era el ciudadano desinteresado por las cuestiones políticas. Usted ha hablado en varias oportunidades de la dispersión rizomática de las sociedades de hoy, sociedades fragmentadas en las que además hay pocas certezas, donde las verdades se debilitan y los símbolos pierden solidez. ¿Eso es caldo de cultivo para la idiotez en términos políticos?

—Muy interesante lo que preguntás. Empiezo dándote un dato sobre cómo se informan los estudiantes de periodismo. En un 90% se informan por las redes desde el celular, y la mayoría por TikTok. Se tropiezan con noticias, eventualmente, pero no van a la búsqueda directa de la noticia. Esto muestra que hay un cambio profundo en el sistema perceptivo general. Uno lee desde la luz de una pantalla, que tiene un efecto hipnótico, y las noticias aparecen azarosa y fragmentariamente. ¿Esto construye un sujeto político que promueve la idiotez? Yo diría que no necesariamente. Es una nueva constitución de una tribu social constituida por varias tribus. Puede que sí pase eso que sugerís, pero a la vez, si hubiera habido una predominancia de la ajenidad política, no habría habido cambio. Veremos igual en qué termina esto, pero hubo un cambio de mentalidad y es no se da con subjetividades masivas idiotas.

La inutilidad de la filosofía

—Hace poco, uno de los agitadores del gobierno actual (Tipito Enojado) consideraba que la filosofía no sirve para nada o que sólo sirve para negocios y puestitos en universidades. ¿Son síntomas de que se busca aplastar cualquier mirada crítica? ¿O realmente hoy la filosofía no le es útil a nadie?

—El gran valor histórico de la filosofía es su “inutilidad”. Esa es la libertad que tiene la construcción filosófica a lo largo de los tiempos. Hay algunos autodenominados filósofos (en este gobierno y en los anteriores) que militan a un gobierno y lo defienden acríticamente. La filosofía no es eso, sino la distancia crítica del poder. Vos tenés todo el derecho de asociarte personalmente y considerar que este u otro gobierno es al que hay que propagar en términos teóricos, pero la filosofía es la distancia caracterizada por su inutilidad. Uno no busca usar las categorías filosóficas: se sustrae la utilización que implica una reflexión filosófica. En términos generales, a lo largo de los tiempos, los filósofos no han sido militantes de un poder, o lo mejor de su obra no fue lo militante. El mejor caso es Platón.

Nuestro mayor enemigo

—Su último libro, Estoicismo de altura, propone “la búsqueda de nuestro mayor enemigo. En rigor, nosotros mismos”. ¿Es necesario partir de eso para hacernos más fuertes?

—Yo considero eso, justamente. Encontrarnos es necesario. Hace poco di un seminario sobre El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, personaje que oculta su vida real, a la que deja depositada en un cuadro. Y él parece indemne al tiempo, eternamente joven. Se oculta a sí mismo en el enmascaramiento de una belleza eterna que es falsa. Su verdad está en ese cuadro que es permeable a las cicatrices del tiempo, a las distorsiones, a lo vivencial. Hay que ver nuestro cuadro interior. Esa es la propuesta de Estoicismo de altura: ver lo que nos erosiona porque está oculto. No es una tarea fácil. “No encontrarás los confines del alma ni aun recorriendo todos los caminos; tal es su profundidad”, decía Heráclito. Pero esa búsqueda estoica le da un sentido a todo. Cuando uno se parapeta en un cinismo detenido, se convierte en un fanático o un idiota.

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