Ciruelo bien podría haber sido el autor de estos versos que, en realidad, pertenecen al colombiano William Ospina: “Era la Luna del Dragón, y nadie / Parecía comprenderlo. / Iban las multitudes, bulliciosas, urgentes, / Atentas sólo a su pequeño misterio, / Mientras sobre las hondas avenidas / Un oro atroz vertía su intemporal influjo, / Y algo terrible y bello batía sus alas rojas / Como un polvo impalpable sobre las tristes tierras”.
¿Es que nadie ya ve dragones sobre las avenidas (como cantaban Fito y Sabina en una canción? Pues Ciruelo los sigue viendo. El genial artista plástico argentino (Buenos Aires, 1963) es uno de esos que mantiene intacta la imaginación que de niño supo poblarse de esos seres irreales, de esas mitologías poderosas con animales alados, magos y guerreros. Es decir, mientras la mayoría abandona como la niñez ese juego fantástico, el lo mantiene con la belleza vital de sus dibujos, que han fascinado y fascinan desde hace décadas a todo aquel que se para frente a ellos.
Ciruelo acaba de pasar por Mendoza, adonde llegó a dar una charla en la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo. Lo hizo con la pasión de siempre, con esa capacidad verbal que en nada tiene que envidiar a la limpidez de sus trazos, lo cual hacía irresistible la convocatoria (el jueves), dado que el tema de su charla era dar a conocer su metodología de trabajo y, como regalo, invocar la figura de un “ alma gemela” en estas lides de la ilustración con tema fantástico: la del mendocino Juan Giménez (fallecido en 2020 a causa del Covid).
Pero si ese interés que la presencia y la charla de Ciruelo no eran suficiente atractivo, había otro que lo rondaba, en un momento especial: el “señor de los dragones” —tal como cariñosamente se lo suele llamar— llegó a Mendoza con la polémica aún vigente producida por una obra firmada por Carrie Bernardino, expuesta en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y que es, en realidad, casi una copia exacta de un fragmento de Dragon Caller, del propio Ciruelo.
Ciruelo
El artista Gustavo Cabral (Ciruelo) estuvo en Mendoza y brindó una charla en la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo.
Esta obra, que fue descubierta por el ilustrador en su visita al Malba, aún provoca debate y acusaciones cruzadas. Al descubrirla, Ciruelo se fotografió frente a la obra “de” Bernardino y, con su tono mesurado y sin aspavientos, escribió en sus redes: "Visitando el Malba me encontré con una pintura expuesta que me resultó muy parecida a una pintura mía de 2005 llamada Dragon Caller".
La sola constatación del parecido encendió la mecha. Ni Bernardino ni el Malba consignaban en ningún lugar que la obra estuviera inspirada en una ilustración de Ciruelo, y la expositora y el museo respondieron no a través de un pedido de disculpas o un reconocimiento de haber omitido la autoría original, sino victimizándose ante las críticas (en el caso de Bernardino) o teorizando atropelladamente sobre el tema de la apropiación del arte (en el caso de la publicación con la que contestó el Malba).
Ajeno, a pesar del escándalo, a todo eso, Ciruelo dialogó con Los Andes el día de la charla y reflexionó —por supuesto— sobre el tema, pero lo mejor de todo es que compartió su mirada sobre el arte, sobre su trabajo y dejó en claro que un gran artista no necesita apropiarse insidiosamente de la obra de otros.
—Para empezar, sería bueno nos resumieras el contenido de tu charla en Mendoza.
—En la charla de hoy, como el lugar elegido fue la Facultad de Artes, hablé de los procesos de creatividad, la imaginación, la intuición y las herramientas que sirven para desarrollar una actividad artística. Incluso llevado a una profesión, porque se puede hablar de la actividad creativa sin fines de ganarse la vida, sin fines comerciales, sino como expresión más profunda del ser. La idea fue mostrar a través de imágenes y videos, un poco de mi proceso creativo, cómo llevo a cabo dibujos, pinturas y petropictos. Con respecto a eso también la idea fue profundizar en algo muy nutritivo para los artistas y estudiantes de arte, ahondando en la figura del dragón. Tengo argumentos para hablar y explicar por qué dedico mi vida al arte fantástico, son temas que van confluyendo. Y al estar en Mendoza, era una buena excusa también para hablar de mi gran amigo, un hermano, que fue Juan Giménez, y sobre su obra, que conocí tanto, que compartí de cerca y de la que soy admirador.
—Tus obras rebosan fantasías, mundos irreales y están pobladas de dragones o seres mágicos. ¿A qué se debe esa fascinación y por qué creés que causa tanta fascinación en otros?
—A mí particularmente, desde muy chiquito, eso me apasionó. Esto es común en los niños, sólo que la mayoría de la gente va siendo educada en un sistema en la cual el arte y lo fantástico, la mitología, pasan pronto al plano del entretenimiento. Y en mi caso, terminada la niñez, eso continuó: no hubo un cambio en esa fascinación. Sí que se fue nutriendo del estudio de culturas ancestrales, de la mitología, de la indagación en por qué la figura del dragón está presente en todas las culturas ancestrales, lo cual es un misterio. Todos esos misterios me apasionan. Todo nutre mi pasión por las cosas fantásticas. Y al público le fascina por lo mismo que a mí, porque en nuestros aspectos más primigenios e infantiles tenemos estas inquietudes fantásticas, que tienen que ver con lo onírico. Sólo que culturalmente nos acostumbramos que cuando despertamos a la mañana descalificamos lo que soñamos, le restamos importancia para dedicarnos a las actividades mundanas del día.
Ciruelo Cabral
El post de Ciruelo Cabral.
—Te ha tocado llegar a Mendoza en un momento extraño, justo cuando se ha desatado una gran polémica a partir de lo que pasó con la obra de Carrie Bernardino expuesta en el Malba, casi un calco de la tuya. ¿Qué te produjo la situación?
—La verdad, para mí no es nada extraño encontrarme por ahí con reproducciones de obras mías o en internet, firmada con el nombre de otro artista. No me es nuevo. La posición que siempre tuve con esto es bastante normalizada: no me preocupa, ni siquiera dejo que me quite tiempo. Prefiero dedicar ese tiempo a otras cosas antes que proteger derechos de autor. De hecho, si tengo alguna emoción relacionada con esto, debo confesar que es alegría, en el sentido de que veo que el arte que yo produzco en la soledad de mi estudio llega al público, a punto de inspirar a otros. Siento regocijo por que mi arte sea apreciado. En este caso concreto, yo sólo hice un “posteo” escueto, limpio, claro. No mencioné a la artista, no mencioné la palabra “plagio”, no hice ninguna acusación. Todas esas palabras fueron atribuidas por los medios o por otra gente, que tiene derecho a opinar.
Ciruelo Dragon Caller
La obra Dragon Caller, de Ciruelo, es la que plagió (aunque él no usó esa palabra ni la demandó) la artista Carrie Bernardino en otra que expuso en el Malba.
—El Malba hizo una defensa de las “apropiaciones”. ¿No te parece que, en ese sentido, se pasa el límite de la cita para entrar en el terreno del robo? ¿Te interesa que se abra el debate?
—Sí, totalmente. Me parece muy sano e interesante el debate, siempre y cuando sea con respeto, profundidad y ganas de aclarar. Nombrás al Malba, que justamente en mi publicación la única palabra que cito es esa. Hay una cuestión que tiene que ver con el arte contemporáneo y quizás, tampoco para darle importancia, con la definición que tiene el arte contemporáneo de lo que es arte, y cómo al mismo tiempo quizás menosprecia o deja de lado otras cosas. Por ejemplo, yo desde los 17 años, que soy profesional, me estoy encontrando todo el tiempo con la descripción de que lo mío “no es arte”. Pero no es algo que me preocupe. Si yo toco una puerta en una galería y me dicen que ellos solo exponen arte y lo mío no lo es, porque sólo “pinto dragones” o soy considerado ilustrador, yo no me preocupo. Doy media vuelta y voy a tocar otra puerta. No lo dramatizo. Al margen de esto voy a decir que del Malba me llamaron y me pidieron disculpas. Que tras lo que pasó pusieron un cartel explicatorio que menciona mi autoría. Y me preguntaron si yo quería decir algo y les dije que lo mío terminara en mi publicación. No tengo acusaciones, quejas o quiero quedarme en la discusión. Yo estoy muy tranquilo haciendo lo que hago. Parece ser que la artista dijo cosas bastante ofensivas hacia mi persona, que tampoco me preocupan, pero sí que despertaron respuestas del público un poco agresivas. Son dinámicas que se suelen dar en redes. Yo estoy alejado. Prefiero tener que ver con un debate profundo sobre la dirección del arte en la sociedad actual, me gustaría tener un debate sobre el futuro del arte ante la IA, antes que esto. Lo único que hice y quiero hacer es ese posteo, que no es acusatorio. Un posteo que voy a borrar apenas termine mi periplo.
—¿Y cómo sigue ese periplo?
—Estoy siempre exponiendo ,en lugares más chicos o más grandes, en Europa o Estados Unidos. Ahora tengo una exposición en Sitges, donde vivo desde hace 30 años. Después tengo un calendario de eventos, convenciones o ferias relacionadas con el arte fantástico y el cómic, o el cine y los juegos, porque también produzco personajes o portadas para videojuegos. Y estoy siempre escribiendo cosas que se me ocurren, textos que ilustro y publico en libros.
Ciruelo y su relación con los Enanitos Verdes, Spinetta y Liliana Bodoc
Al estar en Mendoza, Ciruelo no perdió oportunidad de visitar a un viejo amigo: Felipe Staiti, el guitarrista de Enanitos Verdes.
“Estuve toda la tarde en la casa de este amigo con quien colaboré. Yo les hice una tapa de un disco a los Enanitos hace 30 años (Néctar) y fue muy famosa en todo el mundo”.
Ciruelo
Entre los muchos trabajos del artista Ciruelo figuran la portada para el disco Néctar de los Enanitos Verdes y la portada para el disco Fuego gris de Luis Alberto Spinetta (ilustración que también fue la portada de la película inspirada en ese disco).
—Tu arte se suele relacionar con el de otros artistas de la música o de las letras. Dos casos emblemáticos con Spinetta y Liliana Bodoc…
—Con respecto a Spinetta, qué decir. Es una inmensa fuente de arte infinita, que me influenció desde mi adolescencia. Tenía 15 años cuando empecé a consumir música, y de hecho me influyó como músico (yo soy guitarrista). A mis 20 años tuve la oportunidad de entrar en contacto con él, que también fue un apasionado del arte fantástico. Por eso ilustré la tapa del disco Fuego gris y el afiche de la película. Y por eso hicimos una amistad que duró hasta el final de sus días y nos nutrió mutuamente. Para mí Luis es una de esas grandes mentes que siempre hay que recuperar y retomar. Y de Liliana Bodoc puedo decir algo parecido. Leí La saga de los Confines y me di cuenta de la altura literaria de ella, de su inconmensurable creatividad en el momento de crear personajes y situaciones. Y coincidimos en un libro que yo estaba escribiendo, Hadas y dragones, donde yo estaba representando a través de mi arte todos los universos fantásticos que hay en la América precolombina. Yo, como siempre estuve relacionado con la cultura sajona (sobre todo de la mano de Tolkien), quise aportar como sudamericano lo que da esa cultura también. Teníamos con Liliana el mismo propósito, lo cual sumaba a toda su capacidad como artista.