Desde que asumió, Alfredo Cornejo se propuso dos grandes metas: primero, recuperar todo el poder que corresponde al Estado que, ante la crisis de autoridad, se encontraba disperso en las más variadas corporaciones. Segundo, recuperar el protagonismo nacional de Mendoza luego de años durante los cuales lo fuimos perdiendo.
Esa estrategia le ha dado bastante resultado. En sus dos primeros años produjo reformas con las cuales el Estado parece haber reconstruido cierto orden perdido, lo que le permite funcionar mejor. Ahora, después de lo del impuesto al vino, está adquiriendo buen protagonismo nacional.
Cornejo, más que pasta de conductor que logra que los suyos lo sigan con fidelidad haga lo que haga, se parece más bien a un líder que obtiene obediencia por las acciones que produce. No es hombre que use demasiado tiempo en consensuar sus decisiones porque no cree tener tiempo para ello. Además, no lo ve tan útil.
Cuando lo intentó, como en los largos meses que dedicó para convencer al justicialismo de que le permitiera su reelección, le amagaron con apoyarlo hasta el día de la decisión en que le dijeron rotundamente que no. Por otro lado, entre los suyos, salvo sus operadores, nadie tenía mucho interés en que durara ocho años.
Son demasiados los que desean sucederlo y para descubrirlos basta con aprehender el siguiente teorema, el cual sigue la misma lógica que el de Baglini: quienes más dicen querer la reelección de Cornejo son quienes menos la quieren.
Con lo del aumento de los miembros de la Suprema Corte está pasando lo mismo. Salvo Cornejo y sus pocos fieles, el resto de su coalición (incluyendo a muchos radicales) creen que lo que quiere con ello el Gobernador es concentrar más poder propio y nadie tiene ganas de que eso ocurra. Cornejo, por su lado, cree que le están poniendo palos en la rueda, los unos y los otros.
Pero lo cierto es que hasta ahora los únicos dos contratiempos que tuvo el Gobernador fue no lograr su reelección y tener problemas para cambiar la composición de la Suprema Corte. Todo lo demás que se propuso lo va logrando.
Es posible que él quiera aumentar los jueces no tanto para acumular poder personal, sino porque cree que la mayoría actual le puede impedir avanzar en las reformas y entonces necesita diluirla. No es tanto que busque un tribunal propio, pero sí cree que tiene uno opositor.
Sin embargo, quizá el Gobernador esté exagerando, tenga o no razón en lo que piense sobre la misma. Así como no necesitaba su reelección para mantener su poder hasta el fin de su mandato ya que su liderazgo se está fortaleciendo con el tiempo en vez de debilitarse, tal vez tampoco necesite una nueva Suprema Corte para lograr sus metas.
Mendoza no requiere un caudillo sino un líder que la reordene, la transforme y la potencie más allá de sí misma. Con el poder que ya consiguió, a Cornejo le alcanza para cumplir esas metas, si lo usa bien. También le alcanza para que si alguien quiere ponerle palos en la rueda reciba un gran rechazo social.
Lo único que no le sobra es tiempo, por eso todo lo que tiene que hacer lo debe realizar con reelección o sin reelección, con siete jueces o con nueve jueces. Pero hacerlo ya. No se trata de acumular más poder sino de usar a fondo el que ya se tiene.