12 de junio de 2025 - 00:00

Zamba, la esperanza de pensar

Es difícil pensar que Paka Paka está en “reconstrucción”. O que Zamba está “cambiando”. Articulado con qué áreas se pensará desde ahora, vinculado a qué criterios, porque no hay vuelo dentro de los argumentos de la nueva señal, no hay fantasía. Hay espanto. Hay rosca, extranjerización, provocación.

“Educar es amar a los demás para no dejarlos librados a sus propios recursos, a su propia suerte”. Hannah Arendt

En muchas circunstancias los dibujos animados estuvieron en la lupa para ver su coloración, lo que ellos representaban o decían. También las películas asociadas al mundo joven o juvenil. En el clásico “Para leer al Pato Donald” se mostraba, por ejemplo, como cualquier forma de trabajo humano aparecía desvinculado de toda producción específica, dando argumentación y contexto al colonialismo de aquellos años en los que todavía el mundo pensaba en grandes relatos. Eso hoy resulta imposible, porque casi nada es pensado y casi todo es reaccionado. No escribieron el libro “Para leer a Zamba”, o “Para leer Canal Encuentro”. No hace falta.

Lo que está sucediendo con Paka Paka es como mínimo un delirio, y como máximo el golpe final a un dispositivo cultural de excelencia. Conozco el canal porque a mis hijos siempre les encantó. Hay algo muy importante en saber llamar la atención con calidad, manejando registros que a veces los adultos ni siquiera logramos identificar. Paka Paka tenía eso y llegaba a esos niveles. Dentro de su universo, claro, sobresalía el personaje Zamba, el niño de Formosa.

La identificación que los chicos logran con el personaje se da, en primer lugar, porque va a una escuela como la de ellos, tiene una señorita como la de ellos, y se aburre todo el tiempo, como ellos. La rutina local, el barrio, la escuela, los amigos, las tareas, hace que inmediatamente puedan reflejar sus prácticas en Zamba. Por otro lado, también hay algo puntual en el lenguaje argentino que se les acerca y representa. Algo así como lo que pasó con la serie “El eternauta”. El corazón local late, representando un universo que interpela, aporta realismo, y no solo entretiene o educa. Quizá desde Billiken no existía un fenómeno local como Zamba, que los chicos conozcan y esperen, legitimado culturalmente, y ampliamente democratizado.

Cuando Antonio Gramsci habla de hegemonía cultural en sus famosos “Cuadernos de la cárcel”, lo hace a conciencia de que es una batalla que dan las clases y sus intelectuales orgánicos, pero habla además de un aspecto consensual. Es decir, para imponer una visión de mundo hay que lograr consenso. Y el suelo moral está cambiando. Qué mejor representación que todo esto suceda en un canal de televisión con un Estado mínimo.

Los niños hoy tienen una participación activa, decisiva sobre los procesos de enseñanza. Creer que dar la batalla es apagar lo que muchísimos niños ven o vieron en Argentina, no sólo es una equivocación y un acto de cinismo, sino también una idea errada sobre la pedagogía actual, creyendo que los niños y los estudiantes son recipientes que pueden llenar al capricho de sus berretines.

Para quien no ha visto Zamba, le cuento un poquito. Después de su presentación, se encuentra generalmente en la escuela, o en alguna visita, o en algún museo del barrio. Por obra y gracia de alguna travesura, Zamba termina por embarcarse en una especie de máquina del tiempo que lo lleva por distintos períodos de la Historia Argentina. Así van ocurriendo la Revolución de Mayo, la Independencia, las Malvinas, las Guerras civiles, los pueblos originarios, los caudillos federales, los personajes olvidados, los artistas, todo el acervo cultural de un país quedan retratados con un gran nivel estético y dentro de un ideario muy original, pasando por artistas como Spinetta, Atahualpa Yupanqui, Gustavo Cerati, o Mercedes Sosa. Los próceres son humanizados, tomando los aspectos más conocidos de cada uno, resolviendo en el cliché la fórmula viva para mantenerlos en la memoria. Con un tratamiento de músicas escritas originalmente para alumbrar cada situación, sumando voces claves y reconocibles del cancionero popular argentino, mapas interactivos, y un vuelo poético y sonoro pocas veces visto, se van develando los capítulos y las efemérides argentinas.

Es difícil pensar que Paka Paka está en “reconstrucción”. O que Zamba está “cambiando”. Articulado con qué áreas se pensará desde ahora, vinculado a qué criterios, porque no hay vuelo dentro de los argumentos de la nueva señal, no hay fantasía. Hay espanto. Hay rosca, extranjerización, provocación. Ni siquiera hablo del enlatado que ha circulado sobre los nuevos dibujitos animados de “Tuttle Twins”, sobre un Marx malo, una abuela cubana que vive en Miami buena, y un profesor que enseña neoliberalismo de Smith a los niños. O el irritante tópico de que la Universidad no sirve. No se me ocurre algo más outsider, más desbocado, y más desprolijo. En todo caso es un combo norteamericano que han comprado para pegarlo acá. No me interesa, no lo va a ver ningún niño. Me preocupa Zamba y su edit, la picardía de un niño descentralizado, su ternura, y sus puestas en valor.

La batalla cultural, como les gusta llamar, no es meterse con lo que se hizo bien y romperlo. La batalla cultural no es decir que las cosas tienen ideología (como si eso fuera algo malo), y romperlo. La ideología también es un mundo de las ideas, un mundo ético, una cosmovisión general que incluye, que desarrolla múltiples miradas. La batalla cultural no tiene porqué embrutecernos, por el contrario. No puede triunfar el idiotismo simplista. No es lo mismo el punto de vista de trasnochados en un cargo, que el tratamiento de un tema específico desde diversas áreas de conocimiento durante años. No todo es igual. No se puede despojar todo de sus múltiples lecturas y connotaciones, la palabra libertad, el concepto de Hegemonía, el de Batalla cultural, el de ideología, etc. No puede estar todo abstraído de sus orígenes, de sus significantes, de sus complejidades.

Los que vemos algo tenemos la responsabilidad de decir, de contrastar. La corrección política no se nos puede volver conservadurismo. Quizá distinguir las provocaciones de los hechos sea un ejercicio para apuntar bien.

Estallan mil incendios en distintos ámbitos. Mil fueguitos distribuidos, reclamando que alguien apague, denuncie, visibilice. Este es apenas uno más. Tal vez incluso el menos importante, o el menos urgente. Zamba formó y acompañó a miles de niños durante todos estos años. Ayudó a maestras a entender procesos, les facilitó formas didácticas, concibió un entendimiento general a una audiencia que para ellos es invisible.

Mi hija salió de San Martín en un acto escolar, lo deseó y su escuela se lo concedió. Mucho de todo aquello fue por amor a Zamba. No rompan el juguete, por favor.

* El autor es sociólogo.

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