La fórmula memoria, verdad y justicia se consolidó en 2002 cuando se sancionó la ley que instituyó el 24 de marzo como Día Nacional de la memoria por la verdad y la justicia “en conmemoración de quienes resultaron víctimas del proceso iniciado en esa fecha del año 1976”. Ha sido menos atacada que la del número simbólico de los desaparecidos. Esta cifra se desconoce, como la de todos los crímenes de masa cometidos en Argentina, pero se mantiene intacto su valor comunicativo. “Treinta mil desaparecidos” es una fórmula que se caracteriza por su historicidad , da cabal idea del exterminio; “Memoria, Verdad y Justicia” es un programa que persigue un propósito enteramente presente y que obliga a permanentes relecturas.
La Memoria a la que alude la fórmula es la memoria colectiva. El suceso traumático del terrorismo de Estado ha generado una memoria plural en torno a las desapariciones forzadas, a los secuestros, los grupos de tareas, los centros clandestinos de detención, la tortura, a las violaciones y a la apropiación de niñas y niños. Esa memoria es la que se corresponde con los hechos y es la que prevalece por sobre los intentos negacionistas y reivindicacionistas, que deben esforzarse discursivamente para cobrar entidad.
¿Está dada para siempre esta memoria colectiva?. Es difícil saberlo con certeza. Por mi parte me animo a decir que fue tal la maldad que desplegó el sistema represivo, su negación del concepto de persona y su apartamiento del Derecho en general, que no hay aquí espacio para el revisionismo. El terrorismo de Estado seguirá instalado en la memoria de los argentinos como algo repudiable.
La Verdad está muy ligada a la memoria. La falsedad no prevalece: no se construye una memoria colectiva sobre hechos falsos. Platón decía que el discurso verdadero es el que dice las cosas como son y el discurso falso el que dice las cosas como no son. En nuestro tema, decir las cosas como son significa condenar el terrorismo de Estado como una práctica ilegal extrema, carente de toda justificación; en el terreno fáctico, significa admitir la ausencia total del Derecho, la imposición de la muerte clandestina como sistema, la apropiación de menores como práctica y la tortura como hábito. Decir las cosas como no son significa aquí postular que existió una guerra para salvar a la patria del comunismo, entre otras afirmaciones. La forma de refutar estos ataques a la Verdad es decir las cosas como son: por ejemplo, cuando se afirma que los jefes guerrilleros deben responder penalmente por los hechos delictivos ocurridos en el pasado, hay que responder que eso no será posible porque, además de existir un obstáculo jurídico, en los hechos esas personas están desaparecidas. No es posible enjuiciarlos porque el Estado Argentino, en vez de someterlos a proceso, eligió matarlos clandestinamente.
A diferencia de los ochenta, cuando se reclamaba la aparición con vida y castigo a los culpables, ahora se habla de Justicia. Se acepta el proceso como la forma democrática de actuar la ley; como ámbito en el que se reconoce el derecho de defensa, se discute sobre la culpabilidad y se admiten los fallos, condenatorios o absolutorios. A diferencia de lo que ocurría durante el restablecimiento democrático, en el que se negaba directamente la posibilidad de responder judicialmente por estos crímenes, hoy ningún reivindicacionista se anima a discutir los juicios por delitos de lesa humanidad.
Es siempre necesario avanzar en la agenda de los derechos humanos: hay que detectar y denunciar la irracionalidad del estado policial, la discriminación y cualquier avance sobre nuestros Derechos Fundamentales. Esa es la enseñanza que nos ha dejado la muerte como lugar común: que la tragedia ocurrida no haya sido en vano. Pero por más instalada que esté la memoria colectiva sobre el pasado terrorista, es necesario mantenerla viva. Por más que se imponga la Verdad por sobre la mentira, hay que seguir diciendo las cosas como fueron, y como son. Y, si el paso del tiempo impide juzgar a los perpetradores, hay que seguir acudiendo a la Justicia como medio para encontrar esa Verdad.
* El autor es abogado.