"Lo que vieron mis ojos fue simultáneo. Lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré." Jorge Luis Borges, El Aleph.
Vimos industria creativa en su máximo esplendor. Vimos jugar al truco, no al póker. Falta envido, ¡carajo! Vimos como la traductora, en los subtítulos de todos los idiomas, hizo que se usara el nombre Malvinas, más allá de si en esos países llaman así a nuestras islas o no. Y vimos un homenaje profundo a nuestros combatientes. Vimos un fenómeno mundial.
"Lo que vieron mis ojos fue simultáneo. Lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré." Jorge Luis Borges, El Aleph.
Vimos una serie en la pantalla: vimos El Eternauta.
Vimos, como en el Aleph, todo al mismo tiempo y en todas partes: terror, esperanza, nieve venenosa, y un país entero viéndose en su propia ciencia ficción.
Vimos un elenco extraordinario, vimos a Darín que respira el personaje, y vimos a Juan Salvo.
Vimos a Carla Peterson, que al final perdonamos.
Vimos a Favalli haciendo de Favalli, y nos vimos representados por enormes actores que logran hacernos sentir parte de esa historia.
Vimos efectos visuales de nivel internacional.
Vimos que se puede hacer género en Argentina sin pedir disculpas.
Vimos un equipo técnico profesional y entusiasmado. Vimos una dirección artística y una fotografía impecables y vimos sonidos que retumban.
Vimos la inmensidad de nuestro rock nacional y vimos a nuestra inmensa Negra Sosa.
Vimos jugar al truco, no al póker. Falta envido, ¡carajo!
Vimos a Bruno Stagnaro dirigir con maestría y hacerle justicia a la historia de Oesterheld. Vimos respeto por la original y vimos una adaptación inteligente y arriesgada.
Vimos, en el equipazo que armaron, una impronta creativa potente. Vimos ciencia ficción, pero también vimos historia.
Vimos a los vecinos de los barrios con estrategias para sobrevivir y nos vimos parecidos.
Vimos humanidad, y vimos el fin del mundo.
Vimos en la nieve (de sal) el virus de la desmemoria.
Vimos algo más.
Vimos industria creativa en su máximo esplendor.
Vimos una serie que no contó con el apoyo del Instituto cuando se filmó. Y no lo vimos ni ahí, ni aquí, ni ahora.
Vimos lo que se puede hacer a pesar de; cosa que en Argentina es casi un género narrativo en sí mismo.
Vimos un fenómeno mundial.
Vimos portales internacionales hablando de una producción argentina sin necesidad de titulares condescendientes.
Vimos como Netflix, monstruo de mil tentáculos que tantas veces desagrada, supo financiar y distribuir esta historia como si el Eternauta también hubiera cruzado océanos con su traje protector.
Vimos reacciones desde España, Brasil, Francia, USA, Corea y van…
Vimos como la traductora, en los subtítulos de todos los idiomas, hizo que se usara el nombre Malvinas, más allá de si en esos países llaman así a nuestras islas o no. Y vimos un homenaje profundo a nuestros combatientes.
Vimos a San Jorge y al dragón, a San Martin y al Perú.
Vimos memoria. Vimos que lo viejo funciona.
Vimos la sombra de años oscuros cruzar la pantalla sin necesidad de pronunciar nombres propios.
Vimos un recordatorio sin panfleto.
Vimos a los que dijeron “no la veo porque está Darín”.
Vimos a los que dijeron “la veo porque esta Darín”
Vimos a los que la vieron y se emocionaron.
Vimos a los que la criticaron sin haberla visto.
Vimos a los que la defendieron sin entenderla.
Vimos lo mismo de siempre.
Pero también vimos una producción nacional que se animó a contar el fin del mundo sin miedo a parecer local.
Vimos una Argentina capaz de producir contenido de exportación, incluso sin presupuesto estatal.
Vimos lo que se logra cuando se trabaja con libertad creativa y respeto por la audiencia.
Vimos que no todo está perdido.
Vimos los números que confirman que la industria creativa tiene una potencialidad enorme para sumar valor a la matriz productiva y contribuir al desarrollo económico de un país.
Vimos que es posible hacer contenidos con identidad nacional, y con proyección global.
Vimos que se viene una nueva temporada y eso es una apuesta audaz.
Y vimos, al final, la paradoja: que una historia sobre invasores y nieve letal haya despertado discusiones, pensamiento crítico y algo de esperanza.
Vimos que el arte todavía puede encender una conversación profunda en un país acostumbrado al ruido superficial.
Vimos un espejo y vimos muchos espejos. Y a diferencia de los que vio Borges, estos si nos reflejaron.
Vimos en El Eternauta no solo una ficción, vimos una posibilidad.
* El autor es presidente de FILMANDES.