Entre la documentación de los primeros años de vida del Centro de Ingenieros de Mendoza, hay una referencia a una nota de diario Los Andes del 27 de abril de 1944, titulada: “Construyendo se renovará la provincia. Mendoza, más que ninguna otra zona, debe promover la construcción de viviendas”.
Dos problemas se resolverían simultáneamente con ello: la falta de habitación y la renovación edilicia antisísmica.
Esa nota se puede consultar en la hemeroteca menor de la Biblioteca General San Martín, en la Alameda. El mencionado artículo fue escrito a solo tres meses del trágico terremoto de San Juan del l15 de enero de 1944.
La nota empieza diciendo: “Mendoza vive agobiada bajo un triple infortunio edilicio a saber: escasez y carestía de la vivienda; vulnerabilidad por el peligro sísmico del 90 por ciento de sus casas, y mala calidad estética e higiénica de numerosas construcciones".
Han pasado ochenta años de esa nota y los tres problemas planteados persisten, con diferencias respecto de aquellos años, pero manteniéndose vigente la necesidad de resolverlos.
El primer punto, escasez y carestía de la vivienda, es el que más se ha agravado con el paso de los años, ya que las políticas económicas desarrolladas en el país desde entonces han aumentado la brecha entre costo de la construcción y salarios promedios de los trabajadores argentinos.
El aumento demográfico y la falta de créditos, o el costo elevadísimo de los mismos, destinados a la construcción o a la compra de viviendas han impedido, sistemática y progresivamente, el acceso a la vivienda a muchos mendocinos. Recordemos que un candidato a gobernador prometió en su campaña, en 1987, ejecutar 100.000 soluciones habitacionales. Esto implicaba la construcción de 25.000 viviendas por año.
Desde esa fecha a hoy nunca se ejecutaron más de 10.000 unidades en un año.
Una de las consecuencias de la escasez de viviendas es la aparición en todo el territorio provincial, sobre todo en la cercanía a centros poblados de cierta importancia , de asentamientos de casas muy precarias, demasiado precarias, en terrenos fiscales o usurpados, ejecutados sin orden ni urbanización alguna y con carencia de servicios básicos como agua, luz y cloacas, que resultan ser mucho más antihigiénicas e inseguras que los viejos caseros de abobe compartidos por muchas familias , a los que se hace referencia en la nota.
El segundo punto, vulnerabilidad del peligro sísmico del 90% de las casas, es en el que más avance hemos tenido. Con absoluta seguridad ya no son 90% las casas vulnerables ante la ocurrencia de un sismo. La experiencia de sismos recientes, ocurridos en el mundo, incluido el de Mendoza de enero de 1985 y la aparición de nuevas tecnologías y materiales han viabilizado la ejecución de todo tipo de edificios sismorresistentes, con muy bajo riesgo de pérdida de vidas durante la ocurrencia de un sismo.
No obstante eso, y a pesar que aquella nota de abril de 1944 ya advertía “que la faz más apremiante, más dramática, está en la necesidad de construir para que la población, poco a poco, pueda cambiar sus viviendas de barro por otras más sólidas, invulnerables a los movimientos de la tierra”, aún quedan muchísimas construcciones de adobe en las ciudades mendocinas que no hemos sabido reemplazar en 80 años, cuando los terremotos en el mundo han enseñado que este material primitivo es el primer responsable de millones de muertes durante el desarrollo de un terremoto, inclusive en aquellos de baja intensidad.
Vicio mendocino
A esta problemática se le suma un vicio mendocino, y el de construir en forma clandestina sin la intervención de un profesional habilitado ni el control de la autoridad municipal, principales responsables de la aplicación de la norma que nos garantiza que, durante la ocurrencia de un terremoto, aún uno de gran magnitud, puedan producirse pérdidas materiales, pero evitarse las pérdidas de vidas.
Lamentablemente vemos que periódicamente algún intendente convalida esta práctica con una moratoria de construcciones clandestinas, lo que transforma una construcción antirreglamentaria en un edificio legal que algún comprador desprevenido comprará sin percatarse del peligro que conlleva.
El tercer punto, la mala calidad higiénica y estética de numerosas construcciones, se solucionaría simplemente resolviendo los dos problemas anteriores.
Por tal motivo, el Centro de Ingenieros de Mendoza le solicita a las autoridades provinciales y municipales, desarrollen políticas de construcción de viviendas con créditos accesibles que permitan el acceso a la vivienda a las familias mendocinas y que se pueda erradicar todo edificio construido de adobe, con algún tipo de incentivo para ocupar los terrenos en donde hoy se asientan las casas construidas con este material y que se obligue en un tiempo perentorio a la pronta eliminación total del mismo.
También será necesario un programa efectivo que permita la pronta erradicación de los asentamientos de edificaciones precarias existentes y que impida la proliferación de nuevos “barrios populares”, transformándole así la vida a las familias que los habitan, mejorando el paisaje urbano y la calidad de vida.
* El autor es presidente del Centro de Ingenieros de Mendoza,
* Coautor de esta nota es el doctor ingeniero Alejandro Carosio, secretario del Centro de Ingenieros de Mendoza.