En un mundo desgarrado por conflictos fragmentarios que componen lo que algunos han llamado una “tercera guerra mundial en cuotas”, la elección del nuevo Papa —el norteamericano Robert Francis Prevost, ahora León XIV— aparece como un signo profético de reconciliación, equilibrio y esperanza. La Iglesia Católica, en una de las coyunturas geopolíticas más complejas del siglo XXI, ha optado por un pontífice que no proviene de los tradicionales centros de poder eclesial, sino de las periferias misioneras de América Latina, pero que lleva en su ADN cultural la impronta de Estados Unidos, la potencia que durante siglos ha oscilado entre la guerra y la paz, entre la hegemonía y el servicio.
Un Papa del equilibrio
La elección de León XIV no fue una concesión al progresismo ni una restauración conservadora. Fue, como ya lo fue en su tiempo la elección de León XIII, un acto de sabiduría centrado en la búsqueda del justo medio: ni liberales, ni socialistas: católicos. León XIII, con su histórica encíclica Rerum Novarum (1891), inauguró la Doctrina Social de la Iglesia al condenar tanto el capitalismo salvaje como el socialismo materialista. Hoy, León XIV parece llamado a actualizar ese legado, encarnando una nueva Rerum Novarum para el siglo XXI: una doctrina social renovada que, sin ideologismos, se comprometa con la justicia, la dignidad humana y el bien común en un mundo globalizado y herido.
Prevost, agustino de origen estadounidense y con experiencia pastoral en Perú, ha sido visto como “el candidato del equilibrio”. No es un ideólogo, sino un hombre de diálogo, de sensibilidad pastoral y doctrina firme. Fue el encargado por Francisco de seleccionar obispos para todo el mundo, y ahora él mismo es elegido como Pastor universal. Su perfil representa una síntesis de los últimos tres pontificados: el dinamismo global de Juan Pablo II, la claridad doctrinal de Benedicto XVI y la cercanía de Francisco. Un Papa no para una ruptura, sino para una continuidad creativa.
Un pontificado con la Paz como eje
¿Será la Paz el núcleo del pontificado de León XIV? Todo indica que sí. Frente a un planeta desgarrado por conflictos como Israel-Palestina, Rusia-Ucrania o la nueva guerra entre India y Pakistán, la figura del nuevo Papa emerge como una voz con autoridad moral para proponer caminos de reconciliación. Su elección es un mensaje en sí misma: Estados Unidos —históricamente involucrado en guerras y operaciones militares— hoy ofrece a la Iglesia un Papa cuya misión será la paz.
La voz del Papa, no impone castigos, pero sí señala con claridad moral. En un mundo que necesita mediadores de justicia más que caudillos de poder, León XIV deberá actuar como un árbitro del espíritu, habilitado para discernir el significado profundo de los movimientos globales, previniendo la violencia y fomentando el juego limpio en el ámbito geopolítico.
Estados Unidos: del poder a la mediación
La comparación con Donald Trump —quien aún conserva un protagonismo notable en la política norteamericana— es inevitable. Ambos son símbolos del poder estadounidense, aunque en registros distintos: uno político, otro religioso. Mientras Trump representa la reemergencia de un nacionalismo identitario, León XIV parece representar la vocación universal del catolicismo. No obstante, en su origen y carisma, ambos reflejan un giro: que Estados Unidos, país occidental por excelencia, vuelve a estar en el centro de las soluciones, pero esta vez no desde el poder de las armas, sino desde la autoridad espiritual.
La elección de un Papa estadounidense marca un momento bisagra: un Occidente que, como el mismo Papa, debe asumir sus errores, sanar sus heridas y ofrecer al mundo una propuesta ética, no ideológica. León XIV es el Papa que emerge desde las periferias (como misionero en Perú), pero que puede hablarle al centro del poder global con credibilidad. Su pontificado parece diseñado para responder a “problemas occidentales con herramientas occidentales”, pero con la brújula del Evangelio.
El signo de un tiempo nuevo
Con León XIV, la Iglesia Católica no solo elige a un hombre, sino que define un rumbo. La paz, la justicia social y la renovación de su misión en el mundo no son eslóganes: son exigencias evangélicas que el nuevo Papa deberá traducir en palabras y gestos concretos. Como León XIII en su tiempo, ahora León XIV está llamado a ofrecer al mundo un documento fundacional, una nueva encíclica social que responda a las heridas de nuestro tiempo: la desigualdad, la guerra, el descarte humano, el colapso ambiental.
Su elección, como afirmaba León XIII, nos recuerda que la fe sin la justicia es una fe muerta. Hoy, el mensaje es otro pero complementario: sin paz, no hay justicia; sin justicia, no hay Evangelio. Y por eso, como dijo el Resucitado, el nuevo Papa parece comenzar su misión con la misma palabra: La Paz sea con Ustedes.
* El autor es profesor de la Universidad Católica Argentina.