17 de abril de 2025 - 00:05

La paradoja de las economías del amor y del odio

A partir de dos hechos de carácter muy distinto: el apoyo social a los inundados de Bahía Blanca y la violencia de las manifestaciones en el Congreso, el autor nos habla de dos tipos de economía, del amor y del odio, que de algún modo se refieren a dos perspectivas para entender el país.

El Estado “presente” o en retirada ha asistido a dos muestras muy relevantes de la diversidad de dos economías que está muy lejos de regular. Esta situación de “irrelevancia” de autoridad gubernamental me recuerda esa obra con casi medio siglo del peruano Matos Mar: Desborde Popular y Crisis del Estado, que describe con una pluma brillante la relación de dominación- subordinación entre dos culturas.

En nuestro país hemos asistido hace pocas semanas a dos episodios que concentran el interés público, una manifestación conmovedora de la economía del amor, a partir de un hecho trágico, la inundación en Bahía Blanca: miles o cientos de miles de argentinos por si solos y silenciosamente vuelcan una incalculable cantidad de ayuda para su asistencia y recuperación. Alimentos, vestimenta, agua, colchones, camas, artículos de limpieza, hasta instrumentos musicales fueron recolectados en una diversidad de lugares en el país y transportada a la golpeada ciudad, miles de voluntarios dispensas horas y días de trabajo para hacer posible esta asistencia. Todo esto escapa a la autoridad y responsabilidad del Estado. Volveré sobre este punto.

Por otro lado, un llamado a protestar por una causa justa, permite ¿inocentemente? un grave desborde popular con incendio de bienes públicos y privados, enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y agitadores, con un costo también considerable. En la movilización y utilización de medios de represión: agentes, móviles, armas, proyectiles. La contabilización de los daños es siempre arbitraria, no incluye los costos judiciales, ni el tiempo que la gente en general dispone para atender las incontables horas de focalización de medios de ¿comunicación? en esos hechos, ni los efectos sobre el ánimo y humor público. Ni los tiempos laborales perdidos por manifestantes y agitadores, su transporte y organización. En este caso todo es a costa final de la población que queda en los estrechos límites de la economía fiscal. Tampoco se contabiliza ese daño intangible e irreparable a la solidaridad e identidad nacional por la afectación indefinida de nuestro futuro común.

La economía del cuidado comprende todo trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, relacionado con mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otras personas del hogar o la comunidad y el mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerado. Aunque comprende mucho más: mi recordada colega Hazel Henderson se centra en ella en su libro "Love Economy" donde se refiere a la importancia de las relaciones, el voluntariado, la caridad y el trabajo no remunerado, especialmente el trabajo de las mujeres en el cuidado de los demás.

Más allá de este enfoque, Hazel anticipaba la necesaria revisión de la teoría económica convencional para tener en cuenta la contaminación, el agotamiento de los recursos y los costos sociales que, según los libros de texto, podían «externalizarse» a partir de los balances de las empresas y las cuentas nacionales: el PIB/PNB, de modo que el impacto de los costos no se considerara una responsabilidad corporativa. Asimismo otros de sus trabajos establecieron las bases teóricas y de medición para crear sociedades basadas en recursos renovables, energía, eficiencia de materiales y equidad social, más allá del PIB. Henderson propuso modelos y métricas multidisciplinares para la transición hacia una economía global "verde" y "desmaterializar" el PIB, a medida que los servicios y la información se convertían en la nueva base de la riqueza y el progreso (Paradigms in Progress, 1991, 1995 y Building a Win-Win Worl, 1996)

Volviendo al Estado desbordado, ya he señalado en anteriores artículos, que las políticas económicas –en gran parte responsables de las restantes políticas públicas- sólo alcanzan una reducida parcela de la economía total de nuestra sociedad, en aquello que cabe dentro de la economía fiscal o blanca. La economía “informal” o negra escapa a las regulaciones tanto como a gran parte de los servicios públicos, y la economía del cuidado o del amor que no se contabiliza de ninguna manera.

Cabe ahora preguntarnos sobre los derechos y deberes del Estado y con respecto al alcance de aquellos sometidos a sus regulaciones. La falsa dialéctica Estado-Antiestado enmascara lo vital de la realidad social y también los verdaderos costos de las soñadas inversiones externas que se presentan como salida para la caída del trabajo remunerado. Sólo indicaré los costos en excepciones impositivas, facilidades y respaldos crediticios, inversiones adicionales en infraestructura y servicios. Agreguemos la contabilidad ficticia de las inversiones ya denunciadas por Scalabrini Ortiz a propósito de los ferrocarriles en Argentina, o la propia organización de instituciones como el Banco Central de la República Argentina, hoy repudiado pero ampliamente empleado y que remonta su origen en las mismas empresas británicas que explotaban esos ferrocarriles, como tan bien lo reseñara Benjamín Villafañe en su (https://bookhttps://books.google.com.ar/books/about/la tragedia argentina.html?d= kg0AQAAIAAJ&redir esc=y) olvidado libro “La Tragedia Argentina”.

* El autor es licenciado en Ciencias Políticas. Doctor en Historia. Dirige el Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva.

LAS MAS LEIDAS