Ciencia en latín significa conocimiento y el conocimiento está imbricado en las funciones sustantivas de la educación superior. La universidad imparte, transfiere y construye conocimiento, aun con diferencia entre modelos de universidades profesionalitas o generalistas, definidas a partir de senderos que se bifurcan, estos han sido trazados todos, sobre la base del conocimiento. Para las casas de estudio de gestión privada el hacer ciencia, es decir la construcción de conocimiento, se presenta como un gran desafío. Hacer ciencia con recursos económicos limitados, propios y más acatadamente de fuentes externas, resulta un desapacible panorama compartido; si bien este es un tema insoslayable, a estas líneas solo las anima una reflexión sobre ese hacer basado en la tradición, el esfuerzo y casi el empecinamiento, es decir, hacer una cultura de la investigación.
La Universidad de Mendoza pronta a cumplir sus 65 años ha trazado un camino singular en su tarea de proyectar y sostener su cultura de la investigación. La trayectoria institucional indica un cuerpo de investigación que se cimentó a partir de las vocaciones iniciales surgidas de sus tres primeras facultades, Ciencia Jurídicas y Sociales, Arquitectura e Ingeniería, que configuraron el basamento para generar conocimiento nuevo y ha sido sostenido en el tiempo.
A esta trayectoria se suman requerimientos y oportunidades que amplían temas y grupos, que encarnan emergentes y nuevos retos, junto a la aparición de unidades académicas más nóveles: Diseño, Ciencia Económicas, Ciencias de las Salud y Ciencias Médicas. El profesor Mario Descotte indica que desde que fue concebida la universidad estaba implícito y claro su rol en la sociedad como entidad educativa y como gestora de nuevos conocimientos y en su puesta en marcha subyace el valor de la investigación para nuestra casa de estudio con la creación de tres institutos al seno de Ciencias Jurídicas, uno en la Facultad de Arquitectura y uno en la de Ingeniería. Hacia los años 80 comienza un proceso de sistematización institucional de la investigación y se establece el Régimen de las actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico. Con el nuevo siglo se crea la Dirección de Investigaciones actualmente reconocida por sus siglas DIUM.
La investigación es un sistema –orgánico, dinámico, vivo- dentro de nuestra Universidad, que está inmerso a su vez en un conjunto más amplio de sistemas, el de ciencia y tecnología, el de educación, el productivo, cultural y social, local nacional y global. Este sistema está formado por docentes investigadores, léase a diferencia de la universidad de gestión pública, quien destina su tiempo académico también, a la labor de la investigación.
La naturaleza de la investigación UM ha mantenido ese sentido vocacional de temas que germinan según perfiles de los docentes investigadores. En la actualidad, otras dinámicas para arraigar y fortalecer el posicionamiento de la Investigación UM se imponen, anudando la tradición con los desafíos presentes. Los espacios de nuestro campus urbano contienen y sostienen a nuestros docentes investigadores que a la tradición suman actualmente, la neurociencia, las eyecciones coronales de la masa solar, la simulación de nanomateriales, la bioingeniería, la biomédica, la sustentabilidad, entre otros campos.
El conocimiento tiene un valor contemporáneo; debido a eso mismo el rol insoslayable de su creación, tiene diversas implicancias, dónde cabe esta mínima pregunta: ¿cómo todo lo humano está implícito en la ciencia? Y cómo esto converge en la cultura de la investigación
En la Tate Gallery de Londres, en Reino Unido , se expone un cuadro del Willian Blake, poeta, pintor y grabador británico (1757–1827), que retrata a Isaac Newton (1643- 1727) considerado para unos el padre de la ciencia, o el más grande científico de todos los tiempos y, para otros, quien con su inigualable aporte a la revolución científica de la que formó parte, representa la confianza ciega en la razón humana y lo reconoce como artífice de la ciencia moderna.
Al menos dos cosas se nos revelan como interesantes en esta obra, que el artista es reconocido como crítico de la Ilustración y que la representación no es un retrato del científico sino una imagen que encarna la figura masculina de un joven musculoso, sentado sobre un arrecife marino, en una posición poco favorecida para el trabajo, haciendo un trazado geométrico, en un lienzo, sobre la arena de una playa.
La animosidad hacia la ilustración -edad de la razón- podría considerarse resultado del propio tiempo histórico y las ideas por Blake sostenidas, creía que todo no funcionaba exclusivamente con la razón, para el pintor hay cosas irracionales, una de ellas el arte, movido por las emociones y por la imaginación.
Se le atribuye a Newton la siguiente reflexión acerca de cómo quería que lo recordaran, al respecto: decía, que se había comportado como un niño que juega al borde del mar encontrando de cuando en cuando, una piedra más pulida o una caracola más bonita, frente al inmenso océano de la verdad que se exponía ante él completamente desconocido.
Tal vez la imagen que nos ofrece la obra no sea más que el esfuerzo que demanda la creación de conocimiento, sin duda de quien lo pretende, compromete múltiples dimensiones. Crear cultura de investigación frente al inmenso e incierto mar al que nos enfrentamos en el ámbito de la universidad, sigue comprometiendo lo más específico de lo humano, razón más emoción.
* La autora es doctora en Arquitectura.