18 de febrero de 2025 - 00:00

Una ecóloga y otro galardón para la Ciencia argentina

A contrapelo de las dificultades actuales que padece la Ciencia en materia de inversión y dedicación presupuestaria, el país sigue consiguiendo galardones, como el Premio Tyler 2025, logrado por una bióloga cordobesa, una especie de “Nobel” del ambiente.

La Ciencia argentina ha coronado en estos días otro logro que se añade a sus valiosos anales que contienen para orgullo del sector tres Premios Nobel, ganados por Bernardo Houssay (1947), Luis Federico Leloir (1970), y César Milstein (1984).

En estos días se ha conocido la noticia del otorgamiento del Premio Tyler 2025 al “Logro Ambiental” a dos investigadores latinoamericanos, uno de ellos la bióloga cordobesa Sandra Myrna Díaz, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, y al antropólogo brasileño-estadounidense Eduardo Brondízio.

En el mundo científico se reconoce a este galardón como el “Nobel” del ambiente y fue otorgado a la argentina y al brasileño por el “compromiso con la comprensión y abordaje de la pérdida de biodiversidad y su impacto”.

Sandra Díaz, de 63 años, añade su nombre a una larga lista de investigadores argentinos que han sido reconocidos en el mundo, varios de los cuales emigraron a trabajar a Estados Unidos, Europa o a otros países, pero también un número no menos importante prefirió seguir instalado en los laboratorios e institutos nacionales repartidos en el país.

Mendoza contiene a un importante listado de investigadores que se nuclean en los institutos del Centro Científico Tecnológico-Conicet Mendoza y en las universidades nacionales y privadas del medio.

La científica cordobesa figura en los reportes “Las mentes científicas más influyentes a nivel mundial”, que publica el conglomerado multinacional canadiense Thomson Reuters. Se trata de un ranking elaborado mediante un análisis de las citaciones que reciben los trabajos de científicos de todo el mundo.

Además, codirigió el informe sobre biodiversidad que se hizo en 2019, que catalogó todas las especies que están en peligro de extinción (Mendoza aporta en este sentido cinco o seis ejemplos) y creó el concepto de “servicios ecosistémicos”, que son los beneficios que los ecosistemas brinda a la sociedad, como agua, alimentos, materiales primas y medicinas.

Por eso sostenemos desde estas columnas que la inversión en ciencia en la Argentina debe crecer, no disminuir, porque de otra forma sería desconocer su capacidad de aportar crecimiento y desarrollo.

Si no se aumentan los montos y porcentajes, este año el país invertirá 0,15% del presupuesto nacional.

Esa asignación de montos a la investigación es muy baja, bajísima podemos decir sin exagerar. Si no se revierte la tendencia con partidas de refuerzos, la situación colocará en muchas dificultades al sistema científico nacional, del cual Mendoza no es una excepción.

La comparación con otros países nos deja mal parados. Según datos oficiales de 2022, Israel invierte en este rubro 5,56%; Corea del Sur, 4,93%; Taiwán, 3,78% y Estados Unidos, 3,46%.

La vara, entonces, debe subir porque tampoco el sector privado nos cubre las espaldas: la parte privada del país invierte en investigación 0,11%, contra casi 4% en Corea del Sur y 2,77% en Japón.

Volviendo a los ganadores del Premio Tyler 2025 al “Logro Ambiental”, que se entregará en el mes de abril, conviene tener muy presente la advertencia que formularon, resumida en los siguientes conceptos.

“La crisis climática, la crisis de biodiversidad y las escandalosas inequidades socioeconómicas en el mundo están todas interrelacionadas, conectadas por la trama viva del planeta. Es necesario abordarlas de manera integrada. No se puede resolver una de estas crisis sin considerar las otras dos. Las soluciones pueden potenciarse y crear sinergias entre sí, mientras que las soluciones estrechas o cortoplacistas para una de ellas pueden dañar a las otras. La justicia socioambiental y el respeto por nuestras conexiones con otras formas de vida en la Tierra deben dejar de ser conceptos abstractos”.

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