Argentina líquida. En medio de tanto aire cargado, se especula que la ratificación de la condena a Cristina Fernández de Kirchner va a profundizar la grieta. Digamos que su impronta siempre está latente. Pero también convengamos que de Milei a esta parte se ha ido imponiendo otra lógica, tal vez un cambio de paradigma: el fin de las camisetas. Cito a mi colega de la sección de Política, Juan Carlos Albornoz, para pintar ese clima de época: "Simplemente puede ser la reacción lógica de aquel que no está bien hoy, pero tampoco estuvo bien antes, y que ya no quiere ponerse la camiseta de nadie". Por ahí va la cosa. Sentir que por años se fue hincha de un club (léase partido político, líder, referente, ídolo efímero) y tener que admitir que a cambio nunca logró una retribución a tanta constancia, fidelidad e incluso devoción, llevó a miles de argentinos a dejar de ir a la cancha simbólica o ya ni siquiera ver el partido. Valga esto como metáfora de no ir a votar (este año hubo varias elecciones donde la baja de votantes fue significativa). Una suerte de desidia que se complementa con menos participación en general, menos movilización, menos cortes y bombas de humo, salvo claro que la Selección Argentina vuelva a ganar un Mundial o símil deportivo y la mecha se reencienda. Estamos ante un capítulo más de la modernidad líquida que además de confirmarnos que nada permanece estable nos revela hacia dónde vamos mutando. Algo así como pasar -sin tanto conflicto ni ponerse colorados- del PRO a La Libertad Avanza viniendo del peronismo revolucionario y el radicalismo. El trillado mantra de que "nadie se salva solo" ya no significa necesariamente que quienes se agrupen deban hacerlo poniéndose una misma camiseta, integrando un mismo partido, compartiendo una misma marca. En todo caso, es o será ir hacia una misma causa, un mismo objetivo. Aunque la esencia de la grieta persista (difícilmente se supere la inoxidable antinomia "peronistas vs. gorilas"), la virulencia de otros tiempos debería haber quedado atrás. La jefa del Kirchnerismo perdió la pulseada con la justicia y el mundo propio y ajeno sigue andando. Mientras el dios inflación no desbarranque, las camisetas seguirán colgadas del alambre o arrumbadas al fondo del placard. Pero estamos en Argentina y eso, se sabe, puede derribar cualquier pronóstico.
Agarrate Catalina. No lo dijo cualquiera. Lo dijo Federico Sturzenegger: ahora la motosierra seguirá a full, pero será el turno de las provincias. Puesto a explicarse, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado detalló: "Vamos a seguir bajando impuestos porque de eso se trata la motosierra, de bajar el tamaño del Estado para poder cobrar menos impuestos". ¿Por qué las provincias? Como el combo tributario es nacional, provincial y municipal, según el funcionario libertario hay que aplicar la filosa herramienta en todos esos escalones para que un menor gasto público signifique menos impuestos "para la gente". Y el recorte, prometió y tomen nota, no será en servicios esenciales sino donde haya deficiencias. Eliminar, disolver o achicar organismos descentralizados de la administración pública forman parte de ese menú reduccionista. El tic tac ya comenzó.
Acción Colmena. Así se titula la iniciativa que une a 12 universidades e instituciones públicas y privadas de Mendoza. En lo teórico, esta agenda común propone espacios de encuentro y diálogo interuniversitario para fortalecer entre todas las buenas prácticas ambientales, sociales y educativas. Por caso, este mes el plan de trabajo se centró en el compromiso ambiental, con temas como la gobernanza sostenible y la eficiencia energética, complementados con campañas de concientización y proyectos de voluntariado ambiental. La unión de las casas de estudio se celebra, aunque con la atinada alerta de que no se transforme en otro sello rimbombante al estilo Unicipio.
IA (Intercambio Abusivo). También a la tecnología le debe mucho el aggiornamiento del delito. Y hasta en esto la IA puede ser un jugador que incline la cancha. Sirva como (triste) ejemplo el caso de un alumno cordobés. El díscolo en cuestión será juzgado por utilizar la Inteligencia Artificial para colocar los rostros de sus compañeras en los cuerpos de otras mujeres, armar videos porno y subirlos a la web. El fiscal fue lapidario: las 16 estudiantes víctimas "sufrieron severos daños psicológicos, baja en el rendimiento escolar y deportiva, cambios bruscos de rutina, vergüenza, desgano y temor”. El quid de la cuestión es que el face swapping (intercambio de caras con IA) no está tipificado en el Código Penal, lo que obligó a ir por “un atajo legal” para encuadrar el ilícito. Con las contundentes pruebas, el adolescente manipulador podría recibir una condena de entre 20 y 30 años.
Deporte nacional. Lo de cada día, cuidarse de una nueva estafa. Podría decirse que es un deporte argentino que amerita ser patentado. Todas las semanas surge una versión distinta. País de creativos, el nuestro. Las estafas a través de correos electrónicos falsos están a la orden, en especial las que se relacionan con supuestas entregas de paquetes de Correo Argentino, FedEx o Andreani. Mensajes falsos que no son enviados por estas empresas. Claramente se trata de casos de phishing y smishing, la técnica de suplantación de identidad para robar datos personales y bancarios. Quien esté despierto verificará el remitente, no hará clic en enlaces sospechosos y contactará a esas firmas para chequear. Quien no, pasará a engrosar la nutrida lista de estafados que crece día a día en la Argentina 2.0. Dos datos para graficar su impacto: según un estudio de D'Alessio IROL, el año pasado el 31% de los argentinos reportó ser víctima de un ataque de hackeo. Ese mismo año, sólo en el primer trimestre, se registraron más de 260 millones de intentos de ciberestafas y fraudes.
Maridaje de la semana. Un grupo de científicos del Conicet halló la flor fósil más antigua del país. Es la Stellula meridionalis (pequeña estrella del sur) y corresponde al período Cretácico Temprano (Era mesozoica, digamos unos 113 millones de años). El hallazgo se produjo en La Cantera, San Luis.
* El autor es secretario general de redacción del diario Los Andes. [email protected]