En un mismo lodo. "No odiamos lo suficiente a los periodistas", reconoce -y arenga- en sus redes sociales el presidente de los argentinos. No es la primera vez que lo dice y no será, seguramente, la última. Siendo como ha sido siempre una profesión de alto riesgo, y por lógica permeable a todo tipo de consideraciones, lo de Javier Milei no resulta nuevo, pero no por ello menos agraviante. Subrayarlo no es un gesto de ombliguismo, dado que también son objeto de sus recurrentes ataques jubilados, políticos, discapacitados, opositores, colectivos LGBTQ+, etc etc. Vale tomar su frase en el contexto del Día del Periodista para reivindicar un oficio que, como todos, depende de la honestidad y la capacidad con que se ejerza. Pero hoy más que nunca amerita ponderarlo para, en un mundo donde la verdad está fuertemente cooptada por las fake news, cumpla con su esencia que es la de transmitir información de interés público con veracidad. Nunca como en esta etapa de la humanidad se produjo tanto volumen de información. Como tampoco existieron tantos medios y plataformas para su circulación a escala global. La paradoja es que debamos hablar de "desinformación" en la era de la "sobreinformación". O de "infocracia", como la define el filósofo Byung-Chul Han. Lo cierto es que mientras históricamente era el periodismo el que se encargaba de darle un orden, un marco, a ese material, en la actualidad todos somos potencial y fácticamente productores de contenidos. No importa de qué tipo o valor. "Vivimos revolcados en un merengue / Y en un mismo lodo todos manoseados", como ilustra el atemporal Cambalache. Esos contenidos circulan por múltiples vías y en esa vidriera llena lo importante se pierde entre lo irrelevante. Confusión que juega a favor de la proliferación de las noticias falsas y de esa sensación generalizada de que estamos al tanto de todo cuando en realidad ni sabemos dónde lo vimos o leímos. La verdad dejó de ser un valor prioritario para resultar una construcción direccionada. Un presente caótico en el que quienes ejercemos esta profesión deberíamos ser parte de la solución. Tenemos el compromiso, cada uno desde su trinchera, de ser "terapeutas de contenidos", como (nos) propone el mexicano Mauricio Cabrera. ¿Por qué hacemos lo que hacemos los periodistas? ¿Por qué, si las noticias ya no son una prioridad, un bien esencial? Lo cierto es que hacemos lo que hacemos porque todavía creemos que no todo es IA, aunque entendamos que es una herramienta que puede y debe jugar a nuestro favor. Chequear, brindar información correcta, en tiempo y forma, todavía es tarea nuestra. No podemos hacernos los distraídos, aunque todavía no nos odien lo suficiente.