Si algo más no necesitaba el Partido Justicialista (PJ) de Mendoza para intentar remontar la cuesta arriba en el que quedó después de las elecciones del 2023 es el mazazo que le propinó esta semana la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al confirmar la condena para Cristina Fernández a seis años de prisión por defraudación al Estado y la inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos.
La definición del máximo tribunal impacta de lleno no sólo en el liderazgo que en los últimos veinte años ella ejerció sobre el peronismo, y en especial en el de la provincia, sino también en asociar -definitivamente- su figura a una sentencia firme en un emblemático caso de corrupción. La Justicia, a través de más de una docena de magistrados, muchos de ellos designados durante sus gobiernos, ya la juzgó. Y la historia también.
Se trata de una caracterización que perdurará en el tiempo, cuando se apaguen los intentos de relatos atenuantes con los que los principales dirigentes nacionales y locales buscaron en los últimos días capear el temporal que los deja ahora expuestos al rigor de la orfandad.
Relato inconsistente
Aquí no hubo persecución, ni mucho menos proscripción. Sino un obsceno entramado comercial, administrativo y político diseñado por Néstor Kirchner en beneficio de su socio y amigo, ¿el testaferro? Lázaro Báez para usufructuar contratos de obra pública en beneficio propio. Un burdo esquema de circulación de fondos públicos con el que florecieron negocios privados de los cuales los Kirchner capitalizaron posteriormente.
Está claro, frente a tan lapidaria y contundente secuencia, sólo quedó a mano la defensa política. La victimización ideologizada capaz de mantener con ánimo a la militancia para no dar todo por perdido. Eso era posible antes que refutar las acusaciones en el expediente o en el debate público. Así también fue en la última instancia judicial y luego de conocerse la decisión final que la deja a expensas de la prisión domiciliaria. Un triste final para quien soñó otra gloria en su ocaso.
Cerca pero lejos
Así también, entre la resignación, la bronca y cierta dosis de hipocresía, actuó el peronismo mendocino; aunque con matices, para evitar al menos que en la debacle la estela de CFK no terminara perjudicándolo aún más.
Al menos esa fue la estrategia de su presidente, Emir Félix, quien admitió que en el entramado en cuestión de las obras encaradas por Vialidad Nacional en Santa Cruz "los delitos ocurrieron", aunque eso -argumentó- no fuera atribuible a Cristina...
Un atisbo de despegue que, aunque escaso por la evidente implicancia de la ex presidenta en la sociedad con Báez, se leyó como una tenue admisión de autocrítica, o de lo que se hizo mal.
Diferente y previsible fue el posicionamiento de La Cámpora que habló del embate "del poder económico concentrado", el Partido Judicial y lo imperdonable que resulta para las élites el accionar de los líderes populares. Todo en sintonía con la narrativa de la propia Cristina.
Otra diferencia de visión sobre la coyuntura que bien puede terminar de inclinar la balanza del acuerdo interno por ahora en veremos a razón del shock.
Más dificultades por venir
El problema es ahora no sólo el descrédito avalado y demostrado por la Justicia, sino las dificultades que ello acarrea en el plano político. Tanto nacional como provincial.
En primer lugar, la necesaria salida (también resistida) de CFK de la presidencia nacional del partido, un ámbito de refugio y trinchera discursiva que ella encontró para recrear su oposición a Javier Milei. Una especie de tribuna que le permitía fustigar a pie juntillas la gestión libertaria con la idea de construir un núcleo de resistencia. ¿Su impronta de hierro seguirá marcando los pasos del partido? ¿O por el contrario, será el comienzo de una nueva era?
Luego, la intrincada interna bonaerense, de máxima tensión con Axel Kicillof y de cuya resolución todavía nadie puede dar pistas en este nuevo escenario sin rumbo. ¿Tendrá el gobernador el camino allanado en el principal distrito electoral y en su futura construcción presidencial? ¿O el kirchnerismo seguirá intentando condicionarlo?
Finalmente, y en tercer lugar, la gran incógnita local es cómo procesará la extremada división del peronismo mendocino el impacto del nuevo tablero en el que hasta antes de conocerse el fallo de la Corte aparecía como poco probable no sólo el acuerdo, sino también, una interna abierta como aprobó el congreso partidario.
Por el contrario, las declamadas intenciones de los cristinistas mendocinos de romper e ir por fuera del PJ se vieron confirmadas al quedar Unidad Popular (UP), su propio sello electoral, en condiciones de competir según resolvió la Justicia.
¿Juzgarán los camporistas que la defensa de la ahora condenada dirigente y próxima a cumplir su pena no ha sido del todo contundente de parte del denominado sector de "los intendentes"? ¿Esperaban un rechazo más contundente que la presencia en Tribunales Federales de algunos dirigentes?
La falta de acuerdo, pero también de una hoja de ruta en común sobre la coyuntura, más la no descartada vocación de desdoblar en los municipios ¿terminará forzando esa ruptura tan insinuada?
Por el momento, da toda la impresión que el impacto ha sido tal que las definiciones se irán produciendo a cuenta gotas. En todos los ámbitos.
Mientras tanto, algunas certezas dan cuenta del desafío. En especial, cómo será la continuidad de un peronismo muy acostumbrado a la decisiva centralidad de Cristina. Ya sea por temor o conveniencia.
Si bien la primera reacción fue el abroquelamiento ante lo que se considera un ataque desproporcionado y direccionado hacia Cristina, la deseada unidad ¿se producirá a cualquier precio?
Por lo pronto, y en virtud de su última experiencia en el poder entre 2019 y 2023, da la impresión que esta circunstancia no sólo expone a un PJ ahora huérfano de su líder, sino también de ideas, para enfrentar las demandas de una sociedad que puede haber cambiado en este tiempo, pero que nunca dejó de reclamar transparencia y honestidad en la función pública.
* El autor es periodista y profesor universitario.