Son días donde parece alejarse salir de la degradación imperante en el país. Qué en otros lugares, incluso en los Estados Unidos tengamos signos de deterioro institucional no lo justifica; mal de muchos consuelos de tontos afirmaba un dicho antiguo.
En estos tiempos los aspirantes a autócratas declaman libertad y reclaman el liderazgo del liberalismo. Tal vez por eso se ensañan con campañas de agravios, insultos y difamaciones con medios de prensa, referentes políticos y académicos que tienen generaciones y una vida al servicio de las ideas de la libertad.
Son días donde parece alejarse salir de la degradación imperante en el país. Qué en otros lugares, incluso en los Estados Unidos tengamos signos de deterioro institucional no lo justifica; mal de muchos consuelos de tontos afirmaba un dicho antiguo.
El espectáculo de los senadores celebrando la impunidad y un gobierno que día a día no puede disimular sus similitudes con el kirchnerismo lo muestra. La raíz populista está presente en ambos, salvo las diferencias que los cambios tecnológicos van imponiendo. Las cadenas nacionales y el programa 678 son sustituidos por el streaming y los ejércitos de trolls, y los simulacros de reportajes se parecen.
En la serie Portofino cuando la protagonista se molesta con su pareja porque éste ha invitado el jefe fascista de la ciudad, el mismo le contesta “prefiero a las camisas negras que a las camisas rojas”, la opción entre dos totalitarismos. En estos tiempos los aspirantes a autócratas declaman libertad y reclaman el liderazgo del liberalismo. Tal vez por eso se ensañan con campañas de agravios, insultos y difamaciones con medios de prensa, referentes políticos y académicos que tienen generaciones y una vida al servicio de las ideas de la libertad.
Uno de los pocos personajes presentables del gabinete nacional, Federico Sturzenegger, proclama que la opción en los comicios nacionales de este año será entre Libertad y kirchnerismo. ¿Hace falta enumerar las similitudes?
Tal vez valga ser redundantes: pretender gobernar sin Congreso, intento de obtener una Corte adicta con personajes cuestionables, difamación de opositores y de los mejores periodistas del país solo por decir lo que piensan y señalar los desvíos y las mentiras del gobierno. De un gobierno que a veces nos toma de tontos, como eso de que pone el teléfono a disposición para mostrar que no habló con el mandamás de Misiones, ese personaje del realismo mágico latinoamericano que es el señor Rovira, caudillos que asolan y dominan varias provincias argentinas.
En "El padrino" una de las escenas memorables es cuando Michel Corleone le dice al cuñado que niega su participación en el asesinato de Santino: “Si algo me molesta es que ofendan mi inteligencia”. Reiteradamente lo hace este presidente como lo hacía su antecesor Alberto Fernández y su antecesora Cristina Fernández.
Con gritos y palabras soeces propias de personajes prostibularios y no de un jefe de estado, no va a terminar con los corruptos o los “chorros” como prefiere decir. No puede mostrar un solo antecedente ni acción contra la corrupción en toda su vida pública y en su gobierno hay varios sospechados de corruptos que actuaron en el gobierno de la familia Kirchner y participaron de esa asociación ilícita. En tanto, su ministro de justicia solo actúa para desarmar los instrumentos del Estado para combatirla.
No solo no tiene nada que ver la tradición liberal republicana en lo institucional. En economía Milei ha defendido los monopolios, que afectan la libre competencia. El ministro de Economía amenaza a cadenas de supermercados y productores para que no incrementen los precios y exige a los gremios del sector privado acepten los salarios que impone el gobierno. Niega los mecanismos del mercado para los precios y salarios, en una clara contradicción de su propio discurso de campaña.
Discursos donde mintió reiteradamente como cuando aseguraba que los bancos privados internacionales le habían ofrecido 30 mil millones de dólares para rescatar la base monetaria o cuando decía que en el primer día de gobierno eliminaba las retenciones a las exportaciones. Ahora insinúa que si el Congreso aprueba una rebaja gradual en un plazo de cinco años la vetará. El altar del superávit fiscal está atado, como afirmó el vicepresidente de la Sociedad Rural Marcos Pereda, en un impuesto distorsivo, que impide el incremento de la producción y afecta en particular a las provincias pobladores de las provincias más productivas. Esta afirmación de este importante empresario rural mereció también un comentario desagradable de Sturzenegger, propio de economistas, en este caso formado, pero con poco conocimiento de la economía real y de la dura vida del hombre de negocios.
El superávit fiscal es necesario, pero también es imprescindible el superávit de la balanza de pagos. El problema argentino desde 1948 ha sido la pérdida paulatina pero constante de nuestra importancia como país exportador. Durante la primera parte del siglo pasado la Argentina representaba el 50 % del comercio exterior de toda Latinoamérica, y en 1948 llegamos al 3% del mundial. Hoy sólo significamos el 0,3 del comercio global. Los ciclos de estancamiento del PBI están vinculados a esa carencia de ingresos de dólares genuinos, problema que se alivió entre 1963 a 1974 y que a partir de ese año retomamos y que cubrimos con deuda o inflación.
Para retomar la senda del desarrollo es necesario, diríamos fundamental, aceptar la crítica y participar de un debate civilizado, entendiendo que vale la pena escuchar al otro.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.