No tenemos constancia de lo que pensó San Martín en setiembre de 1814 camino a Mendoza al ver por primera vez la majestuosa cordillera que dominaba el paisaje y que se agrandaba más y más al acercarse a su destino. Ya tenía decidido su plan, su misión… Algo de experiencia tenía en la montaña durante su carrera militar en Europa, había rebasado los Pirineos y realizado campañas en la aridez, pero la mole americana estaba en otro nivel, otro rango a lo que él conocía.
Sin embargo, no dudó que ese era el camino hacia la libertad, y comenzaba así la Gran Epopeya Sanmartiniana que la historia llamó EL Cruce de los Andes.
San Martín no llegaba a Mendoza por casualidad, él mismo había solicitado la Gobernación de Cuyo recientemente creada. Pocos meses atrás se había hecho cargo del Ejército Auxiliar del Alto Perú (mal llamado del Norte) reemplazando a su amigo el general Belgrano, quien sin dudas lo asesoró sobre lo difícil, por no decir imposible, de intentar llegar a Lima por el camino del río Desaguadero. Allí, en Tucumán en los pocos días de febrero en que coincidieron nuestros Padres Fundadores se definieron los pasos a seguir, incluyendo que ambos se radicaran en Mendoza. Tanto estaban compenetrados en el Plan que al ser llamado Belgrano a Buenos Aires para ser enjuiciado por su actuación en Vilcapugio y Ayohuma, en su Proclama a los pueblos del Perú del 25 de febrero de 1814 dejó esta sentencia premonitoria refiriéndose al Libertador: “He depositado en sus manos la bandera del Ejército que en medio de tantos peligros he conservado, y no dudéis que la tremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacándonos de las garras de la tiranía y dando días de gloria y de paz a la amada Patria”.
Y en Mendoza, San Martín puso todo su empeño y su carácter obsesivo para no descuidar ningún detalle de la organización del Ejército, son incontables las cartas y oficios de puño y letra o con su firma, solicitando armas, enseres, monturas, hombres, dinero, vestuarios, etc., además de hacer vida social y política con los hombres y mujeres mendocinas en compañía de su esposa Remedios de Escalada. Allí, en su adorada ciudad nació su única hija, Mercedes el 24 de agosto de 1816. Y siempre la Cordillera como testigo.
Apenas dos meses antes del nacimiento de Mercedes, escribía a su amigo y camarada Tomás Guido: “Lo que no me deja dormir es no la oposición que puedan oponer los enemigos sino el atravesar estos inmensos montes.”
Y en esos desvelos, San Martín, en su faceta logística no dejaba detalle librado al azar, formó una red de espías para desorientar al enemigo, se preocupó por todo y por todos, sobre todo en sus hombres, en su instrucción, en sus abrigos, su calzado, su alimentación. Es impresionante descubrir la fabricación de los tamangos y el detalle de su confección o bien la contribución gastronómica del “charquicán” precursor de la comida deshidratada. San Martín a través de mapas y testimonios de arrieros y viajeros conoció la Cordillera al detalle, los mejores caminos, las aguadas, la escasa pastura y el tiempo en que se tardaba en cruzar por los diversos pasos, para que todas las tropas confluyeran en Chile en el momento y día justos para enfrentar al enemigo antes que éste se reagrupara en Santiago.
Y en ese exquisito mecanismo de relojería, las cosas se dieron como las pensó y planeó San Martín en los días de actividad y en las noches de desvelos. Supo rodearse de buenos colaboradores, es cierto, pero todo el peso de la operación militar caía sobre sus hombros como un Atlas americano.
Gran hazaña, cruzar la Cordillera con miles de hombres y animales, reunirse en territorio enemigo y dar batalla a las pocas horas sin haber podido descansar lo suficiente adelantándose dos días a los planes trazados por la información recibida de uno de sus espías, el arriero y baqueano Justo Estay.
San Martín, ya dado el primer paso (gigante) informaba el 8 de febrero de 1817 a su gran aliado político, el Director Supremo Pueyrredon: “El tránsito sólo de esta sierra ha sido un triunfo. Dígnese VE figurarse la mole de un Ejército moviéndose con un embarazoso bagaje de subsistencia para casi un mes… Por un camino de cien leguas, cruzado por eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras..”.
Apenas cuatro días después libraba la primera batalla en territorio chileno, atrás quedaban esos inmensos montes que no lo dejaban dormir. Ya San Martín podría conciliar el sueño. Y soñar con una América libre.
* El autor es miembro de número del Instituto Nacional Belgraniano @robertocolimodio