Orden interno y desafíos externos

Cornejo renovó la confianza de sus aliados con la esperanza de repetir el triunfo de 2015. Por otro lado, la elección en el SUTE supone una amenaza para su estilo de negociación sindical, pero también para la orgánica de los mismos maestros.

Por Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar

Alfredo Cornejo cumplió su primer objetivo político de este año: recrear el frente electoral que lo llevó al poder en 2015. Esto, de fácil enunciación, ha supuesto un titánico esfuerzo para los negociadores del oficialismo: el propio gobernador, el intendente de Capital, Rodolfo Suárez y el operador multitarget Néstor Majul.

Así, con paciencia y cautela, la UCR logró sumar -otra vez- detrás de sí a un variopinto abanico de partidos que van desde algunos socios históricos como el Partido Socialista, a otros más recientes como el Pro; de derecha, como el Partido Demócrata; de izquierda, como Libres del Sur; peronistas como el Partido Fe, filoperonistas como el Frente Renovador o filoradicales como la Coalición Cívica. Ese armado, vital para enfrentar al kirchnerismo en las elecciones de gobernador, lo seguirá siendo en estas legislativas para poder derrotar al peronismo ahora reciclado tras la desaparición del sello Frente para la Victoria.

Este esquema, constitutivo del cornejismo electoral, debió soportar  diferenciaciones, reacomodamientos y hasta amenazas de rupturas en este tiempo. Las razones hay que buscarlas desde el rigor de conducción que propone el gobernador, hasta en la escasa (o nula) participación que algunos socios tienen en el Gobierno; pero también en otras más fundadas en el escenario nacional que en el local.

Este fue el caso del Frente Renovador local que enfrentó en las últimas semanas presiones desde todos los flancos. Principalmente del peronismo que buscó seducirlo directamente a través de Sergio Massa, en pos de fortalecer el sueño del reagrupamiento tras la última diáspora, algo que la estrategia de Cristina Fernández se encarga de romper con cada gesto y en especial con su forzado aislamiento en la provincia de Buenos Aires esta semana.

Sin embargo, para el PJ, el retorno de massistas como Guillermo Pereyra significaba también un dolor de cabeza adicional; en especial con los sectores K y con aquellos otros que sacan cuentas y estiman que las posibilidades de por sí escasas de obtener nuevas bancas no deben ser distribuidas en más bocas que las que hasta ahora se sientan a la mesa partidaria que preside Omar Félix.

Aún así, la cuerda se tensó hasta último momento y las diferencias internas entre Pereyra y Jorge Difonso debieron saldarse en Buenos Aires. Massa, ante todo pragmático, prefirió que su gente en Mendoza apostara a ganador antes que a ser furgón de cola de un peronismo aún sin autocrítica ni renovación.

Pero mientras los ecos de un previsible cierre de frentes y alianzas se disipaban, la elección del SUTE removió el escenario político y la futura conducción de Sebastián Henríquez promete un cambio de reglas en el siempre problemático vínculo entre el Ejecutivo y los gremios estatales, en particular, el de los docentes.

Está claro que Henríquez no expresa una radicalización ideológica de los maestros, sino en todo caso el hartazgo de un modelo sindical que antepuso y privilegió su lógica político-partidaria a la defensa de sus afiliados.

Llamó la atención el moderado análisis que de su propia victoria hizo el ganador, a sabiendas que quienes lo eligieron pretenden un SUTE que haga lo que deba hacer, sin distinción alguna por el origen de quién conduce la DGE.

Hasta ahora, Cornejo se movió cómodo frente a una conducción gremial con serias diferencias internas (que derivó en que la histórica lista Celeste fuera dividida) y con duras resistencias en las bases como fue la que encabezó Adrián Mateluna. Ante ellos el Ejecutivo impuso condiciones, manejó los tiempos y les exigió nuevos debates como el del “Ítem Aula” con la ventaja de contar con el favor de la opinión pública.

Los próximos habitantes del edificio de la calle Coronel Plaza 556 son menos proclives al diálogo y más propensos a la asamblea y el piquete. Ese endurecimiento a priori de la relación, advertido también en las consideraciones iniciales que Henríquez ha hecho de lo que será su estilo de gestión, supondrá toda una experiencia nueva para un sindicato más habituado a la lógica clientelar de secretarios-burócratas y delegados-punteros que a la hiperdiscusión democrática de base, casi de estado asambleario permanente.

Si bien desde el Gobierno ratifican que tienen “toda la disposición” al diálogo con el nuevo SUTE, advierten que el núcleo de origen de la flamante conducción es “una secta” que logró imponerse sólo por la división del PJ.

Y ejemplifican su análisis en el fallido acuerdo paritario que -dicen- “dinamitó Gustavo Correa para que le sirviera en su posicionamiento en la CTA”. Desde el gabinete provincial aseguran también que con Henríquez “tenemos una agenda en común”, aunque con mayores o menores acuerdos, pero lejos de ese SUTE que “en los últimos 8 años cogobernó con el PJ y duplicó la cantidad de celadores de 4 mil a 8 mil, arrogándose el control y la cobertura de sus afiliados en la Junta de Calificación y Disciplina”, remarcan en el Ejecutivo.

Tampoco será sencillo para el sindicalista que se autodefine como “de pensamiento de izquierda” imponer una nueva lógica tras un triunfo por una diferencia tan escasa y con un reparto de poder interno de tres tercios (con el peronismo ocupando aquí también un poco habitual rol opositor) lo que podría condicionar o aletargar sus planes. Y en el supuesto que la lógica revolucionaria se impusiera desde la cúpula sindical docente, cabe preguntarse si podrá plasmarse efectivamente en demandas “clasistas” como las que ha sostenido la Lista Marrón, principal impulsor del frente que triunfó el jueves en el SUTE.

Por lo pronto, esta elección sirvió como condimento adicional pero no distrajo a la clase política de su próximo dead line. Ese que en el cronograma electoral está establecido el sábado 24 de junio como fecha límite para que los frentes ahora conformados presenten ante la Justicia los nombres de los candidatos que integrarán las listas que competirán en las PASO de agosto y en las generales de octubre.

Ahí están puestas todas las energías de opositores y oficialistas. Los primeros ruegan que Somos Mendoza dirima diferencias y ordene la compleja interna del PJ, aquí sí (a diferencia del escenario bonaerense) con el kirchnerismo jugando por dentro. No pocos peronistas quisieran hoy exhibir un acuerdo como al que llegó el FIT (el conglomerado que más festejó el triunfo de Henríquez en el SUTE) que evitará confrontar en las PASO.

El oficialismo, en tanto, calienta motores. Tras ordenar la tropa, el objetivo político que sigue es ganar de manera contundente para mantener la preeminencia legislativa y forzar así a que el peronismo habilite un último intento de reforma constitucional.

En Twitter: @LuisAbrego

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