Nicolai Gedda: adiós al tenor total

El fallecimiento del cantante, uno de los más emblemáticos de la lírica del siglo XX, se conoció un mes después de ocurrido. Aquí un repaso por su personalidad artística y su legado. Testigo de una época dorada.

En el último par de días empezaron a circular las necrológicas: "Murió el rey de los tenores", "Murió el mejor tenor del siglo XX", dijeron algunas.

Y, para quienes se criaron en la escucha de los antiguos como Caruso, o la masiva de Pavarotti, Domingo (e incluso Kraus), la pompa habrá hecho ruido, porque esos títulos se referían a Nicolai Gedda, un tenor muy conocido entre los melómanos, sí, pero que nunca tuvo el elogio rutilante del gran público. Él, pese a haber recorrido durante 50 años las principales salas del mundo, siempre prefirió el perfil bajo.

Así, como si fuera síntoma de otra época, cuando la información todavía podía encerrarse o correr lenta, muy lenta, nos enteramos de que Gedda, nacido en 1925 y ya de 91 años, había muerto a causa de un par cardíaco el 8 de enero pasado, en su casa de Suiza: es decir, hace un mes.

Fue su hija quien, abandonando el escrupuloso secreto (ya lo había “matado” la posverdad en el 2015, cuando se difundió por Internet una información falsa) confirmó el deceso a ForumOpera.

Musicalidad e inteligencia

“No hay tenor vivo que tenga más facilidad en el registro agudo que Gedda”, dijo alguna vez Pavarotti, quien fue reconocido justamente por sus áuricos ascensos vocales.

Pero Gedda no será recordado solamente por sus agudos: a eso se agrega su versatilidad, que le dio la oportunidad de grabar más de 70 óperas (en más de 200 registros discográficos); un repertorio tan amplio que le permitió incursionar, siempre con excelente resultado, desde la literatura liederística al musical bernsteiniano, desde el bel canto más arduo (aquél de coloraturas y agudos extremos, como el célebre Fa sobreagudo de la ópera “I Puritani”, que fue pionero en registrar en disco), pasando por el verismo, a la opereta en sus diferentes vertientes nacionales.

Y es por esto que Gedda también marcó un hito: fue un hiperpolíglota. Su infancia transcurrió entre el sueco y el ruso, a las que sumó otras lenguas como el alemán, el inglés, el francés, el italiano, el portugués, el hebreo, el checo, el neerlandés, el griego (vivo) y el latín (muerto).

Además del fuste de su técnica (sofisticada por el uso poco común de la voz mixta), Gedda tuvo una inteligencia y una eficacia estilística que le permitió cantar repertorio en todos esos idiomas, y con la particularidad de siempre sobresalir por la calidad de su dicción.

En los más de 50 años (sí, medio siglo) que duró su carrera oficial (hasta el 2003, si bien después continuó enseñando) se desplazó en el vasto territorio de la música clásica, descartando solo el repertorio dramático.

Hoy se lo escucha frecuentemente en las grabaciones de antología que realizó con María Callas, Elisabeth Schwarzkopf, Klemperer y Von Karajan. Pero con su partida se quiebra un vaso comunicante con esa época (“dorada”, dirán muchos); época de la que quedan pocos latidos vivos.

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