Escribir sobre nuestros héroes

“La memoria histórica de cada pueblo almacena figuras que cumplen el rol de ser arquetipos sociales. Éstos tienen un fuerte impacto en la transformación social y pueden constituirse en el norte orientador que el ciudadano común observa como valores humano

Los mitos unificadores ocupan un lugar importante en la memoria colectiva. A la hora de escribir sobre nuestros llamados “héroes” o personalidades destacadas de la historia es recomendable enfocar el análisis en su aporte a la comunidad. Su vida privada, si no está vinculada con su actuar por el bien común o con su obra pública, sería bueno que la respetáramos para los hombres del pasado como lo debemos hacer para el presente, tal cual lo afirma el artículo 19 de la Constitución Nacional: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan el orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe”.

La memoria histórica de cada pueblo almacena figuras que cumplen el rol de ser arquetipos sociales. Éstos tienen un fuerte impacto en la transformación social y pueden constituirse en el norte orientador que el ciudadano común observa como valores humanos a imitar. Un ejemplo es la figura de José de San Martín para los argentinos. Frente a los desafíos contemporáneos, la recuperación histórica es uno de los caminos para construir alternativas viables y genuinas desde las raíces de cada pueblo.

En el mundo globalizado, la conciencia histórica de los pueblos se pierde en medio de un frenesí por poseer sin medida. Es la época de lo inmediato, del consumo rápido, de los resultados al instante y eficientes; no existe tiempo para mirar atrás. Se desentiende radicalmente al hombre de su pasado, de su historia y de su idiosincrasia. Esta situación provoca el surgimiento de fuertes fundamentalismos, que si bien hacen frente a esta situación, no la resuelven porque pierden la dimensión universal de la problemática y ya cada sector de la sociedad no puede resolver radicalmente sus problemas si no se integra a las soluciones conjuntas.

Por otro lado, sectores comprometidos hacen frente a los desafíos contemporáneos con respuestas genuinas, sin olvidar la trascendencia universal de la problemática y rescatando lo particular, donde la historia juega el papel rector. La conciencia histórica permite construir el puente entre el pasado y el presente como médula orientadora de un destino consciente y común.

A veces, el estudio de la historia, en general, y de personalidades reconocidas, en particular, ha sido tratado de diversa manera para sustentar proyectos políticos. Por ejemplo, en la Argentina, el discurso de los héroes ha estado ligado a generar la unidad nacional en medio de una gama de nacionalidades, producto de una fuerte corriente inmigratoria, y a fundamentar las medidas liberales de fines del siglo XIX y principios del XX. Este enfoque fue reconsiderado a partir de la década del ’30.

Tomando distancia de la función ideológica-política que los gobiernos han dado al discurso histórico, es importante observar que la conciencia de un pasado común ha permitido al hombre mirar hacia atrás y generar una cierta base de consenso para las transformaciones. Éstas son acompañadas por las utopías surgidas de los deseos genuinos de los pueblos. La pregunta necesaria es: ¿cuáles son las utopías y los deseos genuinos de cada pueblo en medio de las exigencias de un mundo en permanente cambio y con un futuro sin certezas? Un filósofo latinoamericano se pregunta al respecto: “¿Qué sería de nuestra historia sin las utopías? La creencia de un destino elegido para América Latina, la idealización del futuro, ha desempeñado como ideal un papel práctico muy importante en nuestro movimiento histórico. La utopía de Bolívar formaba parte de la concepción que guió las gestas independentistas. La utopía de Martí fue fuente inspiradora de la guerra de 1895. La utopía de Vasconcelos acompañó a la Revolución Mexicana”.

El estudio de figuras representativas en la historia de nuestros pueblos permite volver a creer en la posibilidad de la construcción consciente del destino de la humanidad, del compromiso asumido en la concreción de ideales, en los surcos abiertos para la siembra de futuras generaciones y, finalmente, permite creer en las utopías y en la posibilidad de concretarlas.

A la hora de escribir, publicar y desmitificar una figura histórica dando a conocer aspectos inquietantes de su vida privada sería conveniente realizar una última lectura preguntándonos si nuestro escrito está ceñido a la verdad histórica y con fundamentos -prioritario y elemental-; si los datos expuestos permiten avanzar en renovadas miradas; si el escrito es un aporte significativo al bien común y a la memoria colectiva; y, finalmente, si somos conscientes de la responsabilidad social y educativa en la acción de escribir y publicar.

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