Construir viviendas masivamente no combate de por sí el deficit habitacional de la Argentina

La insuficiencia de viviendas adecuadas y la vulnerabilidad del hábitat son reflejo de la difícil situación económica y social que vive buena parte de la población argentina.

Foto José Gutierrez / Los Andes
Foto José Gutierrez / Los Andes

El déficit habitacional es la cifra que refleja las deficiencias en una vivienda y cubre desde la ausencia total de vivienda a la carencia de condiciones que aseguren una vida digna. Según un informe sobre condiciones de vida publicado en mayo de 2021 por el Indec, en base a la Encuesta Permanente de Hogares, casi el 10% de la población habita en casas hechas con materiales de calidad insuficiente. 

Más de un millón de personas en Argentina viven en situación de hacinamiento crítico, es decir, con más de tres habitantes por cuarto.

Otro estudio publicado recientemente por Argentina Green Building Council (AGBC), ONG líder a nivel regional en la difusión y aplicación de estrategias que buscan acelerar la sustentabilidad y fomentar la transformación en el sector de la construcción del país y realizado durante la etapa del aislamiento por pandemia, evidencia que 1 de cada 5 hogares argentinos son de calidad de materiales insuficiente o parcialmente insuficiente y 1 de 4 niños vive en viviendas precarias.

El estudio también refleja que la mayoría de los edificios están construidos con prácticas y códigos de edificación con mínimos estándares de seguridad, de calidad ambiental interior y de habitabilidad que garanticen la protección contra el frío, humedad, calor, lluvia, viento, etc. Si tan solo el 1,7% de las viviendas deficitarias se renovaran adecuadamente cada año, en 2050 el número de hogares con humedad se reduciría a la mitad y las enfermedades respiratorias podrían disminuir en un 10% en los habitantes del total de hogares.

Para revertir esta situación hay dos actores clave:

El mercado de la construcción, por un lado, que debería contribuir con la reducción del déficit habitacional, preservando el bienestar y la calidad de vida de los habitantes de una vivienda a través de diferentes estrategias constructivas.

“Sin dudas es el momento de avanzar hacia una construcción más sustentable, que demande menores recursos y logre una vivienda con un menor consumo de energía”, destaca la Arq. Silvina López Planté, integrante del grupo de instituciones por el etiquetado energético de viviendas. Según estas instituciones la aislación térmica eficiente impactaría directamente en el déficit habitacional, mejorando la calidad de vida de los habitantes mediante un mejor confort térmico, mejor habitabilidad, mejores condiciones en los ambientes para la salud de quienes habitan, mayor vida útil de la vivienda, y reduciendo el consumo de combustibles destinados a calefaccionar y refrigerar, logrando ahorros de energía de hasta un 70%.

Por otra parte, están el gobierno y las políticas públicas, que a la hora de construir viviendas sociales deberían garantizar las mejores condiciones de habitabilidad, orientadas a mejorar los estándares de sustentabilidad, reduciendo el IPE (Índice de Prestaciones Energéticas). El Índice de Prestaciones Energéticas es un valor característico de la vivienda que representa el requerimiento de energía primaria que necesita una normal utilización de la misma, durante un año y por metro cuadrado de superficie, para satisfacer las necesidades de calefacción en invierno, refrigeración en verano, producción de agua caliente sanitaria e iluminación. Según resultados del informe de AGBC, solo el 2,0% del presupuesto nacional de 2021 incluyó el mejoramiento de viviendas en el país.

Es por esta razón que la Etiqueta de Eficiencia Energética de Viviendas se vuelve una herramienta clave para establecer los estándares de edificación en un país y así poder tomar las decisiones necesarias para revertir esta situación de déficit. La etiqueta determina el nivel de eficiencia energética de una propiedad. Es un documento en el cual figura la Clase de Eficiencia Energética, (escala de letras, desde la “A” hasta la “G”) asociada a un rango de valores del Índice de Prestaciones Energéticas (IPE). La etiqueta es una herramienta clave de decisión tanto para operaciones inmobiliarias, la evaluación de nuevos proyectos o realizar intervenciones en viviendas existentes y lograr reducir el déficit.

“Si la construcción masiva de viviendas, generada para resolver el “déficit habitacional”, no cuenta con los adecuados criterios de confort, sustentabilidad y calidad de vida, no hace más que generar malas condiciones de vida, que luego van a necesitar intervenciones para su mejora o su eliminación”, agrega López Planté.

“Construir viviendas porque sí no soluciona los problemas de déficit habitacional, sino es un nunca acabar, un círculo vicioso que lo que hace es que rápidamente esas viviendas sean deficitarias en sus prestaciones, que presenten patologías y que deban tener un mantenimiento más seguido que muchas veces se deja de lado por otras prioridades”, concluye.

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