Agustín Álvarez: un orgullo intelectual

Aquí, una semblanza de un hombre mendocino que aportó su talento al país.

Agustín Álvarez: un orgullo intelectual
Agustín Álvarez: un orgullo intelectual

"Sacar del gobierno todos los beneficios posibles, cargar a los gobernados con todos los perjuicios consiguientes, y hasta con el remordimiento de los actos propios, es lo más sudamericano que pueda darse, y bien que pueda parecer excesivo ante el falso concepto de la humanidad que han fabricado los filósofos de gabinete, se ajusta por completo a la máxima fundamental de la psicología positiva: el hombre busca el placer y huye del dolor, con el menor trabajo posible". Estas palabras -de una actualidad lacerante- pertenecen al mendocino Agustín Álvarez. 

Nacido en 1857 compartió cuna con su hermano gemelo Jacinto Álvarez, gobernador de Mendoza en tres oportunidades. Siendo muy pequeños perdieron a sus padres en el terremoto de 1861. La vida los llevó por diferentes caminos, mientras Jacinto tuvo relevancia provincial, Agustín destacó en la Nación como un intelectual de enorme prestigio.

Luego de estudiar en el Colegio Nacional de Mendoza, hoy conocido con su nombre, Agustín se fue a Buenos Aires. Allí tomó la carrera militar: llegó a general de brigada y luego se recibió como abogado. Desde entonces realizó distintas publicaciones cuya calidad fue rescatada por contemporáneos como Leopoldo Lugones y José Ingenieros.

La capacidad del mendocino para describir el sistema político de entonces y sus falencias lo transformaron en un faro intelectual para muchos.

Se desempeñó activamente a nivel social y político, siendo destacado por la prensa continuamente desde 1904. Escribió en  "Caras y Caretas" de mayo de 1910: "Las dos más grandes calamidades de la época colonial -señala la introducción de dicho texto- fueron el desprecio al trabajo, considerado como un castigo impuesto por el pecado, y el miedo al saber, considerado como un peligro para la salvación del alma. Sobre esas dos premisas los unos consumen en razón inversa de lo que producen, y los otros producen en razón inversa de lo que consumen (...)".

Su sorpresiva muerte sacudió al ambiente intelectual el 15 de febrero de 1914, la citada revista porteña señaló: "se ha extinguido una figura culminante de la vida argentina". En Mendoza, diario Los Andes trasmitió la triste novedad dos días más tarde: "En la noche del sábado falleció en Mar del Plata el Señor Agustín Álvarez. Fecunda fue la vida de este hijo de nuestra provincia que en las múltiples fases de sus actividades reveló siempre especiales aptitudes y talento (...). Actualmente desempeñaba el cargo de vicepresidente de la Universidad de la Plata, que pierde con él a uno de sus más valiosos miembros".

Álvarez fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta y una multitud acompañó sus restos. "Nuestra enfermedad es la ignorancia -escribió alguna vez- ; su causa, el fanatismo. El remedio es la escuela". 

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