En términos Reales, la “meseta” de la apicultura en el Valle de Uco
Aunque la apicultura en el Valle de Uco ha mejorado sus rendimientos gracias al trabajo cooperativo de productores, el sector atraviesa un momento de estancamiento. "La actividad se encuentra en una meseta", expresó Javier Poblet, apicultor con más de 30 años de experiencia y referente del sector, al explicar que la cantidad de productores ha disminuido en los últimos años. Los que permanecen han logrado sostener e incluso aumentar su producción, pero no se incorporan nuevos actores ni hay programas estatales que impulsen la actividad. “Viene en un descenso de estar como amesetada”, agregó, señalando la falta de renovación generacional y el retiro de muchos apicultores ante la falta de rentabilidad.
Paulina Manzano, bromatóloga y jefa del Departamento Apícola de la Dirección Provincial de Ganadería, profundizó en las causas de esta tendencia: “La apicultura exige bastante trabajo físico y normalmente en el verano. La gente, el promedio que la práctica tiene entre 45 y 50 años, aproximadamente. A partir de ahí ya no hay una renovación de productores apícolas. Poca gente joven sigue interesándose por la actividad, y a lo mejor se interesa, pero hay una discontinuidad”.
En Tunuyán, estima Poblet, apenas una decena de productores manejan entre 800 y 2.500 colmenas, mientras que otros alcanzan entre 100 y 300. “Después hay una gran base de pequeños apicultores, de 5 a 30 colmenas, que sostienen la actividad como complemento, pero no pueden vivir de ella”, indicó. Manzano aporta el contexto provincial afirmando que “la mayor cantidad de colmenas en la provincia están en San Rafael. Luego General Alvear y después viene el Valle de Uco”.
Desde el sector se expresa falta de respaldo estatal. “La última ayuda concreta que recibimos fue en 2018. Ya no hay formación sistemática, ni políticas que alienten la incorporación de nuevos productores”, aseguró Poblet. Sobre ese antecedente, Manzano amplió: “Una sola vez logramos un importante recurso para los productores, que fue una entrega de dinero para la cosecha o para el destino que ellos necesitaran en función de la cantidad de colmenas declaradas”.
En términos de asegurar la actividad o la productividad, Manzano también explicó: “No hay seguro, porque se considera que la miel y las colmenas no se pueden asegurar. Nunca se ha conseguido que los aseguren. No hay tampoco, como en el caso de Vitivinícola, ningún subsidio para la actividad”. Y agregó “el único subsidio que se dio en algún momento fue la entrega de azúcar, en realidad desde mi óptica no es algo viable, lo que más le sirve -al productor- es una contención en los momentos con problemas climáticos”.
miel
Producción. Los panales muestran el ritmo intenso de la temporada y el valor del trabajo apícola.
El panorama económico es poco alentador. “Hace dos temporadas que el precio del kilo de miel a granel se mantiene en $2.000. Mientras tanto, los costos de producción se dispararon. Solo el envase y el uso de la sala de extracción se llevan el 20% del ingreso por tambor”, detalló Poblet. A eso se suman los altos valores de combustible, alimentación artificial, insumos, mantenimiento de vehículos y medicamentos.
A pesar de que la actividad está regulada y formalizada, las condiciones de inserción en el mercado externo son desiguales. “Esta actividad se legisla en conformidad con las disposiciones de SENASA. Ésta, les entrega una trazabilidad a partir del tambor hasta el destino final, que normalmente son grandes acopiadores en Buenos Aires”, explicó Manzano. Sin embargo, Poblet aclaró que los productores no acceden directamente a esos mercados: “Nunca hemos podido establecer una exportación directa desde los productores. Las experiencias que existieron no pudieron sostenerse ante las barreras paraarancelarias. Nos falta estructura, financiamiento, respaldo técnico y un marco normativo que nos proteja”.
Además de los factores económicos, Javier remarcó otra deuda estructural. “En su momento trabajamos con una investigadora del CONICET para impulsar una denominación de origen de la miel de orégano, y se avanzó en estudios sobre las propiedades de mieles como la de jarilla, garrobo o pájaro bobo, que podrían tener un enorme potencial medicinal. Pero todo quedó inconcluso. No sabemos qué beneficios concretos tienen nuestras mieles, no porque no los tengan, sino porque no hay políticas públicas que promuevan su estudio”.
Miel Apitun
APITUN. La cooperativa de Tunuyán procesó más de 1.040 tambores esta temporada en su sala comunitaria.
También fue contundente al señalar que “ya no hay laboratorios en Mendoza que hagan análisis básicos como el de nosemosis. El INTA está desfinanciado, el INTI también, y la Facultad de Ciencias Agrarias perdió especialistas que se jubilaron y no fueron reemplazados. Estamos a ciegas en muchos aspectos clave de la producción”, advirtió Poblet. Y concluye en que “la apicultura se sostiene por la pasión de los productores. Pero eso no alcanza: sin políticas de formación, financiamiento, investigación y consumo, estamos condenando una actividad noble, sustentable y estratégica al achicamiento”.
Cría de abejas reinas: una línea estratégica para diversificar y sostener la apicultura
Con 25 años de trayectoria en la apicultura y presencia en mercados de todo el país, Daniel Avena dirige una de las dos únicas cabañas productoras de abejas reinas del Valle de Uco. Socio fundador de la cooperativa APITUN, encabeza uno de los pocos emprendimientos en Mendoza con capacidad de producción temprana y escala comercial. “La cría de reinas es una alternativa rentable, pero muy técnica. Requiere capacitación, manejo preciso y una estructura de trabajo especializada. Nosotros producimos entre 300 y 400 reinas por día, que vendemos principalmente a Buenos Aires y otras provincias donde la temporada empieza más tarde” confirma Avena.
Abeja Reina naciendo de su celda Real..jpeg
El proceso comienza con la selección de larvas de menos de 24 horas, que se colocan en celdas reales para ser alimentadas con jalea. Tras 11 días, nacen las reinas, que deben ser fecundadas en colmenas específicas y luego enviadas al cliente en jaulas individuales, acompañadas por abejas nodrizas que las cuidan y alimentan durante el transporte. “Es un producto biológico, vivo, que no puede esperar. Si no se vende en octubre o noviembre, ya perdiste la temporada. No es como la miel, que se puede almacenar”, explica Avena.
La actividad es exigente, pero permite compensar los bajos márgenes que hoy deja la producción de miel a granel. “Una reina se puede vender entre 13.000 y 14.000 pesos, mientras que el kilo de miel se paga 2.000. Pero el costo de producir una reina también es alto: necesita más mano de obra, más insumos y una logística específica”.
El productor destaca que Mendoza tiene ventajas competitivas para este tipo de producción: microclima seco, primavera anticipada y genética adaptada del programa INTA-Proapi. Sin embargo, el potencial se ve limitado por la falta de financiamiento, seguros e infraestructura adaptada. “No hay seguros apícolas. Las colmenas no sirven como garantía para acceder a créditos. Es una actividad históricamente relegada, aunque aporta valor, trabajo calificado y biodiversidad”, señala.
Daniel Avena en el proceso productivo de materal vivo..jpeg
En su empresa familiar, cada tarea está profesionalizada: un equipo se encarga del manejo de campo y fecundación, mientras otro se dedica a la producción de celdas y acondicionamiento. Esta estructura les permite sostener la calidad y responder a la demanda, que crece cada año en función del contexto climático de otras regiones.
Avena también remarca un aspecto a considerarse sobre la producción de abejas reinas en términos de diversificar la economía rural, afirmando que “en una provincia donde el rendimiento de miel por colmena es bajo, producir material vivo permite aprovechar el ciclo temprano, vender antes y rotar colmenas de forma más eficiente. Es clave para sostener la actividad frente a un mercado cada vez más concentrado”.
APITUN te enseña que no todo se hace solo
Hace 20 años, cuando en Tunuyán apenas se contaban entre 10 y 12 apicultores con unas 5.000 colmenas en total, nació la cooperativa APITUN. “Hoy ya somos 40 productores asociados, y entre todos debemos estar superando las 15.000 colmenas”, afirma Daniel Avena, socio fundador. Desde la sala comunitaria ubicada en Colonia Las Rosas, procesan más de 330 toneladas de miel por temporada. Se han convertido en un modelo de organización y eficiencia técnica en el Valle de Uco.
“Este crecimiento fue posible gracias a una herramienta fundamental: la sala de extracción comunitaria”, explica Avena. Armar una sala individual implica una gran inversión como también un uso ineficiente: “Un productor la usaría 10 o 12 días al año. En cambio, la nuestra funciona cinco meses, de noviembre a abril. Eso permite mayor aprovechamiento y eficiencia”. Este modelo favoreció el aumento de colmenas, la incorporación de nuevos apicultores y el fortalecimiento del trabajo colectivo.
La cooperativa opera de forma autónoma, donde cada productor aporta un 10% de su producción como porcentaje de extracción, lo que permite cubrir los costos operativos sin subsidios. “La cooperativa vive de lo que produce. No hay ayuda externa. Y atrás de ella estamos los mismos productores, organizados para sostenerla. Sin ese compromiso, no funcionaría”, enfatiza Andrés Videla, apicultor con más de 2.200 colmenas en Tunuyán.
Videla también destaca el nivel técnico alcanzado por APITUN, diciendo que “la confianza es total. El productor deja su material, se pesa, se carga la trazabilidad, y se va. Todo queda registrado con el mismo número en la muestra, el tambor, la tapa y la carpeta. Sabe que su miel no se mezcla y que vuelve con su cera y sus tambores llenos”. La sala cuenta con extractores de alta capacidad que giran a 300 rpm, clasificación por día, lote, productor y color, y protocolos para preservar la cera: “La cera pura la produce solo la abeja. Es un recurso valiosísimo que recuperamos para que vuelva a la colmena. Nadie puede imitarla”.
Daniel Videla en planta de extacción de miel APITUN.jpeg
Desde una mirada técnica, Paulina Manzano, referente provincial del área apícola, pone en valor a experiencia “APITUN para mí es un ejemplo profundo. Han trabajado durante años en mejorar y en aumentar la producción de miel por temporada. Están muy bien organizados y tienen muy claro lo que hacen”.
Javier Poblet, otro productor de la zona resume el espíritu cooperativo: “Yo puedo dejar mis cuadros, irme a hacer otra tarea, y volver cuando los tambores están listos. Eso te lo da una organización que funciona. APITUN te da tiempo, trazabilidad y seguridad. Te deja trabajar”. Y concluye que “APITUN te enseña que no todo se hace solo. Que juntos se puede más, y mejor”.