Enfrentar una operación médica puede ser angustiante para cualquiera, pero especialmente para los más chicos. El llanto, el miedo y la ansiedad suelen ser parte del camino hacia el quirófano. Sin embargo, en Brasil, un médico encontró una manera tan creativa como amorosa para convertir ese momento difícil en una experiencia más llevadera: disfraces de superhéroes y mucha empatía.
Leandro B. Guimarães es otorrinolaringólogo y desde hace tiempo decidió que su consultorio no solo sería un lugar de atención médica, sino también de juego, contención y sonrisas. “Cuando empecé a estudiar medicina, me uní a un grupo de payasos en el que dábamos clases de teatro para distraer a los niños durante nuestras visitas semanales a los pacientes pediátricos ingresados en el hospital universitario”, contó en una entrevista con el medio digital Today . “Desde entonces, me enamoraré del trabajo con niños”, agregó.
Todo comenzó con una paciente muy especial: Allana, una niña de solo dos años que lloraba desconsoladamente antes de una operación. “Su angustia me partió el alma. No podía dejar que entrara al quirófano así”, recordó Guimarães. Fue entonces cuando improvisó un disfraz y se puso a jugar con ella. El resultado fue tan impactante que desde entonces repite la experiencia con cada paciente: "Elijo junto a ellos un traje de superhéroe y jugamos un rato antes de la cirugía. Así llegan más tranquilos".
La propuesta fue tan bien recibida por las familias que le valió el premio WEmbrace Awards 2025 en la categoría “historias inspiradoras”. En sus redes sociales, donde suele compartir videos y fotos de sus intervenciones lúdicas, escribió: “¡Siempre estaráé a tu lado! Tratando de hacer este momento tenso lo más agradable posible... ¡Cuenta conmigo!”.
Pero el disfraz es solo una parte del enfoque. Guimarães también les permite elegir juegos, los sube a sus hombros simulando que vuela o corre con ellos por los pasillos para arrancarles una carcajada antes de entrar al quirófano. "Y si veo que siguen asustados, le pido a un padre que entre con ellos. Así, cuando llega el momento de la anestesia, están más calmados", explicó.
El impacto emocional de su método se refleja no solo en los niños, sino también en los padres. “A veces les muestro videos de cómo fueron sus hijos antes de dormirse, para que vean lo valientes que fueron”, contó. Incluso, confesó entre risas, hay chicos que quieren volver a operarse: “Me emociono cuando los padres me dicen que sus hijos pasan por el hospital y preguntan si pueden volver a operarse porque su recuerdo es positivo y divertido”.
En un mundo médico muchas veces dominado por la frialdad de los procedimientos, Guimarães demuestra que el juego, la ternura y el respeto por las emociones de los más pequeños pueden marcar la diferencia. Él no solo cura con bisturí, también lo hace con una capa, una sonrisa y un corazón enorme.