29 de diciembre de 2025 - 11:57

Educación y carreras STEM: cómo repensar la formación universitaria en tiempos de cambio acelerado

La transformación tecnológica invita a las universidades a revisar formatos, ritmos y sentidos, en diálogo con el desarrollo científico y productivo.

La educación universitaria atraviesa un momento de redefinición profunda, mucho más aún si ponemos el foco en las carreras STEM. No se trata únicamente de incorporar nuevos contenidos vinculados a la inteligencia artificial, la automatización o la ciencia de datos, sino de repensar los modos de enseñar y aprender en un contexto donde el conocimiento se transforma a una velocidad inédita. ¿Cómo acompañar estos cambios sin perder el carácter formativo, crítico y social que distingue a la universidad? ¿Cómo sostener proyectos educativos de largo plazo en un presente que se reconfigura constantemente?

Sin dudas el escenario actual invita a pensar en procesos de transición: institucionales, pedagógicos y culturales. Las universidades, con sus tiempos propios y su diversidad territorial, se enfrentan al desafío de articular tradición académica, innovación tecnológica y demandas emergentes del entramado productivo, sin perder su función pública ni su horizonte humano. En ese sentido, el debate no se limita a la formación profesional, sino que exige comprender el lugar histórico y la función social de la universidad. La universidad produce conocimiento, forma pensamiento crítico y construye sentidos colectivos. Poner ese rol en cuestión no es un gesto menor: es debilitar uno de los espacios donde una sociedad piensa, discute y proyecta su futuro común.

Formación universitaria y desarrollo tecnológico: tensiones y oportunidades

Para pensar estos desafíos en clave local, dialogamos con Mariana Brachetta, decana de la Facultad de Informática y Diseño de la Universidad Champagnat, quien propone leer el presente de la educación y la tecnología a partir de algunos datos concretos del sector de la Economía del Conocimiento. Datos que, lejos de cerrar diagnósticos, permiten dimensionar la complejidad del escenario y recuperar el lugar estratégico que ocupa la universidad en la formación de capacidades para el desarrollo.

Según explica, entre 2010 y 2023 la participación argentina en la industria del software y los servicios informáticos dentro de América Latina descendió del 17% al 13%. La diferencia también se volvió visible en los ritmos de crecimiento: mientras en 2023 el promedio regional fue del 13,9%, el crecimiento local alcanzó apenas el 2,9%. Sin embargo, el panorama no es lineal. En el último año —entre julio de 2024 y junio de 2025— el sector mostró señales de recuperación: las exportaciones vinculadas a la Economía del Conocimiento alcanzaron los 9.700 millones de dólares, con un crecimiento interanual del 20,8%.

En el plano local, Mendoza acompaña estas transformaciones con un ecosistema tecnológico en crecimiento, integrado por empresas de software y servicios basados en el conocimiento con proyección nacional e internacional. La presencia de universidades, institutos de formación y espacios de articulación como el Polo TIC Mendoza ha fortalecido este entramado, aunque persisten desafíos vinculados a la formación, el agregado de valor y la retención de talento, en línea con las tensiones que se observan a nivel país.

Brachetta señala que este escenario convive con una realidad particular: Argentina se ha consolidado como un país referente en la región en exportación de servicios de desarrollo de software, un posicionamiento que se apoya, en buena medida, en la calidad de la formación universitaria. Los profesionales formados localmente logran una rápida inserción laboral, existe pleno empleo en el sector y, aun así, la demanda continúa insatisfecha. Sin embargo, esta fortaleza encierra una tensión de fondo: buena parte de ese crecimiento se apoya en la provisión de mano de obra altamente calificada, pero comparativamente barata, para mercados externos.

Desde esta perspectiva, la decana advierte que el verdadero salto cualitativo para el desarrollo del sector no radica solo en formar más profesionales, sino en fortalecer la capacidad del país para generar y registrar propiedad intelectual propia. Agregar valor en las disciplinas tecnológicas implica que el conocimiento producido pueda transformarse en innovación, patentes, desarrollos y soluciones con identidad local. Para ello, resulta clave una articulación sostenida entre el ecosistema científico-tecnológico, las universidades y la industria. Sin ese apalancamiento entre estas dimensiones, el riesgo es consolidar un modelo que exporta talento, pero no conocimiento estratégico.

En este marco, Argentina presenta niveles elevados de acceso a la educación superior, alrededor del 5% de la población accede a la universidad y más del 60% de la matrícula está compuesta por mujeres, un dato que da cuenta de la potencia y capilaridad del sistema universitario. Sin embargo, ese acceso no siempre se traduce en una mayor formación en áreas estratégicas. Menos del 6% de los estudiantes elige carreras vinculadas a las tecnologías de la información y la comunicación y, dentro de ese grupo, la participación femenina continúa siendo baja. A esto se suma una tasa de egreso reducida en ingenierías informáticas y disciplinas afines.

Lejos de leer estos indicadores como una falla exclusiva del sistema universitario, la decana propone interpretarlos como parte de un desajuste estructural más amplio: el que existe entre los tiempos largos de la formación académica y la velocidad acelerada del cambio tecnológico. Un desajuste que, sostiene, no puede abordarse con respuestas aisladas, sino que requiere articulación entre universidades (tanto públicas como privadas) junto con inversión sostenida y políticas educativas pensadas a mediano y largo plazo.

Cómo enseñar tecnología sin reducir la educación a lo técnico

En este contexto, la discusión pedagógica adquiere centralidad. “El desafío no pasa solo por qué enseñar, sino por cómo se aprende y para qué se aprende”, afirma Brachetta. La formación universitaria en tecnología ya no puede apoyarse únicamente en la transmisión de conocimientos estables, sino que debe promover capacidades como el análisis crítico, la adaptación al cambio y el aprendizaje continuo.

Esto implica repensar el rol del estudiante como sujeto activo del aprendizaje y el del docente como acompañante y mediador, capaz de integrar nuevas herramientas (incluida la inteligencia artificial) de manera situada y reflexiva. Enseñar desde problemas reales, complejos e interdisciplinarios permite que la tecnología deje de aparecer como un fin en sí mismo y se integre a una comprensión más amplia de sus impactos sociales, productivos y éticos.

Desde esta perspectiva, cobran relevancia los trayectos formativos flexibles, las carreras intermedias, las micro credenciales, las prácticas profesionales y la articulación con otros niveles e instituciones educativas. Lejos de diluir su identidad, la universidad fortalece su sentido cuando se piensa como un espacio capaz de formar profesionales que sepan hacer, pero también pensar críticamente lo que hacen.

Reconocimiento a una trayectoria en innovación tecnológica

Recientemente Mariana Brachetta fue distinguida como ganadora de la terna Trayectoria en Innovación Tecnológica en los Premios Polo TIC Mendoza 2025, un reconocimiento a su recorrido y a su aporte sostenido en el cruce entre educación superior, tecnología e innovación. El premio destaca trayectorias que contribuyen a fortalecer el ecosistema tecnológico local desde una mirada estratégica y de largo plazo, donde la formación universitaria ocupa un lugar central.

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