24 de noviembre de 2025 - 08:00

Repensar la universidad: los desafíos que hoy redefinen la educación superior

El reto de pensar en los estudios universitarios más allá de la tecnología, sino de rediseñar por completo la experiencia de enseñanza.

La educación superior atraviesa una transformación profunda. Ya no alcanza con sumar tecnología a lo que la universidad venía haciendo; hoy el desafío es mucho más complejo: implica rediseñar las experiencias de enseñanza y aprendizaje para un mundo que cambió su forma de producir conocimiento, comunicarse y resolver problemas.

Diversos estudios señalan que, en los últimos años, se produjo un incremento en el número de jóvenes que no desean matricularse en ninguna carrera o que se inscriben un año pero no continúan sus estudios. Y esto se debe, entre muchas otras razones, a que algunos jóvenes no están convencidos de que la universidad “valga” lo que cuesta (en términos de esfuerzo, tiempo invertido, beneficios a la hora de buscar trabajo). ¿Cómo volver a entusiasmarlos para que apuesten por su futuro? Esta es una pregunta que docentes e investigadores de las distintas universidades del país se hacen y que es motivo de investigación, experimentación, arduo trabajo para repensar las propuestas universitarias.

Después de la pandemia, la universidad ya no es solo el aula ni el campus virtual. Se consolidó un modelo convergente donde lo presencial, lo virtual y lo híbrido conviven y se potencian. Muchas ofertas universitarias se han reconvertido a través de mediaciones tecnológicas que proponen cursadas mixtas, con instancias presenciales y virtuales sincrónicas, extendiendo el concepto de “presencialidad” a toda reunión en la que docentes y estudiantes se encuentran en un mismo espacio (físico/virtual) para poder trabajar juntos. Y también están las propuestas de trabajo asincrónico: aulas virtuales, plataformas con distintas características, que reúnen a los grupos más allá del encuentro cara a cara. De este modo, la tecnología atraviesa las cursadas, expande las aulas y acerca a los estudiantes sin necesidad, en muchos casos de que deban trasladarse hasta la institución. Para las universidades esto supone una nueva mirada para poder pensar propuestas que se adapten a estos nuevos escenarios.

No se trata solo de digitalizar contenidos, sino de comprender cómo las herramientas, plataformas, entornos virtuales y sistemas de gestión académica modelan nuevas formas de aprender. Las “clases expandidas”, es decir, aquellas que integran materiales interactivos, encuentros sincrónicos, foros, prácticas en territorio y trabajo colaborativo online, proponen una experiencia más flexible, multimodal y situada. Así, la tecnología se convirtió en una capa estructural que habilita posibilidades inéditas: colaboración asincrónica, simulaciones, análisis de datos, acceso ubicuo, pero también obliga a pensar en su impacto ético, en la formación docente y en la equidad del acceso.

Este escenario desafía a las instituciones a revisar sus formatos, reorganizar tiempos, pensar nuevos modos de tutoría y acompañamiento, y reconocer que la enseñanza no es un evento aislado, sino un proceso continuo que necesita múltiples puertas de entrada para los estudiantes.

Inclusión y democratización del acceso

La expansión tecnológica y la diversificación de las modalidades pueden convertirse en una oportunidad histórica para democratizar el acceso a la educación superior. Estudiantes que trabajan, cuidan a otras personas, viven en zonas alejadas o no pueden asistir de manera regular encuentran en la virtualidad y la hibridación una posibilidad real de continuidad educativa. Pero la inclusión no se garantiza solo ofreciendo virtualidad. Exige políticas institucionales sólidas: conectividad, dispositivos, apoyos pedagógicos, accesibilidad, producción de materiales inclusivos y un compromiso permanente con la equidad. Las universidades que logren integrar estas dimensiones serán las que realmente amplíen derechos.

Aprendizaje activo, autónomo y crítico: el corazón de la universidad contemporánea

Lo que este presente demanda es formar en competencias para la resolución de problemas y fomentar el desarrollo de pensamiento crítico. En este sentido, la educación superior ya no puede sostenerse en modelos transmisivos. Los desafíos del tiempo presente demandan que los estudiantes desarrollen capacidades para:

  • aprender de manera activa
  • trabajar de forma autónoma y autorregular sus procesos
  • pensar críticamente información, tecnologías y discursos
  • colaborar y resolver problemas reales en contextos diversos

En un mundo saturado de datos y herramientas digitales, el valor no está en memorizar, sino en saber preguntar, analizar, conectar y crear. Diseñar procesos pedagógicos orientados a la resolución de problemas, proyectos interdisciplinarios y situaciones auténticas de aprendizaje es hoy una condición imprescindible para que la formación superior mantenga sentido.

Hoy, la pregunta no es si la universidad debe cambiar. La pregunta es cómo diseñar una universidad más abierta, flexible, inclusiva y crítica, capaz de formar ciudadanos preparados para comprender y transformar el mundo que viene.

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