Los superniños: cuatro chicos mendocinos destacados hablan de lo mejor que tiene la infancia

Lázaro Manresa Manzur, quien le ganó al cáncer, juntó juguetes para niños internados; Antonella Arrieta salvó a su familia de un incendio y Lina Tornello es la ganadora de la beca “Dr. Adolfo Calle”. Por último, Thiago Rubini se destaca en el fútbol y entrenó para el Barcelona.

Lina Tornello (polera negra) junto a Antonella Arrieta
Lina Tornello (polera negra) junto a Antonella Arrieta

Los superhéroes suelen ser objeto de devoción por los niños. En la infancia, esos personajes imaginarios ejercen una atracción particular para el interés de los más chicos, que sueñan no pocas veces con convertirse en el Hombre Araña, la Mujer Maravilla o Batman. Sin embargo, a veces, es a los propios niños a los que les toca -por diversas razones- en parecerse un poco a esos personajes y convertirse, ellos mismos, en “superniños”.

Lázaro Manresa Manzur, Antonella Arrieta, Lina Tornello y Thiago Rubini, todos mendocinos, son verdaderos exponentes de esos “súper niños” y así se aparecen en esta fecha, que recuerda la aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y a la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, el tratado internacional más ratificado de la historia.

Ninguno de estos cuatro chicos con historias inspiradoras ha pasado desapercibido, al menos en Mendoza: Lázaro tenía 10 años cuando le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda y fue uno de los chicos que pasó el Día del Niño internado en el Notti, por eso hoy –ya recuperado– suele dedicarse a reunir juguetes y llevarlos al hospital.

Antonella tiene 9 años, vive en La Favorita y en noviembre pasado salvó a su familia cuando advirtió que su casa se prendía fuego.

Lina concurre a la Escuela Nº 9-030 Normal Tomás Godoy Cruz, de Ciudad y fue la ganadora de la beca “Dr. Adolfo Calle”, un halago muy especial que se recompensa, además, con una ayuda económica durante toda la secundaria mientras sus calificaciones sigan siendo adecuadas y cumpla con otros factores, como asistencia y comportamiento.

Thiago, “El Pulguita”, de San Martín, con apenas 11 años, es una relevación futbolística y fue tenido en cuenta por el Barcelona cuando estuvo en Junín probando jugadores.

De alguna manera, estos pequeños héroes tienen en su haber, más allá de sus cortas edades, historias de resiliencia, valentía y superación.

El valor de la niñez

Para celebrar su día dialogaron con Los Andes sobre lo más maravilloso que, a su parecer, tiene la niñez; pero también lo otro, lo que más ellos temen o les preocupa.

Tal vez por las circunstancias que tuvo que atravesar, Lázaro valora como nadie en el mundo a la familia y los amigos. “No hay nada mejor que pasar tiempo con ellos sin las preocupaciones que tiene toda persona adulta”, advierte.

Claro que sus días en el hospital y la enfermedad que lo llevó a afrontar un tratamiento invasivo, lo hicieron crecer de golpe. “Me preocupa la salud de mi familia, no quisiera que a ninguno de ellos les suceda nada”, dice.

Antonella concurre a la escuela 1-035 Presidente Quintana y aunque tiene apenas 9 años el episodio que vivió el año pasado, cuando su casa se incendiaba, la llevó a valorar cada segundo de la vida… y también a tener miedos.

Coqueta, dice que lo más lindo de tener 9 años es juntarse con sus mejores amigas, Zoe, Ari y Agostina, pintarse las uñas, maquillarse, reírse mucho y jugar a las Barbies. “Me encanta y siempre lo hacemos”, aclara, con sus colines rosas y su sonrisa ancha.

Lina sonríe siempre y no duda en señalar que “lo mejor que tiene la infancia es pasar tiempo con sus amigos, a quienes puede ver todos los días porque no tiene más responsabilidades excepto el estudio”.

Como contrapartida, es consciente de la situación que se vive y lo asume con palabras maduras para su edad: “Me preocupa desaprobar pruebas, me da miedo la situación actual, no poder salir sin preocuparme por si algo me sucede y vivir en medio de tanta inseguridad. En la calle estoy desprotegida”.

Thiago es categórico en sus respuestas: “Lo más lindo de ser niño es compartir con chicos de mi edad; ir a la escuela y jugar al fútbol”. Claro que esto último, aclara Marcelo, su papá, es hoy lo “principal” en su vida. Tanto ama la Pulguita la pelota que también es la dueña de sus preocupaciones: “Lo que más temo es no cumplir mi sueño de ser un gran futbolista en el futuro”.

Lázaro, el que se levantó y anduvo

Lázaro concurre a la escuela Julia Silva de Cejas de Vista Flores, Tunuyán, y todavía recuerda sus difíciles días en el Hospital Notti. “Mi vida en el hospital fue difícil ya que estuve lejos de mi familia y amigos. Además, tuve que ser sometido a un tratamiento muy invasivo y tratar de ser fuerte para soportar los efectos que estos producen”, recuerda Lázaro.

Lázaro Manresa Manzur de 15 años vive en Vista Flores en Tunuyán, Lázaro venció el cáncer y hace tareas solidarias para chicos que viven en situaciones iguales a las que vivio él

 Foto: José Gutierrez / Los Andes
Lázaro Manresa Manzur de 15 años vive en Vista Flores en Tunuyán, Lázaro venció el cáncer y hace tareas solidarias para chicos que viven en situaciones iguales a las que vivio él Foto: José Gutierrez / Los Andes

Desde aquel día en que se tomó la fotografía con una sonrisa de oreja a oreja y un cartel que rezaba “Mi última quimio”, la vida de Lázaro dio un vuelco para bien. Claro que aún debe acudir periódicamente al hospital para someterse a los controles de rutina.

Eso sí: espera ansioso el 29 de septiembre próximo, cuando, luego de cinco años del episodio, le den definitivamente el alta médica. “¿Qué mensaje le doy a los niños en la misma situación? Que a pesar de los altos y bajos que se sufren en una enfermedad de este tipo les aconsejo que no bajen los brazos, que sigan luchando y se aferren al amor de sus familias”.

Antonella, la heroína

Antonella vive en el barrio San Agustín de La Favorita y alrededor de la 1 de la mañana del 22 de noviembre último Ezequiel, su papá, colocó un trozo de espiral a un costado de la cama de su hija para evitar mosquitos, según comentó en diálogo con Los Andes.

Lina Tornello (polera negra) junto Antonella Arrieta
Lina Tornello (polera negra) junto Antonella Arrieta

“Un rato antes me había dicho que los mosquitos la estaban molestando, así que aproveché que tenía un trozo de espiral. Nos fuimos a dormir sin imaginar la tragedia. Poco después, alrededor de la 1.45 o 2 de la mañana, el primer calor despertó a la nena, que enseguida me alertó de lo que estaba sucediendo”, contó Ezequiel.

Según dijo, una prenda de vestir o un trapo que estaría sobre la cama cayó en el espiral y generó el fuego en todos los ambientes: en un principio en la propia habitación que los niños compartían con sus padres (divida con un mueble) y luego la cocina-comedor.

Daniela, su mamá, advierte que el recuerdo dramático de aquel 22 de noviembre del año pasado, cuando su casa se quemaba, no se lo puede sacar de la cabeza. “Me da miedo que vuelva a pasar. Siempre pienso en eso y me asusta que a mis padres les pueda suceder algo malo”, confiesa la niña. Hoy, de todos modos, la familia pudo reconstruir el hogar gracias a que Ezequiel, su papá, tiene un buen trabajo.

Lina y su amor por la escritura

Lina es hija única de Rodolfo (saxofonista, clarinetista y escritor de género policial) y de Marcela (bromatóloga). Sueña con dedicarse al arte. Escribir siempre está y estuvo en sus planes, aunque solo como un entretenimiento, según advierte.

“Además –agrega– amo tener pasatiempos por más simples que sean, incluso me gusta el ocio”. Su abuela Raquel fue quien la alentó desde hace tiempo para presentarse en el concurso que reunió a 35 estudiantes de distintas escuelas.

Thiago, el pequeño crack

Thiago comenzó a patear la pelota siendo muy pequeño y más tarde comenzó a jugar en el club La Amistad Ingeniero Giagnoni, de Junín.

Hace poco fue citado por el Barcelona en La Cofradía Campus donde, durante una semana, lo observaron y agendaron. “Tiene gran calidad de juego y comportamiento pero estamos limitados económicamente”, comentó Marcelo, su papá.

Actualmente el pequeño Thiago entrena con Agustín, un profesor personalizado, a la espera de alguna oportunidad de alguna entidad importante. Su papá lo define con orgullo: “Está preparado para cualquier club que se lo lleve”.

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