9 de octubre de 2025 - 07:15

La jueza que a los 72 años naufragó en un crucero con sus hijas y llegó a la costa nadando repasa la hazaña

Desde Mendoza, María Inés Lona rememora lo que vivió el 13 de enero de 2012 cuando debió nadar para salvar su vida. Su trayectoria y anécdotas de su vida.

Cerca de las 22 del viernes 13 de enero de 2012, María Inés Lona-por entonces jueza de Menores en Mendoza y con 72 años- sintió el ruido de un fuerte golpe. Ella era una de las 4.000 personas (entre pasajeros y tripulantes) que viajaba a bordo de un crucero de la empresa Costa Concordia por Italia. Pocos segundos después del impacto -que, además, sacudió la cubierta-, se cortaron las luces a bordo. Por el altoparlante, una voz femenina indicaba que estaban experimentando un problema eléctrico.

Tres horas después de este incidente inicial, ya cerca de la 1 del sábado 14, María Inés estaba en tierra firme, en la costa de la Isla de Giglio. Sentada con un chaleco salvavidas y cubierta con su tapado de piel -empapado-, buscaba con la vista a sus dos hijas, María Valeria y María Silvina, esta última con una discapacidad como consecuencia de un accidente que la obligaba a movilizarse con ayuda de un andador. La magistrada había llegado al lugar luego de nadar casi 60 metros en el Mar Tirreno y tras saltar del crucero, que cada vez se hundía más y más.

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La hoy exjueza María Inés Lona y las dos hijas que naufragaron con ella en el crucero Costa Concordia.

La hoy exjueza María Inés Lona y las dos hijas que naufragaron con ella en el crucero Costa Concordia.

"Creo que la forma en que me conduje en esa situación extrema estuvo muy ligada a cómo me manejé durante toda la vida. Llevaba casi 40 años como jueza de Menores, que es una materia en la que siempre hay dos personas enfrentadas y, en el medio, niños que sufren. Y una tiene que tener la cabeza siempre fría", recuerda Lona a Los Andes, ya con 86 años, jubilada como jueza. Ya pasaron más de 14 años del naufragio del Costa Concordia, que fue noticia a nivel mundial.

En ese accidente fallecieron 32 personas, mientras que la ex magistrada y sus dos hijas estuvieron entre las sobrevivientes del naufragio.

"Nunca vi cerca a la muerte. Incluso, estando en el barco, recuerdo haber visto a los pasajeros que estaban tranquilos. No había pánico en nadie", rememora la exjueza. Y recuerda las palabras exactas que había pronunciado esa misma mañana antes de zarpar.

"Subimos al crucero en el Puerto de Roma, y en el momento en que entré, se me ocurrió decir, en broma: 'Viernes 13, no te cases ni te embarques; ni de tu casa te apartes'", reconstruye con su verborragia y su elocuente buen ánimo.

Embed - Visión Siete: Naufragio: "Mis hijas creían que me había ahogado"

Seis años y medio antes, en julio de 2005, la por entonces magistrada también había estado en Londres (Inglaterra) el mismo día en que una serie de atentados con bombas habían dejado más de 50 muertos. A diferencia del naufragio del crucero, Lona no estaba en el subte en aquel momento.

"Después de lo del subterráneo en Londres y lo del Costa Concordia, mi familia me hacía comentarios del estilo: 'decinos a donde te vas de viaje vos así nosotros no vamos'", repasa, con su particular sentido del humor.

Ya alejada de su vida como jueza -se jubiló en febrero de 2019, a un mes de cumplir 80 años-, Lona se mantiene por demás activa. Aprende inglés -o intenta hacerlo, al menos- con la app de celular Duolingo, sigue la actualidad y coyuntura política del país (aunque cuando se satura de los programas políticos recurre al incondicional canal de películas y series Europa Europa) y se entusiasma cuando alguien recurre a ella por un consejo jurídico.

"Si hoy alguien me ofrecieran dar un asesoramiento, quizás dos veces por semana y sin moverme de mi casa, aceptaría sin dudas, ¡y lo haría gratis! Siento que le da mucho sentido a mi misión el poder decirle a alguien algo que le aclare el camino", describe, y reconoce que siempre le gustó su trabajo. "Lo que no significa que lo haya hecho bien", acota, sonriente.

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María Inés Lona dialogando con los medios tras regresar a tierra firme luego de naufragar en el crucero y tras haber nadado 60 metros.

María Inés Lona dialogando con los medios tras regresar a tierra firme luego de naufragar en el crucero y tras haber nadado 60 metros.

De naufragio con sus hijas

En enero 2012, María Inés Lona (ya viuda) tomó la decisión de viajar en un crucero por primera vez en su vida. Lo hizo partiendo de Roma junto a dos de sus tres hijas, la más chica (María Valeria) y la del medio (María Silvina). La mayor, María Gabriela, en tanto, se encontraba de viaje con su familia por Colombia.

En 2007, el esposo de Lona -Aníbal Ábalos- había fallecido a los 69 años y como consecuencia de un cáncer. Desde entonces, María Silvina, quien había sufrido un accidente y no podía movilizarse con facilidad por sus medios, vivía con su madre.

"Con María Silvina íbamos en un mismo camarote del crucero, mientras que en otro iba María Valeria. Ya no me había gustado que me retuvieran el pasaporte apenas subimos, y nos dieron un pase", recuerda María Inés, quien -en el acto- agrega que esta práctica es habitual en cualquier crucero, para garantizar que en aquellas ciudades en las que se está de paso (en tránsito) por apenas algunas horas nadie se quede.

El ambiente del crucero tampoco le gustó a Lona, quien lo define como un "cocoliche".

"Mi segunda broma de ese día, además de decir lo de no embarcarse un viernes 13, fue decirles a mis hijas que me bajaba en el siguiente puerto, que era justamente en la Isla de Giglio", prosigue la exjueza. El destino final del Costa Concordia era Sicilia.

Tras 20 horas de tareas el Costa Concordia quedó derecho
Tras 20 horas de tareas el Costa Concordia quedó derecho

Tras 20 horas de tareas el Costa Concordia quedó derecho

Sin saberlo, en esas dos bromas, se escondían premoniciones: no había sido una buena idea partir un viernes 13 y, a la fuerza, el viaje de María Inés llegaría a su fin en Giglio. Pero nadie se imaginaba cómo sería el desenlace todavía.

Aquella fría noche de invierno italiano cenaron a bordo del crucero y en un mar que, según recuerda, estaba extremadamente sereno. La jueza y sus dos hijas ni siquiera habían alcanzado a acostarse cuando sintieron el golpe, las luces se cortaron y todas las puertas de los compartimientos quedaron trabadas.

Estaban en el nivel 12 del barco y, por los altoparlantes, la orden fue que se dirigieran al nivel cuatro, donde estaban los botes para evacuar. María Inés y María Silvina y María Valeria estaban juntas, siempre con el detalle de que la segunda de ellas no podía moverse por sus medios para bajar. Tampoco había una silla de ruedas cerca.

"Yo veía gente que bajaba con bolsos por las escaleras y, repentinamente -y ante la insistencia de mi hija que no podía bajar sola- apareció un hombre que subió a María Silvina a su hombro, cargándola como si fuese una bolsa, y la llevó. Yo le dije a mi otra hija que se fuese con ella, que no se separase", recuerda Lona.

La mujer se colocó el chaleco salvavidas y su tapado de piel (estaba fresca la noche) y siguió las instrucciones junto al resto de los pasajeros. Según reconstruyó, el trayecto entre el nivel 12 y el cuatro fue tranquilo, ordenado y en silencio.

Hallan restos humanos abajo del Costa Concordia encallado
El crucero Costa Concordia se hundió en enero de 2012.

El crucero Costa Concordia se hundió en enero de 2012.

Al llegar al puente de los barcos de evacuación, María Inés Lona buscó con la mirada a sus hijas, pero no las encontró entre la multitud. Tampoco se veían los barcos por lo que, dedujo, ya habían partido con la primera tanda de pasajeros.

"Me quedé siempre tranquila en el lugar, esperando. Con mi esposo teníamos la forma de ver la vida referida a que las malas noticias siempre llegan rápido, y si no veía a mis hijas ni sabía nada, era porque debían haber salido en los barcos ya", describe María Inés.

Como una especie de Torre de Babel contemporánea, entre las charlas de los pasajeros se mezclaba el alemán, el inglés y el francés. Y, si bien la exjueza no hablaba ninguno de esos idiomas, jura que creyó haber entendido que uno de los presentes en el lugar explicaba que los botes salvavidas ya no iban a regresar.

Mientras tanto, la barandilla del crucero se inclinaba más y más sobre el mar, siguiendo el declive del barco que, poco a poco, se hundía. Frente a sus ojos, a una distancia de entre 50 y 60 metros -y por detrás del mar en el que navegaban-, sobresalían las luces de la costa de la isla de Giglio.

"Vi que el hombre que estaba adelante mío saltó al agua. No lo pensé dos veces, y también me tiré, más teniendo en cuenta que creía haber entendido que los botes no iban a volver", rememora Lona, quien calculó que ya estaban transitando los primeros minutos del 14 de enero.

Maria Inés Lona 3 Clarin
María Inés Lona (madre) y sus dos hijas, María Valeria y Maria Silvina, tras regresar a Mendoza luego del naufragio.

María Inés Lona (madre) y sus dos hijas, María Valeria y Maria Silvina, tras regresar a Mendoza luego del naufragio.

En línea recta, sin perder la calma -esa misma que mantenía el mar-, Lona nadó hasta que llegó a la costa. La primera estructura firme que alcanzó fue la plataforma de madera del puerto. En posición de cuatro patas se subió a ella y, una vez sujeta, recién se reincorporó.

"Nadé de pecho, y cada tanto me daba vuelta para mirar al barco, y se sentían los chirridos del metal. Me di cuenta, además, que no venía nadie nadando atrás mío. ¡Estaba sola!", recuerda. Y agrega que, a pesar de que iba vestida por completo (chaleco salvavidas, tapado de piel e iba calzada con sus botas), nunca dejó de nadar. Con 72 años, la condición física de la entonces jueza era admirable.

"Cuando el espíritu de supervivencia aflora, siempre prima el querer salir vivo. Tenés miedo, hasta que te das cuenta de que, si no nadás, no vivís", reflexiona.

Tras pararse en la plataforma de madera, siempre en soledad en el sitio, caminó unos metros ya en la costa. Allí se encontró con otros náufragos sobrevivientes, la mayoría secos y prolijos (porque habían llegado en los botes y no nadando, claro está).

Le prestaron una campera y, mientras tanto, María Inés escuchaba a una señora que repetía en un loop eterno: "¡Esto no puede estar pasando!". Ella, en tanto, intentaba calmarla repitiendo: "Todo está bien".

Ya en tierra firme, María Inés se rencontró con su hija más chica, María Valeria, quien no entendía por qué su mamá estaba así.

"Cuando le conté que había saltado al mar y nadado porque había entendido que los barcos no iban a volver, ella se quedó callada, mirándome, y me dijo: '¡Mamá, pareces Patoruzú!'", recuerda la exjueza nacida en Buenos Aires, pero con su trayectoria y vida transcurridas en Mendoza.

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María inés Lona, por entonces jueza, tras regresar a Argentina luego de sobrevivir al naufragio del crucro Costa Concordia.

María inés Lona, por entonces jueza, tras regresar a Argentina luego de sobrevivir al naufragio del crucro Costa Concordia.

"Ese tipo de humor es el sello familiar, tratamos de no hacer tragedias de nada. Mis hijas podrían haberse tirado encima mío para abrazarme por el reencuentro. Pero también sabían que yo siempre salgo bien parada", recapitula. Para entonces ya se había sumado al reencuentro María Silvina, quien les contó que un pasajero había alcanzado a subirla a un bote para salir del crucero.

La madre y sus dos hijas fueron trasladadas a Roma, y ya en la capital italiana las guardias periodísticas las recibieron -junto a otros pasajeros- para hacer la cobertura posterior al naufragio. El hundimiento del Costa Concordia era noticia mundial, así como las semanas y meses posteriores lo fueron todos los pormenores (con un capitán que fue el primero en huir del barco, que llevaba a su amante como polizón de la embarcación y que finalmente terminó preso)

"A nivel judicial hicimos una demanda colectiva en Estados Unidos, que era donde tenía la sede legal la empresa, Pero la rechazaron y nos indicaron que debíamos hacerla en Italia. Y nosotras, todas abogadas, decidimos no hacer nada. Incluso, nos contactaron abogados de Buenos Aires, pero hoy veo -como abogada y jueza jubilada- que decidimos no aprovecharnos de una tragedia. Ya el haber salido las tres vivas, yo con 72 años y una de mis hijas con dificultades para caminar, era suficiente", piensa en voz alta.

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"Ahora, pensándolo bien... ¡Qué fácil se la hicimos!" agrega, casi a las carcajadas y tras una pausa reflexiva.

Familia de jueces y abogados

Aníbal Ábalos, esposo de María Inés Lona y padre de "Las Tres Marías" (Gabriela, Valeria y Silvina), era abogado y llegó a ser juez. Su abuelo había sido ministro de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza, mientras que su padre fue legislador.

Aníbal y María Inés se conocieron cuando ella tenía 23 años, y se casaron cuando Lona ya había cumplido los 26. Estuvieron juntos 41 años, muchos de los cuales los encontraron cumpliendo sus funciones de jueces.

Maria Inés Lona 2 La Nación
MAría Inpes Lona y sus hijas, María Valeria y María Silvina Ábalos

MAría Inpes Lona y sus hijas, María Valeria y María Silvina Ábalos

"Esos 41 años fueron pocos, por desgracia, pero intensos y bien disfrutados. Nos poníamos de acuerdo para quejarnos un día cada uno, nunca los dos juntos. Y un día aprendimos a nunca más quejarnos, a dejar a queja en la puerta de casa y, si queríamos, retomarla cuando volvíamos al trabajo", cuenta.

Las tres hijas estudiaron y se recibieron como abogadas, mientras que María Gabriela y María Silvina son juezas también (Gabriela, jueza Tributaria, y Silvina, jueza Civil). Además, María Valeria se ha especializado como abogada en Familia, siguiendo los pasos de su madre.

"Ser juez debe servir para ayudar a uno a ser correcto. Yo me acostumbré a no recibir halagos, y trato de enseñarle a mis nietos a huir del halago, porque a uno lo aleja de la realidad, uno se lo cree y no es bueno", agrega, desde la experiencia de sus 53 años como magistrada.

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