Vive en un valle rodeado de montañas, pero sus sueños siempre la llevaron al mar. Algo la ata, aunque nunca pudo sentir la arena entre sus pies, a la inmensidad de las aguas y las olas. Natalia Barros tiene 28 años, estudia abogacía mientras cría a tres hijos y sumó a su complicada agenda el objetivo-sueño de conocer el mar en febrero.
Natalia es la matriarca de una familia de Tunuyán que entendió que los anhelos de un integrante es el de todos. “En mis embarazos me soñé en el mar, pero no como un sueño más, sino como una sensación de felicidad muy fuerte, como un antojo, siempre tuve el sueño de conocer el mar”, dice Natalia a Los Andes.
La vida la llevó a postergar este viaje. Fue oficial de policía algunos años, pero dejó la Fuerza para dedicarse a la crianza de sus hijos: Octavio de 14 años (hijo de su marido), Félix de 9 y Justino de apenas 1 año.
Sebastián, el padre de esta familia, trabaja como seguridad privada en un conocido supermercado de Tunuyán y es el único sostén del hogar, al menos hasta que Natalia se reciba de abogada. “Ese era el plan original. Yo me quedé en casa para estar más con mis hijos y para poder estudiar con el objetivo de poder tener un mejor pasar”, cuanta la joven.
En este proceso, la familia enfermó y cambió las prioridades, no el plan integral: “Todos contrajimos un virus intestinal, primero empezó el más grande pero el cuadro del bebé se tornó grave”, recuerda la futura abogada.
El pequeño Justino tuvo que ser internado, por suerte logró reponerse. En el hospital Natalia entendió, y prometió, que a partir de esa experiencia angustiante “viviría la vida con otra mirada y no postergaría más sus sueños”.
“Cuando Justi se recuperó, empecé a insistir más en la necesidad de disfrutar a pleno nuestros días y volvió a surgir mi deseo de que conozcamos el mar todos, los 5”, remarca Natalia.
A Sebastián le avisaron que las vacaciones se las darán en febrero y Natalia no dudo. “No soy pastelera, pero amo la cocina”, aclara. La joven comenzó a hornear cosas dulces en su casa y empezó a venderlas en el centro de Tunuyán.
Por propia voluntad Octavio se sumó a la cruzada y casi de inmediato completó el equipo Félix. “Empezamos saliendo todos los días, pero fue muy complicado, por la escuela de los chicos y mis estudios. Asique hora solo salimos los fines de semana”, dice.
En medio de esto, Natalia agregó a su emprendimiento familiar un condimento clave: subir videos mostrando el proceso: “Día x intentando juntar dinero para conocer el mar”, titula el contenido que tuvo una gran repercusión en redes.
“Fueron muy bien recibidos. Me han llegado mensajes hermosos, hasta gente que vive en lugares costeros, nos han ofrecido hospedaje”, cuenta emocionada.
Natalia cursa lo que mas puede, “unas 3 horas diarias”, en la sede del Valle de Uco de la Universidad Maza. Siempre sale antes de que terminen las cátedras porque regresa a cuidar de sus hijos. Pese a esto, logró sacar todas las materias del primer año y comenzará el 2026 el segundo año de abogacía.
En las primeras semanas de venta callejera han logrado reunir $130 mil y la joven madre se ilusiona con poder cumplir su objetivo. “Mis hijos ya hablan de sus vacaciones en el mar”, se ríe, “pero yo les remarco que lo importante es el esfuerzo que hay que hacer para conseguir lo que queremos y, además, trato de calmarlos, no sabemos si vamos a poder viajar”, dice Natalia.
La familia piensa que Chile es la opción más económica y sería su primer destino. Pero más allá de esto, Natalia y su familia disfrutan, y agradecen, de su vida juntos y de poder luchar por sus sueños.