En aguas del noreste del Pacífico, un equipo de científicos descubrió un rasgo inesperado en la spotted ratfish —un pez cartilaginoso emparentado con tiburones y rayas—: machos adultos presentan dientes verdaderos en la parte superior de la cabeza. Esos dientes se alojan en un apéndice llamado tenaculum, que aparece entre los ojos como un bulto blanquecino y, al desplegarse, adopta forma de gancho con varias hileras dentadas. La estructura cumple dos funciones clave: disuadir rivales y asegurar la sujeción de la pareja durante el apareamiento. El hallazgo, confirmado con microscopía, microtomografía computarizada y análisis genéticos, obliga a revisar nociones básicas sobre dónde y cómo pueden formarse los dientes en los vertebrados.
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La spotted ratfish, pariente cartilaginoso de tiburones y rayas, exhibe en los machos un apéndice craneal dentado de función reproductiva.
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Qué encontraron y dónde
La tenaculum se observó en machos adultos de la especie, nunca en hembras desarrolladas. En ejemplares maduros, el apéndice muestra siete u ocho filas de dientes que emergen sobre una base cartilaginosa. Durante el cortejo, el macho usa ese gancho para asir la aleta pectoral de la hembra, lo que facilita el contacto necesario para la reproducción. En contextos de competencia, la proyección blanca y dentada funciona además como señal de exhibición, un mensaje visual que desalienta a otros machos.
Un punto central del estudio fue descartar que esas puntas sean dentículos dérmicos, típicos en la piel de tiburones y rayas. La comparación histológica y genética mostró diferencias claras: los dientes de la tenaculum comparten origen con las piezas dentarias de la boca, mientras los dentículos dérmicos responden a otro programa de desarrollo. Esa distinción quita del medio la explicación más obvia y refuerza la naturaleza dental del hallazgo.
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El macho usa la tenaculum para asir la aleta pectoral de la hembra y asegurar el apareamiento.
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Un órgano dentado fuera de la boca
La singularidad no radica solo en la ubicación, sino en el tejido de origen. Los investigadores detectaron que los dientes de la tenaculum se forman a partir de la lámina dental, el mismo tejido embrionario que origina las piezas de la cavidad oral. En mamíferos, esa lámina desaparece tras la dentición adulta; en peces y otros vertebrados primitivos permanece activa a lo largo de la vida, lo que habilita reemplazos frecuentes. Verla operar fuera de la boca confirma que el programa que fabrica dientes posee mayor plasticidad de la que aceptaban los modelos tradicionales.
El rasgo, además, se vincula a la maduración sexual. El tamaño y la complejidad de la tenaculum no guardan relación con la longitud total del cuerpo, sino con el desarrollo de otros caracteres reproductivos, como los claspers pélvicos. Esa correlación sugiere presión de selección asociada al éxito reproductivo más que a la alimentación o a la defensa. Desde la biomecánica, la tenaculum aumenta la fricción, distribuye fuerzas durante el amplexus y reduce el riesgo de separación involuntaria, algo crítico en aguas con corrientes o en situaciones de competencia.
La variación en el número de hileras dentadas —siete u ocho en adultos— apunta a un rasgo modulable. Es probable que hormonas sexuales y señales ambientales influyan en su crecimiento final. Esa flexibilidad encaja con un panorama en el que los peces cartilaginosos mantienen activos circuitos de reemplazo dental, capaces de responder a las demandas de cada etapa vital.
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Spotted ratfish (Hydrolagus colliei), de la familia Chimaeridae (clase de peces cartilaginosos, parientes de tiburones y rayas).
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Por qué importa para la evolución
La mayoría de los vertebrados presenta dientes solo en la boca y, hasta ahora, la explicación dominante ubicaba su origen en células confinadas a la cavidad oral. La spotted ratfish rompe ese cerco. Los perfiles de expresión genética evidencian la activación de los mismos genes que construyen dientes orales, algo que no ocurre en los dentículos dérmicos. Esa coincidencia sostiene la idea de un módulo odontogénico con potencial para expresarse en regiones no orales cuando el contexto evolutivo lo favorece.
La lectura paleobiológica gana fuerza con el cruce de datos fósiles y actuales. Varios peces primitivos exhiben elementos duros extrabucales con microestructura semejante a la dental. La tenaculum ofrece un caso contemporáneo y funcional que alinea morfología, histología y genética en la misma dirección: los dientes pudieron surgir y operar fuera de la boca en linajes ancestrales con más frecuencia de la imaginada. Bajo esa luz, no sorprende que el equipo proponga buscar estructuras dentadas inéditas en otras especies.
El impacto del hallazgo también alcanza la ecología de la reproducción. Si la selección sexual puede reclutar el programa dental para fabricar herramientas de agarre y señales de competencia, la dentición deja de parecer un rasgo guiado únicamente por presiones de alimentación. La tenaculum dentada combina dureza, reemplazabilidad y valor comunicacional, y muestra cómo la evolución reaprovecha piezas conocidas para resolver problemas nuevos.
La agenda de trabajo queda abierta con preguntas concretas: ¿qué señales guían la activación de la lámina dental en la cabeza?, ¿existen límites anatómicos para su ubicación?, ¿cuántas especies comparten variantes de este rasgo?, ¿qué factores ambientales modulan su tamaño? En paralelo, la comprensión de estos mecanismos podría inspirar vías en odontología regenerativa, un área que investiga cómo restituir tejidos dentales a partir de programas biológicos ya existentes.