Estás en casa, en la oficina o caminando solo, y necesitás prender algo: música, TV, una serie. Según la psicología, la salud y la ciencia, esa costumbre no es tan inocente. Hay quienes no soportan estar en silencio. Apenas entran a una habitación, encienden la radio.
Si trabajan desde casa, dejan la tele de fondo aunque no la miren. Si salen a caminar, llevan auriculares incluso si no prestan atención a la música. Para muchos, el ruido se convierte en una compañía invisible que da estructura a su rutina.
Este comportamiento parece pequeño, pero es tan común que está completamente naturalizado. Algunos lo explican diciendo que el ruido los “ayuda a concentrarse” o que “les hace compañía”. Sin embargo, la costumbre de no poder estar en silencio podría estar revelando algo más profundo.
En un mundo en el que el entretenimiento y la información están al alcance de un botón, la ausencia de estímulos se vuelve incómoda. ¿Por qué nos cuesta tanto estar con nosotros mismos sin sonido de fondo? Esa es la pregunta que se hacen cada vez más investigadores.
Qué revela la psicología sobre el miedo al silencio
Según la psicología, este fenómeno tiene nombre: evitación sensorial del silencio. Un estudio realizado por la Universidad de Durham señala que muchas personas usan el ruido como forma de evitar pensamientos incómodos, emociones difíciles o simplemente la sensación de vacío.
La psicóloga clínica Claudia Morán sostiene que “el silencio puede enfrentarnos con preguntas que evitamos: cómo estamos realmente, qué sentimos, si nos sentimos solos”. En este sentido, el ruido se vuelve una forma de “tapar” lo que hay detrás. No se trata solo de entretenimiento, sino de autodefensa emocional.
Además, para algunas personas, especialmente las que lidian con ansiedad o trastornos del estado de ánimo, el silencio puede amplificar los pensamientos negativos. El ruido, aunque no se escuche del todo, actúa como una especie de barrera mental contra la sobrecarga emocional interna.
Salud mental, estímulo constante y la ciencia del ruido
Desde el punto de vista de la salud mental, esta necesidad constante de estímulo puede volverse contraproducente. Aunque parezca que el ruido ayuda a calmar, el cerebro necesita momentos de silencio real para procesar la información del día, organizar recuerdos y bajar los niveles de alerta.
La ciencia demostró que los espacios silenciosos activan zonas cerebrales vinculadas a la creatividad y la introspección. Un experimento del National Institute of Health reveló que quienes pasan al menos una hora al día en silencio tienen mejor calidad de sueño y menor nivel de cortisol, la hormona del estrés.
En definitiva, el ruido de fondo puede ser un alivio temporal, pero si se convierte en una necesidad constante, es importante preguntarse qué estamos evitando. Porque, aunque no lo notemos, el silencio también tiene algo para decirnos.